La demagogia y el populismo están en todas las ideologías

En realidad, entre Podemos y Vox, Trump, los K o Milei abundan puntos comunes. Todos populismos de cualquier ideología han acentuado los problemas y agravado las crisis.

Javier Milei y Victoria Villaruel.
Javier Milei y Victoria Villaruel.

Siempre es bueno releer a los clásicos y más aún en tiempos confusos como los que atraviesa la Argentina. Es entonces oportuno recordar las formas de gobierno que explicaba Aristóteles y sus deformaciones, la monarquía que se degradaba en tiranía, la aristocracia en oligarquía y la democracia en demagogia.

Hoy estamos soportando la extensión de la demagogia a cargo de nuevos pretendientes a “salvadores de la patria”, que con cara de odio, algunas consignas simplistas y agravios constantes a los que disienten, tanto en la política como a periodistas incisivos, a los que, incluso se llega a querellar.

Grave es que esto se haga usando la palabra liberal. Desde muy joven me preocupó el manoseo de las palabras que termina alterando sus significados y confundiendo los conceptos en una Torre de Babel ampliada.

Baste recordar que los regímenes totalitarios del Pacto de Varsovia controlados por el partido comunista se autodenominaron “democracias populares”. Y Franco después de la derrota del Eje en 1945 a su autocracia la nominó “democracia funcional”.

Algunos no comprenden qué es el populismo y solo se lo atribuyen a una facción. Se me ocurre que la demagogia es lo más cercano al populismo y se está viendo que la demagogia es un mal que corroe a espacios que pretenden lograr la aceptación y el voto ciudadano atribuyéndose ser los dueños de la libertad.

Los gritones en el escenario público suelen ser los que buscan disimular la ausencia de formación y conocimiento de los problemas y menos de sus probables soluciones. Por eso descalifican a los que preguntan y quieren evaluar la seriedad de las propuestas y la factibilidad de su concreción, dudando de soluciones mágicas y facilistas. En realidad, entre Podemos y VOX, Trump y los K o Milei, abundan puntos comunes.

El país está cerca del final de un ciclo de 20 años de predominio de un intento de dinastía, llegada del sur, que en nombre de utopías logró una distopía.

A pesar del mejor escenario internacional en un siglo para nuestro desarrollo, concluirá con un país más pobre, con mayor marginalidad, crisis educativa e irrelevancia internacional y un preocupante deterioro de las instituciones y creciente decepción en el sistema democrático.

El país requiere un programa de reformas para remover el Estado corporativo que desde hace tiempo atenta con el mandato constitucional de promover y preservar el interés general. Estado levantado por una oligarquía de empresarios prebendarios, dirigentes políticos y sindicales, corporaciones profesionales protegidas por regulaciones ridículas que han provocado el empobrecimiento del país y el deterioro de su tejido social.

También se necesita fortalecer las instituciones hoy degradadas por el oficialismo y que algunos delirantes quieren seguir deteriorando. Lo vemos en quien dice representar las ideas de libertad y se muestra con personajes de tendencias autocráticas que desconocen las reglas democráticas como Trump y los neo franquistas de Vox.

Un programa para revertir la crisis requiere una dirigencia con talento, conocimiento del mundo, convicciones, equilibrio, sensatez y dispuestas a promover formas superiores de convivencia civilizada (en vez de energúmenos airados e intolerantes de la disidencia y renuentes al debate) y comprometidos con el respeto a las instituciones republicanas como el Congreso y la Corte Suprema.

A la demagogia que ha imperado hasta ahora, reemplazarla por otra de signo en apariencia distinta profundizará el deterioro social. Digo apariencia porque siempre cuando surge un salvador de la patria enseguida los rodean muchos indeseables y descartados de la política.

No son tiempos fáciles, dado el cambio civilizatorio que tiene lugar en el mundo con el desplazamiento de las bases económicas sociales surgidas de la revolución industrial. Por eso las calificaciones de izquierda y derecha, que formaban parte de las identidades políticas a partir de la revolución francesa, han perdido sentido y con ello el discurso que prevalece en el país, que más allá, de supuestas diferencias y grietas fomentadas, se caracteriza por el anacronismo y la nostalgia de un mundo pasado.

Unos añoran el 45, otros siguen en los 70, y reaparecen los valedores de los 90.

Tiempos interesantes para el análisis histórico, pero distintos e irrepetibles en el mundo actual y menos aún para los tiempos que vienen.

No sólo la demagogia no es patrimonio de una sola facción. El líder anarco que pretende apoderarse de la marcar liberal sin tener idea de su significado, sigue los consejos de Laclau que tanto usaron los K de profundizar las diferencias, agrandar las grietas e insultar a personas con trayectoria en la pelea contra la corrupción.

Los populismos pueden ser de caras distintas, lo vemos en Europa y en los Estados Unidos. Todos cualquiera sea su signo han acentuado los problemas y agravado las crisis.

En su libro “Líderazgo”, Kissinger recuerda los consejos de Winston Churchill a los políticos: “Aprendan historia, aprendan historia”.

La tragedia que costó decenas de millones de muertos entre 1939 a 1945 fue el fruto de “salvadores de la patria” que explotaron el enfado de los pueblos ante una crisis logrando esos terribles resultados.

* El autor es miembro de número de la Academia Argentina de la Historia y de la Academia de Historia Militar.

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