José Octavio Bordón: “Si uno no se prepara, después se hace muy difícil gobernar”

El ex gobernador mendocino resalta el valor de las políticas de Estado y alerta sobre los riesgos que corre el país si el Gobierno y la oposición no acuerdan. Admite que ya no se siente representado por el peronismo y argumenta por qué el partido lleva 10 años sin ganar en Mendoza.

José Octavio Bordón, ex gobernador de Mendoza, en el jardín de la casa familiar de Chacras de Coria.
Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
José Octavio Bordón, ex gobernador de Mendoza, en el jardín de la casa familiar de Chacras de Coria. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

José Octavio Bordón vive por estos días la que define como la parte más ocupada del año. Así son sus vacaciones en la casa de Chacras de Coria que era de los González Gaviola y que su esposa, Mónica, heredó. Hijos y nietos que se quedan, amigos que pasan a saludar. La agenda tiene pocos baches. Y es en ese jardín de árboles añosos donde el ex gobernador se sienta a recordar y a hablar del presente.

Alejado de los menesteres partidarios desde hace más dos décadas, se mantiene activo en la política en un sentido más amplio: los desafíos globales que traen el presente y el futuro. Su visión va de lo general, la zigzagueante geopolítica, a lo particular, la Argentina acosada por los problemas de siempre. Mendoza no puede escapar del destino nacional.

Bordón recuerda hechos, personajes, lugares y diálogos con precisión y casi siempre evita personalizar las críticas, no los elogios. Hay en sus respuestas alusiones negativas a otros justicialistas, como Rodolfo Gabrielli, Celso Jaque, Francisco Pérez, Cristina Kirchner y Alberto Fernández. También a un radical: Rodolfo Suárez. Pero la diplomacia se impone siempre al barro.

En las más de dos horas de charla, asoma otra particularidad. Siempre se refiere al peronismo como “justicialismo”. Tal vez porque su militancia nació más arraigada al ideario del movimiento que al culto a su líder.

José Octavio Bordón, ex Gobernador de Mendoza.

Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
José Octavio Bordón, ex Gobernador de Mendoza. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

-La campaña que lo llevó a usted a la gobernación en 1987 siempre fue señalada como disruptiva. ¿Qué tuvo de distinta?

-El primer eje en el que pusimos el esfuerzo fue cultural, muy lejos de confundir cultural con fundacional. Más que hablar de supuestas virtudes nuestras estuvo basada en recuperar la historia y la cultura de Mendoza. Por supuesto, haciendo mucho énfasis en la etapa sanmartiniana. Pero también lo mejor de la generación del `80, de ese radicalismo tan peculiar que fue el lencinismo y por supuesto lo mejor del justicialismo provincial. Por eso lo llamamos “el justicialismo de los mendocinos”, que no era una visión antinacional, al contrario. Queríamos aportar al país nuestra cultura de la libertad, el esfuerzo y el trabajo y también nuestra calidad institucional.

-Un hito de esa campaña fue el famoso Libro Verde.

-El Libro Verde fue un trabajo de dos años con centenares de técnicos y Carlos La Rosa tuvo la capacidad para condensarlo. La idea fue prepararse para gobernar porque si uno no se prepara para gobernar después es muy difícil hacerlo. Siempre termina siendo más complejo de lo que uno pueda haber imaginado, sobre todo cuando uno viene de estar en la oposición. Uno no tiene el 100% de la información por más transparencia que haya. La experiencia de estar haciéndolo no es lo mismo que los datos. Y lo otro es que la realidad cambia. Quién iba a imaginar lo que ocurrió en Argentina con las dos hiperinflaciones que nos tocó enfrentar en cuatro años.

Los recuerdos de aquellos tiempos afloran y Bordón hace su propio balance de gestión: “Fuimos líderes en conseguir una nueva ley de coparticipación. En aquel momento nos permitió que el gobierno de Alfonsín mandara automáticamente lo que nos correspondía, aumentar la masa total que se repartía entre Nación y provincias, y que Mendoza recibiera un 15 o 20% más de lo que venía recibiendo como coparticipación secundaria”.

Y explica: “Antes se tomaban las regalías petroleras como coparticipación y la idea era que esos recursos no se usaran para gastos corrientes sino para invertir en desarrollo industrial preparando a la provincia para cuando se agotara el petróleo. Yo no me gasté las regalías, pese a que había bancos que ofrecían comprarlas. Yo decía ‘no, esto queda para un fondo’. Después qué se hizo bien o mal con el Fondo (para la Transformación y el Crecimiento) es otra cosa. Yo dejé un presupuesto entero para tener un fondo de reconversión, no para el gasto público”.

