San Martín: el gobernador que gestó una epopeya desde nuestras tierras

Historia. El Cruce de los Andes, uno de los momentos de gran relevancia del plan de liberación continental sanmartiniano, es sin duda uno de los hitos de la humanidad y especialmente de Cuyo. Constituye un acervo patrimonial de gran relevancia que ya forma parte de la idiosincrasia de la provincia.

Óleo de Pedro N. Maggi.
Óleo de Pedro N. Maggi.

Mendoza y Cuyo recuerdan cada mes de enero un hecho de gran trascendencia, en el que los mendocinos de antaño fueron grandes protagonistas: el Cruce de Los Andes, la epopeya de liberación continental que tuvo su preludio en Mendoza, siendo Cuyo la cuna y fuente de recursos del Ejército Libertador.

Aquel sublime momento en la historia de nuestra provincia destaca, a la luz de un análisis actual, como un plan estratégico de gran envergadura diseñado, ideado y ejecutado por el Libertador José Francisco de San Martín y un gran equipo de colaboradores que, elegidos y seleccionados por el propio General, pusieron en práctica aquel plan maestro. Tal plan tenía como misión la formación y adiestramiento del Ejército de los Andes, instrumento para llevar adelante la guerra de la independencia y como visión la Libertad e Independencia del Continente Americano, con objetivos estratégicos específicos como el cruce de los Andes, la campaña de liberación de Chile, y, finalmente, la expedición libertadora al Perú. Todos ellos, conforme transcurrió el tiempo –de 1817 hasta 1822– se convirtieron en hitos de la gran empresa de liberación del continente sudamericano.

Durante más de dos años, desde el mismo momento en que San Martín se hizo cargo de la Gobernación Intendencia de Cuyo y hasta la partida del Ejército en enero de 1817, Mendoza, San Juan y San Luis se convirtieron en la “Ínsula Cuyana”, donde don José (gobernante austero y laborioso, administrador talentoso y efectivo, político visionario, práctico y sagaz, pero por sobre todo vecino y amigo de Mendoza), supo inculcar en los cuyanos el espíritu de la gran empresa que día y noche lo desvelaba: “Lo que no me deja dormir no es la oposición que puedan hacernos los enemigos, sino el atravesar esos inmensos montes”. La Cordillera de los Andes iba a ser testigo silencioso e incorruptible de la valentía y entereza de aquellos hombres, mujeres y niños que pusieron el cuerpo y el corazón a tamaño sueño.

La inteligencia aguda e ingenio inquieto del Gran Capitán, no dejaron nada librado al azar: la economía, la salud, la seguridad y la educación del pueblo cuyano fueron políticas de Estado durante su gobierno, al tiempo que personalmente intervenía y se ocupaba del reclutamiento del ejército, preparaba la logística del cruce, del ganado y las caballadas necesarios, indicaba el estudio y relevamiento de datos topográficos sobre los pasos por el que atravesarían las tropas, la correspondencia secreta e informes de los espías, el requerimiento de recursos al gobierno central, la administración transparente y minuciosa de los escasos recursos pecuniarios (recordemos que el cruce significó una inversión de cerca al millón de pesos fuertes de la época, una verdadera fortuna) y la preparación del parque y la maestranza, entre miles de menesteres que pasaban por su metódica mirada.

En los cientos de oficios sobre Gobierno y Administración de Cuyo, y sobre el Paso de los Andes, encontramos órdenes y comunicaciones sobre las más variadas ramas de la administración y gobierno, por la que disponía recursos, ordenaba el desplazamiento de “máquinas y bestias”, aprovisionaba los pasos de la cordillera, en tanto ordenaba se comunicara la Declaración de Independencia dada por el Congreso de Tucumán a todos los confines del continente.

