La emotiva historia de Raquel y la prueba de que no existen barreras insuperables en la vida

Raquel Álvarez nació con una malformación en sus manos y pies, lo que hizo vivir una adolescencia complicada, pero nunca se dio por vencida. Pasó por tres carreras universitarias y finalmente se recibió. Además, se capacitó en maquillaje profesional y ha sido la encargada de maquillar hasta a las reinas de la Vendimia,

Raquel, la mendocina que deja en evidencia que no existen barreras insuperables si de inclusión se trata. Foto; Gentileza Raquel Álvarez
Raquel, la mendocina que deja en evidencia que no existen barreras insuperables si de inclusión se trata. Foto; Gentileza Raquel Álvarez

Raquel Álvarez (42) nació con artrogriposis. En resumidas cuentas, se trata de una discapacidad motriz que involucra una malformación de articulaciones en los miembros superiores e inferiores (manos y pies). “Tengo las muñecas rotadas”, describe ella misma, como para hacer más gráfica aún la situación. Y aclara que se moviliza y traslada a todos lados en una silla de ruedas automatizada.

La adolescencia de Raquel no fue fácil, precisamente por esta realidad. Por un lado, por las barreras edilicias y de infraestructura en escuelas en las que no había perspectiva de inclusión -algo en lo que se fue trabajando durante el tiempo-, a excepción de algunas pocas rampas (contadas). Pero, además -y principalmente- por esa falta de perspectiva de inclusión en las relaciones humanas.

Raquel, la mendocina que deja en evidencia que no existen barreras insuperables si de inclusión se trata. Foto; Gentileza Raquel Álvarez
Raquel, la mendocina que deja en evidencia que no existen barreras insuperables si de inclusión se trata. Foto; Gentileza Raquel Álvarez

“En todo lo que ha sido la parte académica y de mi formación, me encontré con muchas barreras. Pero, de a poco, pude ir sorteando todas esas barreras. Me pude incluir en una escuela ‘tradicional’, así, entre comillas, de mi barrio. El detalle es que muchas veces la barrera más grande era la actitudinal. Y las dificultades estaban, por entonces, en la aceptación de personas con discapacidad, estaba instalada la idea de que una persona con discapacidad no podía tener una formación académica. En esa época, la presencia de personas con discapacidad en las escuelas era más una cuestión más de compasión que de integración”, resume Raque. O Rachel -se pronuncia “Reichel”, como si fuera en inglés-, como la llaman sus amigos y conocidos.

Más de 30 años después de aquellos años, Raquel ha dejado en claro que las barreras están para derribarse, y los obstáculos, para sortearse. Recibida como licenciada en Administración y Gestión en Instituciones de Nivel Superior, Rachel se desempeña como coordinadora del área de Accesibilidad Académica de la Secretaría de Asuntos Estudiantes de la UTN Mendoza.

Raquel, la mendocina que deja en evidencia que no existen barreras insuperables si de inclusión se trata. Foto; Gentileza Raquel Álvarez
Raquel, la mendocina que deja en evidencia que no existen barreras insuperables si de inclusión se trata. Foto; Gentileza Raquel Álvarez

Además, la lasherina no deja de tomar cursos, talleres y capacitaciones, porque siempre está ávida de aprender algo nuevo. En 2020, y en plena pandemia de Covid-19, completó su formación de coach ontológico, mientras que el maquillaje es otra de sus pasiones y entre las que divide sus actividades rutinarias y diarias. Tanto que esta actividad la llevó a maquillar a las reinas de la vendimia de Mendoza durante 3 años.

“Soy una persona muy inquieta y me gusta mucho hacer lo que realmente me interesa. En ese sentido, siempre había tenido el deseo de maquillar. El maquillaje es una pasión y a mí me encanta, no solo desde la estética, sino desde lo emocional y profundo. Entonces hice el curso”, resume la mujer.

Raquel, la mendocina que deja en evidencia que no existen barreras insuperables si de inclusión se trata. Foto; Gentileza Raquel Álvarez
Raquel, la mendocina que deja en evidencia que no existen barreras insuperables si de inclusión se trata. Foto; Gentileza Raquel Álvarez

Y si de barreras hablamos -de aquellas externas, pero también internas-, la sensación de entender que mucha gente no querría ser maquillada por ella ni se sentiría cómoda con la situación no tardó en invadir a Raquel.

“Sentí que era todo un desafío. Pero cerré los ojos, fui por lo que quería, me formé como maquilladora profesional y participé de varios eventos, entre ellos Vendimia. Ese fue otro desafío: maquillar a las reinas, y lo hice durante 3 años seguidos (2016, 2017 y 2018). A ello sumale que, por mi discapacidad motriz, no puedo levantar los brazos en altura. Entonces me las ingenié y encontré la manera: las chicas se sientan en un reposera, que es más baja, y yo podía trabajar tranquila”, explica.