Entre esos logros, hay uno que considera clave: “A los dos o tres días de asumir me fui con nuestro plan a San Juan a reunirme con el gobernador Gómez Centurión y en un solo día nos pusimos de acuerdo para encarar una renovación profundísima de la industria, que hoy necesitará actualizaciones pero que permitió entre otras cosas crear una nueva cultura, que hoy está expresada en el enoturismo y en los premios y el vino de calidad que tenemos. Nuestra meta fue cambiar la vitivinicultura de Mendoza en función de lo que veíamos venir en el mundo. Después, ayudaron los años de éxito de la convertibilidad”.

Bordón resalta con particular orgullo uno de sus legados: la Escuela de Medicina Nuclear. “La plata la había conseguido Llaver con Alfonsín y yo me di cuenta que se lo querían llevar a Buenos Aires. Entonces creamos una fundación con la Universidad Nacional de Cuyo, la Comisión Nacional de Energía Atómica y el gobierno de la provincia. Cuando me invitaron al 10º aniversario y ahora al 30º me quedé sorprendido porque estaba mucho mejor que el día que lo inauguré. Y en general uno se deprime cuando ve las cosas que inauguró 20 años después, por el estado de mantenimiento.

José Octavio Bordón, ex Gobernador de Mendoza.

Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
José Octavio Bordón, ex Gobernador de Mendoza. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

“La Fuesmen tiene dos secretos para estar mejor: uno, que a todo el mundo se le cobra, a través de las obras sociales, y cuando va un desvalido la atención la paga el Estado. El otro es que siempre dije que tenemos que cobrar costo más beneficio para renovarnos. Porque si uno cobra un costo político populista, primero quiebra a los sectores privados que también dan el servicio y segundo, se queda sin plata y se deteriora el equipamiento. Han pasado diez gobiernos, incluidos el que consiguió la plata y el que lo ejecutó, y sólo hubo dos directores. Hubo crisis en el peronismo, hubo crisis en el radicalismo, pero allí no cambiaron. Esas son políticas de Estado”.

Hay otros dos ejemplos que surgen casi inmediatamente en el relato. El primero es el traspaso de los Nihuiles, una lucha que inició Felipe Llaver en la era de Raúl Alfonsín y Bordón pudo concretar en la gestión de Carlos Menem. El segundo es la creación del Consejo de la Magistratura. “A mi me sirvió para sacarme de encima la presión de algunos compañeros que me proponían para jueces a tipos con antecedentes dudosos. Después se convirtió en ley”, recuerda.

-Hoy no hay políticas de Estado en la provincia y menos en el país.

-Si Argentina hoy no es capaz de construir una política de Estado va a seguir en decadencia. Y para eso es clave el federalismo. Yo no creo en eso de que se separen las provincias. En América Latina no hay voluntad como en Europa de dividirse. Los vecinos se parecen. Hay más necesidad de unirse que de separarse. Si nosotros no hacemos un consenso y no construimos un federalismo que es más que la discusión de la ley de coparticipación, que es un proceso agotado, este país no sale de la decadencia.

-Usted siempre resalta cómo oficialismo y oposición trabajaban unidos en el Congreso por Mendoza y en la Legislatura además había una buena convivencia. Eso hoy no pasa claramente.

-En Mendoza pasa todavía más que en el resto del país, aún estamos mejor, tenemos una diferencia. Acá es clave la alternancia porque hace que la superioridad sea siempre momentánea. Esto ha permitido que, aunque hemos tenido problemas, no hayamos tenido los escándalos de otras provincias. A nivel país estoy preocupado.

-¿Percibe la misma valoración de la democracia que en los ´80?

-Lamentablemente ha habido un deterioro, pero hay un deterioro en el mundo. La democracia como sistema electoral ha funcionado, como sistema institucional ha funcionado en algunos lugares bastante mal, en nuestro país con bastante dificultades pero no tan graves y en términos de resultados la verdad que no hemos sido en ningún lado muy exitosos, salvo muy pocos momentos. Hay una crisis de la democracia en Occidente, pero yo no creo que esa crisis se resuelva yendo a sistemas de otras regiones. En Argentina, gracias a Dios, no se si no ha habido suficiente voluntad de algunos gobernantes o ha habido una sociedad que cada vez que parece que la mano viene mal plantea una alternancia o provoca alguna derrota, a veces entusiasmado con la oposición, a veces como un mensaje al oficialismo.

-¿Y cómo cree que se puede mejorar la democracia?