Durante los últimos meses de 1816 y primeros días de 1817, encontramos en el libro de oficios militares las órdenes de marcha del Ejército, como por ejemplo las “Instrucciones que deberá observar el coronel Don Juan Gregorio de Las Heras, comandante en jefe de la Expedición sobre Santa Rosa de Chile”. En ellas se lee: “Al valor, conocimiento y actividad de este jefe se confía la empresa de invadir a Chile por el Camino de Uspallata y al efecto observará los artículos siguientes:

“1º. Para el día 8 de febrero deberá estar precisamente sobre Santa Rosa, al efecto guardará sus marchas como juzgue oportuno.

“2º. El primer objeto que debe proponerse es el de sorprender la guardia enemiga en términos si es posible que nadie pueda llevar el aviso; si lo consigue, y con los informes que adquiera de las fuerzas del enemigo en el valle y crea oportuna el atacarlo lo verificará, y en caso de batirlo tomará y fortificará el punto Chacabuco adelantando sus partidas de caballería lo más que le sea posible sobre la capital.

“(…) 4º. Como el ejército debe caer al valle de Putaendo por el camino de los Patos, procurará por la derecha del río Aconcagua o por donde sea practicable ponerse en comunicación con el jefe de la vanguardia, bien sea por vaqueanos de su confianza o bien por oficiales disfrazados, a cuyo efecto pasará repetidos partes de sus ocurrencias.

“(...) 9º. Como su objeto principal es el de llamar la atención del enemigo ínterin el ejército desemboca al valle de Putaendo, no comprometerá ninguna acción a menos de no tener mucha seguridad de ganarla.

“(...) 14º. Sin embargo, de lo prevenido va facultado para obrar según las circunstancias y si lo cree necesario separarse de lo literal de estas instrucciones siempre que crea convenir al mejor servicio…

“Cuartel General de Mendoza, 15/01/1817. San Martín”.

Estas directivas específicas para los integrantes de su estado mayor y oficiales que comandarían las diferentes columnas del ejército (que cruzarían por Uspallata y Los Patos, El Portillo, El Planchón, Guana y Comecaballos) tenían como destinatarios, además de Las Heras, el comandante Lemos, el brigadier Soler, el teniente Paulino Amaya, el alférez Juan Gregorio Martínez, el comandante de la Expedición del Sud Ramón Freyre, y maestros de postas.

Al mismo tiempo por esos días, San Martín informaba sobre los preparativos finales de la marcha a los diputados por Cuyo, principalmente a Tomás Godoy Cruz, y a sus amigos en el norte Güemes y Belgrano; al tiempo que escribía los últimos oficios desde Mendoza a Pueyrredón y sus ministros.

Como podemos ver, aquel enero de 1817 fue un mes de gran agitación y movimiento para la tranquila y ordenada Mendoza. En forma escalonada, y según el plan sanmartiniano, los cuyanos vieron partir desde el Campamento del Plumerillo al gran Ejército Libertador de Los Andes: hombres, máquinas y bestias, comenzaron la gran hazaña de Libertar América.

Por último, el 24 de enero, San Martín escribía oficios a Luzuriaga y al Cabildo junto con su despedida al pueblo de Mendoza, que en anteriores artículos hemos transcripto, y cuyos párrafos finales recordamos por tan sentidas palabras: “Sería insensible al atractivo eficaz de la virtud, si al separarme del honrado y benemérito Pueblo de Mendoza no probara mi espíritu toda la agudeza de un sentimiento tan vivo como justo. Cerca de tres años he tenido el honor de presidirle y sus heroicos sacrificios por la Independencia y prosperidad común de la Nación pueden numerarse por los minutos de la duración de mi Gobierno. A ellos y a las particulares distinciones con que me han honrado protesto mi gratitud eterna. E indeleble en mi memoria sus ilustres virtudes, será de los habitantes de esta Capital, en todas circunstancias, y tiempos el más fiel y verdadero amigo”.

Así, tanto la Gobernación Intendencia de Cuyo, como aquel trascendental hito del Cruce de los Andes por el primer Ejército Libertador de América, liderado por nuestro ilustre vecino don José Francisco de San Martín, han quedado en el patrimonio material e inmaterial de nuestra querida Mendoza, como una marca indeleble de su historia y uno de los grandes aportes de nuestro pueblo a la historia de la humanidad.

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