Luces y sombres de Alberdi, Alem y otros próceres nacionales

El éxito de construir un país moderno en el siglo XIX se lo debemos a hombres que sumaron gran capacidad intelectual con gran capacidad de acción.

Leandro Alem.
Leandro Alem.

En los últimos años se escucha, no digo en los debates, porque no los hay, pero sí en los que frecuentan los paneles televisivos, referencias a Juan Bautista Alberdi como el personaje, que, promovió el progreso argentino posterior a Caseros y el profeta del liberalismo argentino.

En algunos vociferantes que se apropiaron de la palabra liberal en esta torre de babel donde se confunden las palabras, pero sobre todo los conceptos, parece que el tucumano fuera el padre de la organización nacional.

También en algunos escribidores surge el rescate, como otro prócer del liberalismo argentino, de Leandro Nicéforo Alem, en contraposición del supuesto populista Hipólito Yrigoyen.

Los repetidores que no se toman el trabajo de leer algo que les vendrían bien a todos y en particular a los que pretenden ocupar posiciones dirigenciales, propagan esas falacias ahora potenciadas con el enorme alcance de las redes sociales.

Basta leer y comparar el proyecto de Constitución de Alberdi y el sancionado por la Convención de 1853 a lo que hay que agregar las reformas sustanciales de 1860 para advertir que Alberdi fue uno de los pensadores más influyentes del siglo XIX, pero que la Constitución tiene varios padres, entre los que hay que ubicar a Gorostiaga y a Sarmiento en 1860.

Por otro lado ¿de qué Alberdi hablamos?, ¿del que simpatizó con Rosas, fue su enemigo y volvió a simpatizar? ¿El de ese libro extraordinario “El sistema rentístico de la Confederación Argentina”, o del que en 1870 proponía implantar la monarquía en la América del Sur?

¿Del que proponía qué hacer, pero, rechazaba la oportunidad de hacer, rechazando el ministerio de Hacienda que le ofrece Urquiza –que me parece que hizo más que Alberdi para que tengamos organización nacional- y que bregando por la federalización de Buenos Aires abandona a sus amigos de las provincias y se queda con los contrarios, cuando el Congreso se tiene que trasladar a Belgrano, en las sangrientas jornadas de 1880 con la rebelión de Carlos Tejedor?

El país no se hizo sólo porque se aprobó la Constitución. Ese fue el pacto de convivencia entre los argentinos y dio el marco para impedir nuevas dictaduras y el atropello a los derechos y libertades individuales. Pero el éxito de construir un país moderno en un desierto se lo debemos a hombres que a su enorme capacidad intelectual y cultural agregaron la capacidad de acción, de construir, de pelear batallas, a veces arriesgando la vida en combate y otras en peleas de opinión pública, en el Congreso, en los ministerios o la Presidencia. A los que regresaron del exilio y a los que se quedaron dejando atrás etapas de viejos enfrentamientos.

Otros, desde veredas distantes del radicalismo, rescatan a Leandro Alem, un personaje cuya acción política se limitó siempre a las bancas legislativas y que un historiador de filiación radical, como lo era Félix Luna, calificara en sus últimos años, como un personaje secundario. Haciendo historia conjetural, afición de los historiadores ingleses, el radicalismo hubiera desaparecido a su muerte.

Por otro lado, definir a Don Hipólito Yrigoyen, quien respetó la Corte Suprema y la libertad de prensa, y no alteró la economía liberal de la generación del ochenta como populista, es propio de los que ignoran la historia y caen, además, en la deformación de confundir popular con populismo.

No escapa a esa confusión Marcelo Torcuato de Alvear, al que ahora también se levanta como figura del liberalismo y otros como la versión conservadora, atributo este de los que creen que un apellido patricio, define una pertenencia política. El gobierno de Alvear fue de tinte liberal, aunque algunos extremistas se escandalizarían porque impulsó la extensión de los ferrocarriles del Estado y construyó con YPF la destilería de la Plata. Por otra parte, si analizamos el programa que llevó como candidato presidencial del radicalismo en las elecciones de 1937, veremos que, es un programa de tinte social demócrata, una década antes del célebre programa de Avellaneda.

Un hombre de Estado, con gran conocimiento de la historia y del mundo, como Miguel Ángel Cárcano, escribió que tanto Yrigoyen como Alvear debían ser incluidos entre las figuras de la llamada generación del ochenta. En el caso de don Hipólito no podemos olvidar que su incorporación a la Cámara de diputados en 1880, fue como integrante de la lista del Partido Autonomista Nacional que llevó a la presidencia a Roca. Esa fue la primera diferencia con su tío Leandro Alem.

Kissinger en su libro Liderazgo, escrito a los 99 años, relata su visita a Churchill siendo un joven académico y el consejo que el gran estadista daba a los políticos: “Estudien Historia”. A su vez en las conclusiones de su libro, el colaborado de Nixon en una audaz política internacional, recomienda a los políticos “lean”, sugerencia que en nuestro país insistía otro estadista, Federico Pinedo, en sus debates parlamentarios de hace 90 años.

* El autor es miembro de número de la Academia Argentina de la Historia y de la Academia Argentina de Historia Militar.

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