Superó el cáncer dos veces y hoy enseña técnicas para no perder el pelo durante la quimio

Valeria García (42) tuvo leucemia y luego cáncer de mama pero los superó. Ahora enseña técnicas para no perder el pelo durante la quimio.

Con un optimismo que contagia, Valeria supo superar dos tipos de cáncer y convertirse en ejemplo para sus hijas. | Foto: José Gutiérrez / Los Andes
Con un optimismo que contagia, Valeria supo superar dos tipos de cáncer y convertirse en ejemplo para sus hijas. | Foto: José Gutiérrez / Los Andes

Cuando Valeria García Llaver repasa su vida, plagada de adversidades, podemos comprender la importancia de la actitud y que, sin importar los problemas, siempre hay una alternativa para aprender y disfrutar de la vida. Es que, luego de haber superado dos tipos de cáncer, ahora asiste a personas que atraviesan la misma situación y formó parte de las jornadas de prevención de cáncer de mama en el hospital Perrupato el último jueves.

Valeria es una médica dermatóloga de 42 años, tiene dos hijas y durante el último año estuvo en tratamiento de quimioterapia, luchando contra el cáncer de mama. Hoy, además de trabajar y ser madre, forma parte de una asociación sin fines de lucro en la que ayuda a mujeres con este tipo de cáncer.

Respecto a su historia, la médica reconoce que todo es cuestión de perspectivas. “Tuve leucemia a los 26 años, así que es la segunda vez que atravieso una situación parecida. Entonces, pensé: ‘La vez anterior me fue bien cuando la enfrenté, ahora debo hacer lo mismo’. Por suerte hoy cuento con más experiencia y entendí que hay dos opciones: o me quedo llorando o me enfrento a la situación”, resume.

La especialista se enteró de su última condición por un control de rutina en 2021, sin embargo lamenta no haberlo realizado en el año anterior. “Durante la pandemia postergué el control porque estuve trabajando mucho, por lo que fui a hacerme control en el 2021 y los resultados indicaron que tenía cáncer de mama”, cuenta.

Además, esta luchadora destaca la importancia del acompañamiento de los amigos y la familia durante este difícil proceso. “El apoyo que me han dado la familia y los amigos fue incondicional para que el proceso fuera más leve. El que tiene hijos sabe que son el motor para que uno esté bien. Mis hijas dependen cien por ciento de mí, por lo que me movilizaba a hacer todo lo que tenía que hacer para acompañarlas en su crianza”, rememora.

Valeria terminó con el tratamiento de quimioterapia este año, por lo que agrega que toda la familia merece festejar cuando el tratamiento se termina. “Cuando alguien de la familia tiene cáncer, la casa entera tiene cáncer y todos padecen el proceso de curación”, destaca la dermatóloga.

El cáncer de mama es una enfermedad causada por la multiplicación anormal de las células de la mama que forman un tumor maligno que puede afectar a cualquier mujer. La detección temprana aumenta las posibilidades de cura en más de 90%, por lo que las herramientas fundamentales para la prevención son la mamografía y la ecografía.

Foto: José Gutiérrez / Los Andes
Foto: José Gutiérrez / Los Andes

Si bien el riesgo aumenta a partir de los 50 años, los tumores de mama pueden aparecer a cualquier edad. “Mi consejo es hacer el control anualmente, y sin miedo, porque después es peor. No dejemos de ir a controles anuales, hagamos autopalpación porque es el cáncer más frecuente de las mujeres, pero es curable si se lo descubre a tiempo”, recomienda Valeria, con experiencia de sobra en el tema.

La actitud lo es todo

Valeria es un claro ejemplo de la perseverancia y la voluntad. Ella destaca la influencia de su profesión, que la ayudó a saber y entender un poco más, además de comprender que hay muchas opciones de tratamiento. La médica asegura que su mentalidad la ayudó a llevarlo de mejor manera. “En quimio hice más cosas que en otro momento, aproveché más la vida. Me decía a mí misma: ‘¿Para qué me voy a quedar en casa?’ Aunque uno no lo vea, la enfermedad tiene cosas buenas. Uno ve la vida de otra manera, te ayuda a focalizarse en lo importante”, reflexiona.