RESILIENCIA

Raquel Álvarez tiene una hermana gemela, aunque ella no nació con ninguna discapacidad. Su hermana ha sido y es una de sus grandes referentes en la vida, tanto que -cuando eran chicas- Raquel se puso la meta de terminar la escuela en simultáneo con su hermana y compartir los momentos más importantes de sus vidas.

Sin embargo, la escolaridad de Raquel tampoco fue fácil y tuvo muchos contratiempos.

Raquel, la mendocina que deja en evidencia que no existen barreras insuperables si de inclusión se trata. Foto; Gentileza Raquel Álvarez
Raquel, la mendocina que deja en evidencia que no existen barreras insuperables si de inclusión se trata. Foto; Gentileza Raquel Álvarez

“Empecé la primaria en un colegio de educación especial y estuve ahí hasta los 14 años. A esa edad me hicieron evaluación psicopedagógica y pude pasar a una escuela ‘convencional’, donde hice cuarto, quinto y sexto grado de primaria. Por el nivel y ritmo de enseñanza, teniendo en cuenta que se abordaban las discapacidades, fue todo bastante más lento y estaba en cuarto grado de la primaria con 14 años”, repasa Rachel.

Cuando completó la primaria, se encontró ante una decisión clave: continuar en una secundaria tradicional o inscribirse en un CENS. Y se inclinó por esta segunda alternativa, en un CENS “convencional”, como ella misma lo describe.

Raquel, la mendocina que deja en evidencia que no existen barreras insuperables si de inclusión se trata. Foto; Gentileza Raquel Álvarez
Raquel, la mendocina que deja en evidencia que no existen barreras insuperables si de inclusión se trata. Foto; Gentileza Raquel Álvarez

“Pasé de ser la más grande en la primaria a la más chica en el CENS, ya que tenía 16 años. Elegí hacerlo en un CENS para completar mi formación. ¡Y pude cumplir mi deseo, ya que mi hermana se recibió en 1999 y yo en 2000! Después de estar a años luz de distancia, pudimos terminar casi juntas como queríamos”, resalta Álvarez.

En ese momento comenzó con sus pasantías en el Área de Discapacidad de la Casa de Gobierno y, desde entonces, se mantuvo siempre activa; tanto estudiando como trabajando. Y, aunque al principio consideraba a la universidad como algo inalcanzable para ella -consideraba que no estaba preparada para personas con discapacidad-, siempre tuvo en claro que quería formarse en informática y computación.

Raquel, la mendocina que deja en evidencia que no existen barreras insuperables si de inclusión se trata. Foto; Gentileza Raquel Álvarez
Raquel, la mendocina que deja en evidencia que no existen barreras insuperables si de inclusión se trata. Foto; Gentileza Raquel Álvarez

Siempre inquieta, nunca conformista, Rachel recabó toda la información necesaria sobre la carrera de Ingeniería en Sistemas de Información, en la UTN Mendoza. La mujer presentó una nota para solicitar que se la incluya entre las aspirantes a ingresar y hasta tuvo una primera entrevista. Pero, como era marzo, ya había pasado la fase del preuniversitario.

“Me propusieron trabajar todo un año para la facultad con una beca y, al año siguiente, poder rendir para empezar la carrera. Esto fue en el 2001. En 2002 hice el pre, pero no me gustó. ¡Y en el examen de ingreso saqué el cero más grande de toda la historia de la UTN!, recuerda, entre risas.

Darse cuenta de que la Ingeniería en Sistemas de Información no era lo suyo no fue más que un motivante, la chispa que encendió otra búsqueda en la vida de Raquel. Pero reponerse de ese golpe que le dio la vida no fue fácil, ya que sentía que nunca más volvería a tener conexión alguna con la universidad y la vida académica.

Raquel, la mendocina que deja en evidencia que no existen barreras insuperables si de inclusión se trata. Foto; Gentileza Raquel Álvarez
Raquel, la mendocina que deja en evidencia que no existen barreras insuperables si de inclusión se trata. Foto; Gentileza Raquel Álvarez

“Al principio creí que ahí se terminaba todo. La adaptación había sido buena, todo muy lindo. Pero me dio como un bajón, sentí que no tenía más conexión con la universidad”, resume.

En 2008, Raquel Álvarez quedó en planta permanente de la UTN. Pero sus energías seguían fluyendo y quería hacer algo más. Así fue como estudió durante un año la carrera de Psicología. Y, aunque no tuvo ningún desencanto con la carrera en sí, una serie de complicaciones en su salud la llevaron a tener que abandonar Psicología.