-Hay que mejorar el sistema de representación y las formas de participación sobre todo, porque los nuevos desafíos de la economía verde y la economía digital van a exigir transformaciones muy profundas a la hora de gobernar. Creo que mejor representación va a garantizar mejor participación. Y más y mejor participación va a garantizar mejor representación.

-Hoy muchas críticas apuntan al populismo.

-No me gusta la palabra populismo. Me parece que describe muy poco y busca ser peyorativa de movimientos sociales que buscan una mayor equidad. Lo que ha sido una novedad en los últimos años es que esto ha empezado a ser usado indistintamente para gobiernos que en nombre de sus mayorías comienzan a tratar de manipular el sistema institucional y además tienden a ser poco responsables, poco sustentables, en sus políticas, pensando en el corto plazo solamente. En todas las democracias hay elementos de populismo. El principal problema del populismo es cuando se gana una elección y se creen dueño de eso. La democracia es un sistema en el que gobiernan las mayorías con respeto por las minorías.

-¿Ve algún ejemplo concreto reciente?

-Tratar de cambiar las mayorías especiales, cualquiera sea el gobierno, para la elección fundamental del Poder Judicial, de la Corte Suprema, de los juicios políticos, eso es ingresar en lo que el gran politólogo Guillermo O’Donnell escribió sobre democracias delegativas apuntando a los que creen que por haber obtenido la mayoría tienen el derecho de saltear las reglas institucionales. Eso no puede ser acusado de dictadura, ni siquiera de autocracia, pero sí de democracia delegativa y sí creo que hay muchos gestos en la región en ese sentido. De las democracias delegativas pasaron al populismo autocrático y ahora terminaron encarcelando a los opositores y trampeando elecciones. Son los casos de Venezuela y Nicaragua.

-¿Cree que el kirchnerismo lo intentó?

-Ha habido gestos. Lo que ha ocurrido con la Justicia es un ejemplo. El decir vamos por todo refleja eso. Prefiero creer que no existe esa voluntad porque el justicialismo es una expresión democrática y jamás fue gobierno, aunque tuvo excesos, si no fue por el voto popular. Pero todos los gobiernos muy mayoritarios tienen esa tendencia a la democracia delegativa, que a la larga termina siendo autocrática.

-El término populismo se usa también para describir políticas u orientaciones económicas.

-Hay regímenes respetuosos de las reglas institucionales pero que en la parte económica son por derecha o por izquierda populistas. En la Argentina, venimos viviendo muchos años de populismo o neoliberalismo populista que produjo efectos a largo plazo. Crean para algunos sectores una sensación de beneficio inmediato y después viene la crisis. Los más reaccionarios generan beneficios para los sectores poderosos. Pero también están los que por satisfacer a su electorado dan soluciones a corto plazo que terminan en crisis que después no pueden resolver; es lo que está pasando hoy en nuestro país.

-¿Hay salida para la situación actual del país?

-Para encontrar la salida primero hay que tener un consenso mínimo sobre cómo llegamos a esto y voy a poner un ejemplo del presente: si no nos ponemos de acuerdo sobre cómo se generaron el deterioro de las cuentas públicas y la deuda externa por lo menos en la última década, es imposible ponerse de acuerdo. Si no se ponen de acuerdo en qué parte tuvo responsabilidad cada uno ¡¿cómo se ponen de acuerdo en el resto?! Y si no se ponen de acuerdo ¿qué hacemos? ¿Firman un acuerdo que lleva a un desastre a la Argentina o no firman el acuerdo y vamos a un default que lleva a un desastre a la Argentina?

-Las responsabilidades son compartidas...

-Esto en la política pasa siempre. La política es un juego de ajedrez y juegan primero las blancas. Las blancas son de quien tiene la conducción del Poder Ejecutivo. Una vez que las blancas juegan el diálogo en serio y poniendo todo lo que hay que poner sobre la mesa, ahí viene el gran desafío para las negras. Si jugando bien su pieza las blancas, las negras no se sienten con honestidad y visión de largo plazo, no con juego electoral de corto plazo, a ponerse de acuerdo y corregir sólo lo que sea necesario y no corregir populistamente para que no se salga, ahí sí la responsabilidad es de la oposición.

-¿Concuerda con que la economía ha mejorado en los últimos meses?

-Hay una recuperación como en todo América Latina. Hay un rebote, que es necesario para que después haya crecimiento. Ahora, si el Gobierno se adjudica el mérito del rebote, en vez de asumir que estamos recuperando lo que perdimos y no se da cuenta que además del rebote debe implementar otras políticas para que haya un crecimiento sustentable, y la oposición en vez de decir ‘bienvenido el rebote y veamos la sustentabilidad’ sólo niega el rebote, entonces estamos yendo a un caos. Siempre después de un caos viene un salvador y puede ser que ese salvador no sea del oficialismo ni de la oposición actual.

