De Trump a Biden, de la barbarie a la civilización

Lo sucedido en Estados Unidos nos recuerda que la democracia hay que cuidarla y mejorarla, pero evitando las tentaciones de empoderar liderazgos redentores.

Donald Trump y el nuevo presidente de los Estados Unidos, Joe Biden.
Donald Trump y el nuevo presidente de los Estados Unidos, Joe Biden.

Hay palabras y frases añejas, que, en los últimos años, vuelven a tomar significado, y ni que hablar en nuestra región, donde, las carencias institucionales están arraigadas.

El nuevo presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, ha recordado la fragilidad de la democracia “preciada, preciosa y frágil”, dijo, en su discurso inaugural.

Es, que, después de las esperanzas puestas en la expansión de las ideas de la libertad, después de la caída de Berlín, el retroceso es evidente.

Los ejemplos en Europa Oriental, Turquía, Rusia y América Latina, lo muestran.

Algunos, no advierten la semejanza en personajes como los Trump, los Ortega, los Maduro, los Bolsonaro o  las Cristina Fernández.

Todos ellos cuestionan otra oportuna definición de Joe Biden, ante el ataque al Capitolio: “Tenemos tres poderes, iguales entre sí, nuestro presidente no está por encima de la ley”.

Mensaje claro en países como el nuestro, donde, el gobierno aspira a subordinar a la Corte Suprema a sus necesidades facciosas, o logra, que una  mayoría de legisladores le delegue facultades propias del Congreso nacional.

Los sucesos ocurridos en los Estados Unidos, donde el presidente saliente se negaba a aceptar su derrota  en el voto popular y en electores, y con un discurso falaz para enervar a multitudes resentidas, provocó el ataque al  Capitolio.

Algo parecido ocurrió en  nuestro país en diciembre de 2017, también incitado por líderes de una facción política, durante el debate por la fórmula de ajuste de las jubilaciones.

Hace pocos días, otro grupo sedicioso atacó las sedes de los tres poderes del Estado provincial en Mendoza.

Pero lo  más grave es el lenguaje de altos funcionarios para referirse a fallos de  la Corte o que un  ministro del gobierno de la provincia de Buenos Aires haya participado del arrojo de  basuras ante la sede de la Corte Suprema.

Trump fue derrotado en el voto popular en 2016, pero obtuvo la mayoría en el Colegio Electoral.

Lo interesante del caso, releyendo los debates de la Constitución de los Estados Unidos y los escritos del Federalista, es que el Colegio Electoral fue ideado para evitar que demagogos irresponsables como Trump llegaran a la presidencia.

El Colegio electoral creado por los redactores de la Constitución suponía la elección de electores libres de ataduras partidarias, pero el sistema fue reformado y con el  tiempo se impuso a los electores la  obligación de votar por el candidato del partido triunfante en el estado.

Se contradijo el sentido del sistema tal como fuera propuesto por Madison.

“La democracia es el derecho a disentir pacíficamente” ha  dicho en su discurso Biden, enfrentando la concepción del  populismo contemporáneo de imponer grietas, monopolios del patriotismo, y maniqueísmo.

El video difundido por tres ex presidentes como el republicano Bush, y los  demócratas Clinton y Obama exhortando a sus conciudadanos a convivir en paz es un ejemplo.

En lo personal siempre me pareció atinado sostener que la política debía buscar formas superiores de convivencia civilizada.

Los autócratas mostraron su gozo ante el espectáculo de la turba entrando al Capitolio.

La respuesta, que, marca la diferencia es que la turba incitada por Trump, no pudo con la  institucionalidad.

El Congreso sesionó en cuanto se la desalojó y cumplió con la formalidad de ratificar la voluntad popular y del colegio electoral.

Tampoco pudo Trump imponerse ante funcionarios de su propio partido cuando los incitó a buscar votos fraudulentamente.

También la Corte Suprema con una  mayoría de jueces republicanos de seis a tres, rechazó por unanimidad los recursos del presidente saliente con sus falsas denuncias de fraude.

La algarada no pudo ocultar el hecho principal: las instituciones funcionaron.

Hablamos de hechos, el otro aporte de Biden es recordar que democracia, verdad y transparencia están vinculados, que forman un haz indisoluble.

Oportuna advertencia, cuando desde el poder, en ese país y los que rigen autócratas y aspirantes a convertir democracias en autocracias, instalaron la idea de “verdades alternativas”  para desconocer la realidad.

La nueva administración y sus iniciativas pertenecen a la agenda del siglo XXI, la conformación de un gabinete multiétnico es una muestra,

Sin duda, además de reforzar los valores de la democracia tendrá que ocuparse en su agenda de los que se sienten excluidos ante las transformaciones en los sistemas productivos, las consecuencias de la revolución científico tecnológica, los cambios en la generación de energía.

Hay cuestiones más difíciles como la disminución de prejuicios y prevenciones ante los cambios que las migraciones han generado.

Esa es una tarea de toda la dirigencia, por lo pronto ya no se la promoverá desde el poder.

Al escribir estas líneas, el autócrata ruso Vladimir Putin, afronta las protestas de los ciudadanos, que reclaman el respeto a las libertades democráticas.

Por eso lo sucedido en los Estados Unidos nos recuerda que la democracia hay que cuidarla y mejorarla, pero evitando las tentaciones de empoderar liderazgos redentores.

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