Las consecuencias del tratamiento traen aparejadas muchas consecuencias físicas, como la pérdida de pelo, la baja en defensas y la disminución de peso, entre otras. Esto lleva a que en algunos casos la autoestima se vea afectada, tanto en mujeres como en hombres, por lo tanto para muchos verse calvos es algo de lo más impactante durante la enfermedad. “Para muchos, estar pelado es sinónimo de estar enfermo y te miran distinto”, comenta Valeria.

En mi caso, usé cascos fríos para que no se me cayera el pelo. Pase todo el tratamiento con pelo, pude llevar mi vida normal, fui a actos escolares, llevé a mis hijas a la escuela, salí con mis amigas a la noche, al teatro, iba a trabajar, pude hacer todo e incluso más que antes”, relata convencida Llaver, quien estuvo brindando talleres en el hospital Perrupato para informar cómo se usan estos cascos, un tratamiento que se ha popularizado entre pacientes.

Si bien parece una frivolidad, no es así, porque la predisposición con la que uno se para frente a la vida sin que el otro esté sintiendo pena hace que uno lo lleve mejor y con más ánimo. Y las drogas, los síntomas digestivos como náuseas y los malestares del tratamiento pasan a ser un trámite”, sentencia.

¿Qué son los cascos fríos?

Actualmente existen distintos tratamientos para prevenir la caída del cabello para este tipo de cáncer. Entre ellos se distinguen dos tipos: por una parte, los equipos de cascos que se alquilan en instituciones especializadas y que son considerados un tratamiento costoso. Estos aparatos mantienen la temperatura del cuero cabelludo en 20 grados bajo cero de forma constante.

La otra opción son los cascos caseros, que se arman con los geles fríos que se utilizan para quebraduras o para mantener a temperatura medicamentos y comestibles. Si bien son especiales y específicos, se pueden adquirir fácilmente en una farmacia, pero la diferencia es que hay que congelarlos y cambiar los geles en el casco cada media hora.

García usó los cascos fríos y ahora da alternativas para pacientes con pocos recursos para aprovechar su uso. | Foto: gentileza
García usó los cascos fríos y ahora da alternativas para pacientes con pocos recursos para aprovechar su uso. | Foto: gentileza

La dermatóloga explicó que el frío en la cabeza hace vasoconstricción de las arterias y venas, eso significa que los vasos se cierran y la quimioterapia no llega al pelo. “La quimio circula por todos lados del cuerpo, pero no llega al cuero cabelludo. Si bien la caída no se detiene al 100%, con el uso del casco se da una caída difusa”, detalla.

Mediante la cuenta de Instagram quimioconpelo.mendoza se han hecho campañas solidarias para comprar cascos, prestarlos a los que necesitan y crear una comunidad de apoyo. “Sale 3.000 pesos un solo casco. En promedio, se necesita de 8 a 10 cascos para el tratamiento y no todos pueden pagarlo. Ahora, por suerte, está el tratamiento está bastante difundido y hemos podido ayudar a muchas”, agrega Valeria.

El tratamiento con cascos fríos debe realizarse desde la primera quimioterapia para que sea efectiva. El proceso es riguroso y hay que seguir pasos estrictos, pero vale la pena intentarlo. Es importante recordar que el oncólogo tiene que autorizar el uso, ya que no todos los tipos de cáncer pueden usar este tipo de tratamiento. Además, para cada paciente se determina la cantidad de cascos a utilizar, dependiendo de las horas que dura la quimioterapia. “El primer casco es el que más se siente. Lo más molesto es la anestesia, el frío, a veces dolor de cabeza, náuseas, pero por suerte la mayoría lo hemos podido hacer con ayuda para hacer el recambio de geles”, concluye la dermatóloga. En total, este proceso puede durar dos, tres o cuatro horas, dependiendo del caso.

“Hoy en día tener cáncer no es sinónimo de que uno se va a morir. Puede que eso no pase y la actitud influye mucho durante la enfermedad”, concluye optimista como siempre.

Para más información sobre el tratamiento con cascos caseros visitá www.instagram.com/quimioconpelo.mendoza

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