Escribe el Lector
Oclocracia
Esto “Se produce cuando la democracia se mancha de ilegalidad, violencia y corrupción de su clase dirigente. Y Jean Jaques Rousseau la define como la degeneración de la democracia”.
Esto “Se produce cuando la democracia se mancha de ilegalidad, violencia y corrupción de su clase dirigente. Y Jean Jaques Rousseau la define como la degeneración de la democracia”.
Los K no son políticos improvisados, tienen sentido estratégico, ellos son revolucionarios, no demócratas, también tienen un sentido religioso-heroico, dando la vida por una causa enorme, poco menos que traernos el paraíso. Por esto tienen justificación para absolutamente todo.
Entender a la política como un negocio en el que no hay reglas requiere, para su ejercicio, de un elemento imprescindible: el desprecio por el otro.
China desafió abiertamente la aplicación de una ley de seguridad nacional alegando que la policía estaba etiquetando arbitrariamente como agentes extranjeros a las organizaciones a favor de la democracia.
En la última década, aproximadamente un tercio de los ciudadanos demostró desconfianza en la utilidad del voto, según un relevamiento del Observatorio de la Deuda Social de la UCA.
En tiempos de asfixiante materialismo, del que todo vale, de la negación de los valores republicanos, bueno es recordar con unción a ese gobierno sencillo, austero, decente y por sobre todo progresista de Arturo Illia.
Por suerte, existen periodistas que ratifican con su trayectoria el valor de la palabra, el respeto por el público y no se venden al mejor precio.
Cualquiera que sea la concepción que elijamos para analizar la Democracia, se exige la realización de elecciones libres, limpias y competitivas.
El lector escribe sobre la grieta marcada en la Argentina.
Si se pretende superar la manipulación anti-política del populismo se debe abandonar para siempre el relato de un gobierno hegemónico y uniforme.
Hoy hablarán las urnas en Ecuador. Pero es difícil imaginar que de ellas salga un gobierno fuerte que pueda rescatar a ese país del laberinto donde deambula extraviado.
Lo sucedido en Estados Unidos nos recuerda que la democracia hay que cuidarla y mejorarla, pero evitando las tentaciones de empoderar liderazgos redentores.
Ahora con Biden en la presidencia pareciera que la Casa Blanca va camino a parecerse otra vez más a Borgen que a Game of Thrones. Aunque esto está por verse aún.
La insatisfacción se me ocurre no es entonces con la democracia, sino con lo que hicimos aquellos que fuimos elegidos, con los resultados de las distintas gestiones.
La locura de Trump se convirtió en un imprevisto aliciente para los muchos gobernantes autoritarios que se mantienen aún en el poder. Fanatismo y autoritarismo en la principal potencia del mundo.
Nunca mejor elemento para legitimar la continuidad de la democracia populista que achacarle la culpa a nuestra cultura.
El doctor José Figueroa Alcorta, en franca disputa con Julio Argentino Roca, logró imponer a Roque Saenz Peña como su sucesor en la presidente y la democracia comenzó a jugar su partida.
Toda renovación debe ser bienvenida en la política partidaria, pero también debe estar nutrida de procedimientos que se basen en los preceptos republicanos que la democracia debe respetar para no caer en autoritarismos u otras distorsiones.
El mayor desafío a la democracia, el comunismo, está muerto y enterrado, y sobrevive solo en países fallidos como Corea del Norte, Cuba y Venezuela. Ahora, los mayores enemigos de la libertad son el populismo y la infinita corrupción.
El nuevo presidente Luis Arce pueda tener verdaderamente el poder en sus manos, de modo de demostrarle a la región que la democracia es más sólida y confiable cuando hay alternancia, incluso internamente en cada partido o movimiento político.
En referencia a las masivas marchas y concentraciones del pasado lunes 12 del presente mes, Santiago Cafiero dijo, sin sutileza ni respeto hacia las expresiones ajenas a su ideario, que los movilizados no son parte del pueblo.
La República y la Democracia Populista tienen valores del todo opuestos, de ahí la grieta irreconciliable.