Aguante la ficción - Por Marcelo Fernández

Aguante la ficción - Por Marcelo Fernández
Aguante la ficción - Por Marcelo Fernández

No tenía miedo. Sólo tiritaba. Iba a la plaza y se sentaba a leer. Leía por horas. Había visto a otrxs hacerlo. Y había captado el aura que se generaba alrededor del lector, de la lectora. Jamás había visto una bala atravesar el corazón de alguien que estaba leyendo. No tenía miedo. Sólo especulaba.

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Todxs saben que unx debe focalizar la atención en una sola estrella durante unos segundos para que aparezcan todas las otras. El cielo también tiene sus egos.

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La noche es la existencia más frágil que existe. Y como todo lo frágil, da la sensación de ser todo lo contrario. Sin embargo durante milenios los guardianes de la noche la cui
dan de la única forma en que ella lo permite: mirándola.

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No soportaba ver en las películas -o leer en los relatos- que escribientes arrugaran sus papeles escritos y los tiraran. En esos momentos -y sistemáticamente- se recibía de no-escritor.

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¿Acaso leía? Había símbolos, signos, letras, palabras, ¿pero había un sentido allí? Imaginó millones de libros ardiendo en una interminable fogata. Millones de intentos arrasados por el fuego. Y, al retomar la lectura, ¿habría alguna esperanza futura en esas páginas? No había tiempo. Era obligatorio superar cada oración, cada párrafo, cada capítulo, cada libro. Suponer que no se trataba de un desperdicio de árboles. Creer que, tal vez, valían lo que vale un ladrillo o un serrucho.

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