“Pasaba mucho tiempo sentada, porque trabajaba y estudiaba. Entonces me hizo muy pesado todo y tuve que abandonar la carrera. Después, como parte de esta búsqueda, volví a intentarlo con la carrera de Administración de Empresas. Pero hice un año y medio y se me agravó la situación. Finalmente la abandoné. Era 2013 y el médico me recomendó que estudiara o trabajara, pero que no hiciera ambas cosas porque era muy complejo”, rememora.

SIEMPRE LISTA

Tras haber intentado con 3 carreras universitarias distintas y sin poder prosperar, Raquel siguió con su optimismo característico. La propia UTN abrió la carrera de Administración y Gestión en Instituciones de Nivel Superior, donde la mendocina completó la tecnicatura -primero- y luego la licenciatura y pudo conseguir ese logro académico por el que tanto había luchado.

Raquel, la mendocina que deja en evidencia que no existen barreras insuperables si de inclusión se trata. Foto; Gentileza Raquel Álvarez
Raquel, la mendocina que deja en evidencia que no existen barreras insuperables si de inclusión se trata. Foto; Gentileza Raquel Álvarez

“Siempre le voy a estar profundamente agradecida a la gestión de la UTN que me permitió estar como coordinadora en el Área de Accesibilidad Académica, en especial al decano, ingeniero José Balacco y al ingeniero Luis Ellena, secretario de Asuntos Estudiantiles”, se sincera.

La formación en coaching le permitió a la mendocina iniciar una búsqueda para encontrar su mejor versión, pensando en qué podía aportar al otro (para quien lo quiera o necesite) y cómo podía acompañarlo.

En simultáneo a su trabajo en la UTN y su formación en coaching, Raquel está adentrándose en el mundo de las redes sociales -está completando un taller para ser CM- y brinda talleres de maquillaje.

“Me gustan mucho las redes sociales, ya que en realidad tiene que ver siempre con la ventana al mundo. Hay personas con discapacidad o a quienes, por razones de salud, les toca quedarse en la cama y su única ventana al mundo es internet. Me interesa llegar a esa gente”, sintetiza.

¿TIRAR LA TOALLA? NUNCA

La vida de Raquel Álvarez ha sido una verdadera montaña rusa de emociones, aunque -en honor a la verdad- nadie dijo que debía ser fácil tampoco. Desde aquellas barreras -edilicias, actitudinales, internas y externas- que se le presentaron en sus primeros años como estudiante hasta aquellas otras que bien podrían haberla llevado a darse por vencida luego de no encontrar su lugar en sus primeros intentos en el mundo académico.

Raquel, la mendocina que deja en evidencia que no existen barreras insuperables si de inclusión se trata. Foto; Gentileza Raquel Álvarez
Raquel, la mendocina que deja en evidencia que no existen barreras insuperables si de inclusión se trata. Foto; Gentileza Raquel Álvarez

Pero el optimismo y el sacrificio son dos virtudes que caracterizan a Álvarez.

“Puedo haber tenido, quizás en mi adolescencia, momentos de decir: ‘listo, dejo todo’. Quizás pueden haber sido, contadas veces, en las etapas de bajón y, sonbre todo, en la parte académica, cuando rendí el pre universitario, por ejemplo. Porque no sabía que hacer, no había cumplido esas expectativas. El tema es que no estaba viendo lo que yo realmente quería, siempre fue la visión de los demás, no la mía. Yo no sabía qué hacer, pero tenía solo 19 años”, repasa. “Pero no recuerdo concretamente cuando fueron esos momentos. Porque soy una persona que siempre busca darle una vuelta más, una rosca más a todo. Y siempre hay posibilidades para hacerlo distinto”, se explaya.

El diagnóstico de cáncer de mama hacia su madre y los difíciles momentos que vivió durante la pandemia cuando a su pareja, Sergio, se contagió de Covid-19 fueron otras encrucijadas en las que la situó la vida. Pero ambas tempestades fueron atravesadas y superadas, y hoy ambos están sanos y disfrutando de su vida.

En sus 42 años, Raquel Álvarez tuvo momentos de sobra para decir: “¡no va más!”, abandonar la lucha y entregarse a la buena de Dios (o de quien fuese). Pero no lo hizo y, desde su lugar -siempre con humildad-, Rachel se anima a dejarles un mensaje a otras personas a quienes, como a ella, la vida las tienta permanentemente con aflojar y largar todo.

“A la gente que está cansada y con ganas de largar todo le diría que no se cansen de luchar por lo que realmente quieren. Siempre hay un objetivo, una meta, un sueño, y hay que tratar de hacer los pedidos necesarios a quienes crean que pueden aportar. Si hay que pedir la llave, se pide. Pero cada uno tiene que abrir la puerta. Hay que ser agradecidos, por ahí nos enfocamos mucho en lo que no tenemos y perdemos las capacidades que sí tenemos, como personas. Siempre nos fijamos en la condición, en la discapacidad. Y no en la capacidad que tenemos para realizar algo”, concluye.

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