El laudo y la tolerancia institucional de Mendoza

A pesar de las diferencias políticas, la provincia siempre demostró respeto institucional con el gobierno nacional. Es de esperar que con el laudo el presidente actúe de igual modo.

Rodolfo Suárez y Alberto Fernández.
Rodolfo Suárez y Alberto Fernández.

El caso de Portezuelo del Viento no termina de cerrarse. Todo depende del presidente de la Nación, que debe sellar con su firma su promesa de laudar a favor de La Pampa en el diferendo sobre la conveniencia o no de la obra para los pampeanos y demás provincias de la cuenca del río Colorado.

En su última visita a La Pampa, Fernández anticipó que se pronunciaría a favor de esa provincia, pero debe formalizar la decisión. Mientras tanto, Mendoza sigue a la expectativa.

En ese marco se hizo la reunión de esta semana, en Buenos Aires. Ya había sido pedida con antelación por parte del gobierno de Mendoza. Por eso la esperaban. Se trataba de buscar un mano a mano con el Ejecutivo nacional para que definiera sobre el laudo. Bien: el cónclave se hizo.

Más allá de todo lo ocurrido en el camino, el encuentro fue en buenos términos. Y no cabía esperar otra situación. De parte de Suárez, se debe destacar que nunca dejó de lado su predisposición al diálogo que en lo institucional debe imponer la relación entre la Nación y la provincia. Fue, y es, una de sus características, no solo en el sinuoso trayecto de la obra de Malargüe. Las idas y vueltas de la pandemia son otro ejemplo.

En el encuentro del jueves no hubo mucho más que decir y pedir: que se efectivice lo antes posible lo que el jefe del Ejecutivo nacional ya anticipó: que será a favor de La Pampa. Pero ese paso requiere de la firma presidencial para que se haga realidad.

Mientras tanto, Mendoza mantiene inmovilizados los fondos en dólares que surgen de los envíos de la Nación justo cuando la inflación internacional comienza a presionar sobre esos recursos. Es que una vez que el Presidente formalice el laudo a favor del estudio que requieren los pampeanos, Mendoza saldrá a la búsqueda de nuevas obras para que se pueda utilizar el monto total a percibir.

Hace dos años la decisión presidencial de volver a atrás con lo actuado hasta ese momento sobre Portezuelo del Viento puso muy a prueba la relación cordial e institucional que había dispuesto llevar adelante Rodolfo Suárez con el Ejecutivo nacional, pese a que enojo no le faltó.

No era para menos la sorpresa. Desde el Ministerio del Interior accedían al pedido pampeano de desarchivar la declaración de impacto ambiental de la obra que había aprobado la gestión de Macri y, para colmo, el Presidente avalaba la inquietud de La Pampa con uno de sus discursos por él mismo comentados, esta vez en el territorio de la vecina provincia.

De nada sirvió que en aquel tiempo Mendoza demostrara que Portezuelo del Viento fue la obra más estudiada en los últimos 40 años. Y tampoco sirvió de nada que se pretendiera recordar que, salvo La Pampa, el resto de las provincias de la cuenca se había manifestado en respaldo a la obra. Está visto que las estrategias de varias provincias varían según el color político de quienes las conduzcan, como suele ocurrir con los gobiernos neuquinos y ríonegrinos.

Pero los antecedentes de respeto a la cordialidad en las relaciones con la Nación por parte de Suárez no se limitan al conflicto por Portezuelo. En el primer mes de gestión, en enero de 2020, el Gobernador debutó en los despachos de la Casa Rosada renegociando la deuda con el Banco Nación. No estuvo Fernández en ese momento, pero sí quien era una promesa política: Santiago Cafiero en su rol inicial de jefe de Gabinete. Era positivo para Suárez y equipo que la respuesta gestual de los funcionarios albertistas resultase más que amable, porque el rótulo cornejista de algún modo Suárez lo llevaba, aunque buscara relativizar sus posibles efectos. Es que la relación entre Cornejo y el elenco K no fue ni es la mejor.

Hábilmente, a través de los meses, cada vez que se producía un intercambio de críticas entre Cornejo y los funcionarios nacionales, desde el entorno suarista se encargaban de argumentar que había dos planos bien definidos: Suárez manteniendo en la medida de lo posible una buena relación institucional con el Presidente, mientras Cornejo cumplía su rol de legislador opositor en el Congreso.

Y poco tiempo después entró en escena el coronavirus. El tremendo impacto del Covid 19 obligó a no apartarse del básico manual porque no había nada con qué combatir al virus. Suárez hizo, también, una rápida adaptación a las exigencias nacionales de una estricta adopción de medidas preventivas. Sólo hubo una escaramuza cuando Mendoza prácticamente había logrado abastecerse de respiradores y apareció en escena el gobierno nacional centralizando la compra de esos elementos. Tratando de no generar mayores tensiones, el gobierno mendocino aceptó el juego planteado desde la Casa Rosada. Tenía lógica en ese momento alguna centralidad por parte de la Nación a raíz del sombrío panorama y de la escasez de insumos. El PJ mendocino retribuyó dando el consentimiento al pedido de emergencia económica y sanitaria que pidió Suárez para la Provincia.

Por eso, en mérito a la paciencia de Suárez, traducida en respeto a la relación institucional de Mendoza con la Nación, sería bueno que el Presidente laude formalmente en no mucho tiempo más.

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