Se nos fue la maga del batik

La gran artista plástica mendocina Alicia Farkas ganó premios nacionales e internacionales con sus obras de telas y papeles teñidos.

El domingo falleció de un infarto la artista plástica Alicia Farkas, quien desde la década del ’80 le dio impulso a nivel país a la técnica del batik, logrando reconocimientos internacionales.

Mendocina, se recibió como profesora de Artes Plásticas en la UNC en 1966, pero dos años antes ya exponía sus pinturas con éxito de crítica. En 1964 mereció el Gran Premio Adquisición del XIX Salón de Cuyo.

Y, posteriormente, numerosos galardones, de los cuales se destacan el del Primer Salón Nacional de San Luis, el primero del Salón de Tapices de Uruguay y las invitaciones para participar en convocatorias internacionales, particularmente en Alemania.

Atenta siempre a lo que sucedía en el mundo, ya que por sensibilidad y convicción no dejaba de lado la situación social, nos enfrentó con el gran desafío del arte: referirse a las circunstancias actuales del hombre, hoy y aquí y hacerlo con alto nivel artístico.

En una de esas muestras, los títulos solos indicaban ya su compromiso con ese cable a tierra: "Desintegración", "América  latina", "La escalera del poder", "Establishment", "Atrapado ¿con salida, sin salida?",  "Naves para el fin de una era", "Encuentro", etc.

Lejos de la asfixia y la desesperación que sugería  el fin de milenio, Farkas propuso una mirada universal, el vuelo del espíritu y la transparencia como antídoto posible.

La expresión es lo fundamental en su obra, que se exacerbó al incursionar en el surrealismo allá por 1977 o cuando voló hacia la ciencia-ficción en el ‘78, como igualmente en el ‘86, cuando se refirió a nuestra América india. Sin dejar la pintura o, mejor dicho, sirviéndose de ella, buscó en el batik mayores posibilidades expresivas.

Se dedicó, pacientemente, durante años y logró transponer las fronteras argentinas llevando el arte local a  centros culturales prestigiosos, con redoblados elogios de los especialistas.

Siempre sumergida en la investigación, lo que le valió, en nuestro medio, el apoyo incondicional de Marcelo Santangelo, Abdulio Giudici y Luis Quesada, viajó a Costa Rica a fin de aplicar el batik al papel artesanal, delicado soporte que supo adiestrar como nadie, ya que consiguió darle hasta el craquelado que caracteriza al milenario trabajo.

Pero no le fue suficiente: todavía necesitaba volar más y pasó del plano al objeto: con papel artesanal, con la técnica del batik, con soportes que imaginó Milton Altschuler, su marido, colgados del techo o sobre un pedestal, sueltos como estandartes, atrapados entre dos vidrios de modo que se aprecia igualmente del derecho y del revés o como "Móvil I, II y III", que tienen una intencionalidad distinta a la de Calder y que al reflejarse, oscuramente, en los ondulados metales colocados en la pared, inquietan y desafían.

Concepto, vuelo y transparencia son las palabras que sintetizan de algún modo su arte, hito cultural sobresaliente en la provincia.

Aquejada por dolencias físicas, dejó de exponer en los últimos años. Sin embargo, nos queda de ejemplo su voluntad inquebrantable y su obra, con la fuerza del color, la sutileza de las variaciones cromáticas, la ponderación de la luz, la solidez de las estructuras, el lenguaje indiscutiblemente moderno, la originalidad, la imaginación y la  riqueza de tonos y semitonos, que  como una sensibilísima piel, imaginada por un hábil taumaturgo, admiran una y otra vez, incansablemente.

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