José Octavio Bordón, ex Gobernador de Mendoza.

Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
José Octavio Bordón, ex Gobernador de Mendoza. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

-¿Alberto Fernández alguna vez le generó esperanza?

-Yo tuve la expectativa de que él por su experiencia como jefe de gabinete, aunque no había tenido triunfos electorales ni la experiencia de ser “el jefe” de un proyecto, podía armar un gobierno de coalición. Pero yo no lo voté porque no me parecía una buena alianza. Temía que terminara como el Frepaso con la UCR. Tuve la esperanza sí de que él asumiera el control de gobierno. Creo que Alberto tiene sus propios ideas, que no son contradictorias pero sí distintas en muchos casos a las de Cristina. Creo que en él ha prevalecido el objetivo de evitar una ruptura. Y no tuvo la fuerza o la vocación para acordar con ella qué hacer y qué no hacer. Esto ha llevado no la ingobernabilidad sino a un déficit de gobernanza. Esto genera muchas turbulencias y pone en peligro la recuperación económica, la estabilidad social y la presencia internacional.

-El PJ mendocino lleva diez años sin ganar elecciones. ¿Por qué perdió la sintonía con la sociedad?

-Son virtudes del radicalismo y déficits del peronismo. Siempre es así. Cuando la diferencia es muy grande es porque las virtudes y las debilidades también lo son.

-¿Ve algún factor preponderante en esta crisis del PJ?

-Creo que un déficit importante es haber confundido la necesaria lealtad partidaria en cuestiones nacionales con la independencia que todo gobierno federal debe tener y con el especial carácter de algunas provincias, muy especialmente Mendoza. Llaver tomó los Nihuiles cuando gobernaba Alfonsín y yo continué esa lucha con Menem y así logramos el traspaso. Creo que eso se rompió y hubo demasiada dependencia de la política nacional. Además, me parece que las dos últimas gestiones que hubo... no las quiero calificar como malas pero no tuvieron el peso de las anteriores y también fue cambiando el clima nacional.

-¿Usted se siente representado por el justicialismo ahora?

-No, hoy yo no me siento representado por el justicialismo, aunque sigo compartiendo los ideales por los cuales me hice justicialista en el ‘66, tras el golpe de Onganía.

Un halago y dos críticas para Suárez

José Octavio Bordón no suele personalizar las críticas, pero a lo largo de la charla hizo dos sin destinatario aparente que parecen apuntar a Rodolfo Suárez.

“Me parece muy sabia nuestra Constitución cuando establece que un gobernador cuando termina su mandato debe esperar un año al manos para ser senador”, lanzó primero como al pasar, sin mencionar la reciente postulación a senador suplente del radical.

Sobre el final, también pareció cuestionarlo: “Los gobernadores de la oposición no se pueden negar a dialogar con el Presidente ante un tema tan importante como el acuerdo con el FMI por más que se hayan sentido agredidos. Sí tienen derecho a decir cómo quieren que sea ese diálogo, no a imponer”.

Para compensar, le reconoció una decisión: “El Gobernador, cuando propuso la reforma de la Constitución, puso algo con lo que yo estoy de acuerdo: que se habilitaba la reelección, pero él se excluía”.

El efecto búmeran de las 100 mil viviendas

“El rol de un partido democrático, renovado, actualizado y abierto era trabajar ya como posible gobierno con toda la sociedad. Por eso nuestra campaña fue vender a un precio muy barato un libro” cuenta Bordón sobre aquel libro que lo posicionó en la campaña y que después sirvió para que le reprocharan promesas incumplidas. Eso aún le duele, sobre todo lo que generó aquella propuesta de las 100 mil soluciones habitacionales.

“En las paredes escribían ‘Pilo, nos vas a dejar sin baldíos para jugar al fútbol’, firmado ‘los chicos del barrio’. Quizás el error fue poner números tan exactos. La decisión era terminar con los híperbarrios. Las 100 mil soluciones habitacionales eran pensadas en ocho años e incluían desde la mejora de la casa rural a compra de lotes y la vivienda social, y eso estaba especificado. Pero se interpretó que eran todas casas y en cuatro años. Y ahí comenzó el ataque. Mil veces intentamos explicarlo. La caída de los recursos nacionales por la hiperinflación y el hecho de que nos quisieran medir en cuatro años nos llevó a que no fuera una política bien evaluada”.

“Era un programa de gobierno, pero también era una guía para nosotros y una guía para el control de la sociedad”, valora a tres décadas de haber dejado la gobernación.

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