Moscú: ortodoxa y bella

Lejos de tratarse de un cliché turístico, conocer San Basilio permite apreciar una de las piezas arquitectónicas más emblemáticas y atractivas de la ciudad. A continuación uno de los íconos moscovitas (y rusos) por antonomasia.

Un castillo salido de un cuento de hadas o un palacio hecho de golosinas, son algunas de las infantiles impresiones que despierta San Basilio. Sus colores, sus texturas y sus cúpulas acebolladas, ayudan a despertar todo tipo de hipótesis fantásticas.

Sin embargo, se trata de una catedral formada por diferentes iglesias y que responde al credo ortodoxo ruso, uno de los más populares en el país, aunque oficialmente Rusia es un Estado laico.

Si forma parte de la generación que jugó al Tetris, aquel videojuego que irrumpió en 1984 y en el que había que hacer coincidir las piezas a medida que bajaban por la pantalla, probablemente vio a San Basilio una y otra vez.

Y es que este sello moscovita es la imagen que eligió su creador, el ingeniero informático Alekséi Pázhitnov, para abrir cada partida. Sin embargo, el origen de esta catedral se encuentra antes (mucho antes) que el videojuego.

Su origen

La historia coincide en que fue el zar Iván el Terrible quien ordenó construirla, como forma de conmemorar su triunfo sobre el Kanato de Kazán, un antiguo Estado tártaro. En 1554 se inició su construcción que culminó el 12 de julio de 1561, por lo que este año se cumplen 456 años de su creación.

Sin embargo, las versiones se disparan y las leyendas se multiplican cuando llega el turno de mencionar al arquitecto de esta obra.

Mientras algunos hablan de dos artífices: Barma y Póstnik, hay quienes dicen que era una misma persona (Barma Póstnik también conocida como Iván Yákovlevich Barma). Otros apuntan a un grupo de arquitectos italianos, ya que de esa nacionalidad fueron algunos de los creadores del Kremlin.

Las versiones no terminan aquí y la leyenda reza que, cuando Iván el Terrible vio la belleza de San Basilio, mandó a quitarle los ojos al arquitecto para asegurarse de que no existiera otra que pusiera en juego su hermosura. Un episodio digno de un guión de Game of Thrones. Sin embargo, para fortuna de Póstnik, algunas obras que se le adjudicaron posteriormente desmentirían esta cruel historia.

Su nombre

A más de uno quizá le sorprenda saber que el nombre original de este templo es Catedral de la Intercesión de la Virgen junto al Foso y que San Basilio es sólo la forma en que popularmente se la conoce.

Se dice que Iván el Terrible sólo le tenía miedo a una persona: Basilio. Este hombre santo que vivía en las calles y dormía en las plazas de Moscú como un vagabundo, era el único que le hacía frente al zar.

A lo largo de su vida, a Basilio se le atribuyeron predicciones -como el incendio de Novgorod- además de milagrosas curas de enfermos a través de la imposición de manos, entre otros prodigios que lo convirtieron en santo de la Iglesia Ortodoxa Rusa.

Tras su muerte, una décima capilla fue creada en este templo para albergar los restos mortales de San Basilio. Allí cada día se lo conmemoraba en misa. La tradición adquirió tal protagonismo que la gente terminó por denominar al conjunto religioso con el nombre de este santo y -a pesar de los siglos- la costumbre ha logrado sobrevivir hasta nuestros días.

Napoleón y Stalin

Ubicada en uno de los extremos de la Plaza Roja -cuyo nombre no hace referencia a tintes políticos sino a la palabra krásnaia, que en ruso actual significa roja y que en ruso antiguo quería decir bonita, como la denominaron los antiguos moscovitas- San Basilio no fue ajena a los devenires de la historia local. De hecho, en más de una ocasión los vaivenes del país pusieron en riesgo su existencia.

Se dice que en 1812 -durante las invasiones napoleónicas- se la utilizó como caballeriza y que el emperador francés tenía la intención de trasladarla a Francia. Sin embargo, las amenazas a la catedral no terminaron allí. En 1918, los comunistas cerraron la iglesia y fundieron sus campanas y en 1928 comenzó a funcionar como filial del Museo Histórico de Moscú.

En tiempos de Stalin, el complejo arquitectónico también corrió peligro. Ya se sabe que la Unión Soviética y la religión no hicieron buenas migas y que -en ese contexto- parte de los colaboradores de Stalin abogaban por su destrucción, para facilitar los desfiles masivos del régimen.

Ya sea por las súplicas que se le adjudican a su restaurador -Pyotr Baranovski- quien se enfrentó a las autoridades del Partido Comunista, o porque es un Ícono que excede sus raíces religiosas, San Basilio sobrevivió los más tumultuosos tiempos rusos.

En nuestros días

Luego de 70 años, en 1990 volvió a celebrarse en San Basilio una liturgia ortodoxa. Ese mismo año, junto con la Plaza Roja y el Kremlin, la catedral fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

En la actualidad el complejo se encuentra abierto a los visitantes, quienes pueden apreciar -en primera persona- la forma en que las diferentes capillas se encuentran conectadas y el artesanal trabajo de sus frescos interiores.

Un dato: San Basilio no sólo merece ser vista de día sino también por la noche, cuando la Plaza Roja se enciende.

Información

Horarios de verano: 10 a 19.
Horarios de invierno: 11 a 18.
Entradas: 500 rublos -poco más de U$S 8 - la general y 150 rublos la reducida.

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