Educación y población, claves del resurgir argentino

Con su frase “el mal argentino es la extensión”, Sarmiento no propone un país más pequeño sino multiplicar la población.

En defensa de la ley 1420 de educación
En defensa de la ley 1420 de educación

Hace pocos días, el que esto escribe, tuvo que presentar en un almuerzo al embajador de la India. Para hacerlo, hubo que hacer un repaso de la historia milenaria de ese país, que, está rodeado por el único océano que lleva el nombre de una nación y los Himalayas.

La India el séptimo estado del mundo en extensión territorial, tiene apenas un 10 % más de superficie que la Argentina, octavo en extensión. La gran diferencia es que con solamente un 10% de territorio su población, hoy la mayor del mundo, es treinta veces superior a la que vive en nuestro país.

No queda duda que ese contraste entre superficie y población nos interpela, pues la demografía es un elemento crucial para tener en cuenta el desarrollo y las potencialidades de una nación. Ya lo advertía Sarmiento “el mal de la Argentina es la extensión”. Algunos con ligereza, vieron en esta afirmación del sanjuanino eminente, una preferencia por un país mas pequeño. Por el contrario, Sarmiento, con esas palabras está marcando la necesidad de poblar, de multiplicar la población, una de las coincidencias que tiene con Alberdi y su “gobernar es poblar”.

Regresando a la India, es interesante recordar una polémica que afrontó su primer gobernante luego de la independencia, el Pandit Nehru. El primer ministro encaró desde el primer día de gobierno una fuerte inversión en educación primaria y en promover la ciencia y la tecnología. Sus críticos decían que era un derroche “gastar” en ciencia con la pobreza y las hambrunas que soportaba el subcontinente de la India. Nehru respondía, “porque somos pobres y tenemos que evitar que esto perdure es que invertimos en educación, ciencia y tecnología”.

La Argentina tiene muchos espacios vacíos y tierras donde expandir la frontera agropecuaria. Hay caudales de agua para dar de beber a centenas de millones de personas, regar millones de hectáreas hoy improductivas por falta de canales de riego y generar energía no contaminante junto a territorios con vientos y otros con mucho sol para aprovechar esas nuevas fuentes energéticas.

Pero somos pocos y encima desde hace 30 años, con la transferencia del sistema educativo secundario y los institutos de formación docente a las provincias se inició un proceso de deterioro educativo preocupante. Salvo escasas excepciones, los gobiernos provinciales se desatendieron de la calidad educativa, cuestión ausente también del debate político nacional.

Pareciera que los problemas de nuestro país son solo los relacionados con la perdida de valor de la moneda y los subsidios a las víctimas del deterioro educacional, esos jóvenes que no son aptos para el trabajo. Eso es una parte del problema, que en realidad derivan del deterioro de la calidad institucional y de incluso la dignidad, pues sostener que para solucionar el deterioro de la moneda hay que resignarse a no tener una moneda nacional, es confesar inferioridad y renunciar a la idea de construir una gran nación como lo soñaron los padres fundadores.

En el mundo de este tiempo el mayor capital son las personas con educación. Eso ha descuidado la Argentina, disimulando el deterioro con el recuerdo de los tres premios nobel de ciencia, y de una, todavía, primacía regional en la industria nuclear, como, lo demuestra su capacidad de exportar reactores a países desarrollados como Holanda, y el INVAP.

Estamos lejos de los cien millones de argentinos educados y disfrutando del festín de la vida que soñaba Sarmiento. Tan lejos que no faltan los que proponen cerrar las fronteras, como si nuestro problema fuera la superpoblación. Desde que hace décadas se implementaron restricciones a la inmigración, a la llegada de inversiones, junto al cierre de las fronteras a las culturas, las ideas, los libros, el cine, a la competencia y la apertura nos hicimos más aldeanos, alejados del mundo, desconocedores de sus oportunidades y ventajas, como de la naturaleza de los conflictos que debemos evitar.

Algunos proponen, ante la prosperidad de algunas “ciudades estados” o de pequeños países en superficie como en población, esos modelos. No somos, con todo respeto, ni Singapur ni Irlanda. Tampoco Noruega o Dinamarca. Rusia está mostrando, además de otras debilidades, el problema de estados con extensos territorios y poco poblados. En los Estados Unidos ante los que quieren cerrar las fronteras, Milton Friedman proponía abrirlas como en el siglo XIX para incrementar la población ya que 350 millones de habitantes son pocos frente a los tres mil millones de la India y China sumados.

Han pasado más de un siglo y medio de las propuestas y también los debates encendidos y enconados hasta el agravio de Alberdi y Sarmiento. En las coincidencias entre ambos, como fue la necesidad de poblar el desierto argentino y en las discrepancias en las que Sarmiento tenía razón, como era la promoción de la educación popular y que es la acción redentora de la educación, como lo entendiera un hombre de otra generación Roca, cuando logró aprobar la ley 1420, están las claves para reiniciar el camino del resurgimiento argentino.

* El autor es miembro de número de la Academia Argentina de la Historia y del Instituto Argentino de Historia Militar.

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