El adiós menos pensado de Bolt

El jamaiquino se despidió de la práctica activa con una derrota inesperada.

El adiós menos pensado de Bolt
El adiós menos pensado de Bolt

Fue un adiós esperpéntico, una última función con tintes de ópera bufa y un final inesperado, súbitamente dramático: Usain Bolt, el hombre más veloz de planeta, entre lamentos, tendido sobre el tartán.

A punto de cumplir 31 años, fue incapaz de cruzar la meta del Estadio Olímpico de Londres en la última prueba del Mundial que la estrella más rutilante del atletismo había elegido para retirarse. Inesperadamente humanizado por un vulgar tirón muscular que lo aniquiló en la última posta del relevo 4x100.

Ni sus detractores -si es que existen- podrían haber imaginado una despedida tan poco acorde a la altura del personaje.

Mucho menos el propio Bolt, que, tras colgarse sus tres últimos oros olímpicos en Río 2016, había decidido estirar su carrera hasta Londres 2017 convencido de que aún podría retirarse ganando.

"Yo hice lo mejor que pude y no sé por qué pasó lo que pasó, pero creo que pasó por alguna razón", asumiría Bolt en agosto tras chocar contra la amarga realidad que otras estrellas habían experimentado antes.

"No creo que una carrera o unos campeonatos vayan a cambiar lo que hice durante todos estos años", añadió, entre resignado y orgulloso, el único hombre capaz de surcar el hectómetro en 9,58 segundos.

Tenía toda la razón. Aunque el revés borrara por un buen rato su casi perenne sonrisa y lo privara de un nuevo y último día de gloria en las portadas de los medios de comunicación de todo el mundo.

Pero fue así y con una derrota previa en la final mundial de los cien metros -la primera y última de su carrera- cómo Bolt se despidió del deporte cuya historia cambió en la última década.

Desde que apareció en las pistas en 2007 hasta que se retiró en agosto, el velocista jamaicano enlazó victoria tras victoria, oro tras oro, récord tras récord.

Difícilmente otro humano podrá igualar sus fabulosas marcas en los 100 y 200 metros: 9,58 y 19,19 segundos, respectivamente. O su brutal palmarés: ocho oros olímpicos y 11 oros mundiales, precedidos por dos platas mundiales -en Osaka 2007- y sucedidos por un bronce mundial, el que en Londres 2017 cerró su carrera en el pódium.

Acaso tampoco nadie logre emular el carisma que convirtió a Bolt en el indiscutible rey de las pistas.

Antes que él, otros atletas habían firmado gestas deportivas memorables: los estadounidense Carl Lewis y Michael Johnson en los 90 del siglo XX y el británico Jesse Owens antes, en la década del 30.

Ninguno, sin embargo, logró tener tantos millones de incondicionales fans en todo el mundo. Ni acaparar la atención mediática de manera tan insultante para el resto de atletas.

Bolt trajo junto a sus récords estratosféricos y a sus victorias aplastantes una manera más lúdica y limpia de entender el deporte. Hizo de cada competición un espectáculo dentro y fuera de la pista, en carrera, en los prolegómenos y tras cruzar la meta.

Su gesto del arquero tras cada triunfo; sus continuas apelaciones al público; las bromas con sus rivales y esa sonrisa que ni siquiera perdió cuando el "villano" Justin Gatlin lo superó en la final de los 100 metros de Londres para apartarlo de la gloria suprema en la despedida.

Los fans sabían que, independientemente de lo que hiciera sobre el tartán -victorias más o menos contundentes, más o menos veloces-, Bolt aseguraba diversión. Y competición limpia.

Mientras sus rivales iban cumpliendo sanciones por doping (Gatlin, Tyson Gay, Asafa Powell, Johan Blake), nadie logró lanzar sobre el "Rayo" siquiera una sombra de sospecha seria.

"Después de Bolt, el mundo seguirá rodando y el atletismo, también", aseguró, Sebastian Coe, presidente del máximo organismo rector del atletismo, durante el Mundial.

"Siempre fue así y lo seguirá siendo. Ya sucedió tras la retirada de Michael Johnson y de Marie-José Perec", añadió el presidente de la IAAF, aparentemente contento con la "presión de tener que buscar nuevas estrellas".

Coe, sin embargo, sabe mejor que nadie que la retirada de Bolt obligará a su organización a dar una vuelta de tuerca al atletismo; a buscar fórmulas para que los hinchas se enganchen a sus diversas disciplinas, ya sin el poderoso reclamo del astro jamaicano.

Incluso en su versión más decadente, Bolt siguió acaparando los focos del 2017 atlético. Al nuevo año le tocará empezar a calibrar el vacío dejado por el "Rayo" que iluminó las pistas durante una fabulosa década y comenzar a esbozar cómo se llenará.

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