La batalla cultural en las elecciones del 13 de agosto

Cada elección es importante, pero algunas lo son más: por su contexto, por lo que implican, por sus consecuencias, y sobre todo por lo que dicen de nosotros mismos.

En la política, como en la vida, cada elección es importante. Cuando elegimos optamos por algo y dejamos de lado muchas otras opciones más. A veces, lo que dejamos de lado tiene tanto volumen como lo que aceptamos. Nuestra vida, en gran medida, es el resultado de las decisiones cotidianas que tomamos, aunque a veces no seamos conscientes de ello. Cuando se trata de elegir quiénes nos van a gobernar y quiénes no, la decisión es de una envergadura trascendental

Cada elección es importante, pero algunas lo son más: por su contexto, por lo que implican, por sus consecuencias, y sobre todo por lo que dicen de nosotros mismos. Las elecciones nacionales del 13 de agosto son unas de las más importantes desde el retorno de la democracia hasta hoy. La elección no es entre un frente político u otro: es mucho más. Porque la Argentina está atravesando uno de los peores momentos de su historia reciente. A la pobreza insultante, la inflación galopante y la sensación de hartazgo y agotamiento que sentimos se suma una abrumadora decadencia cultural, entendiendo por cultura el modo en que nos vinculamos y vivimos, lo que aceptamos y lo que no, a lo que estamos acostumbrados y a lo que nos resistimos. Vamos a elegir entre dos modelos culturales distintos.

De los últimos veinte años dieciseis ha gobernado el kirchnerismo. Ese tiempo ha sido suficiente para que quedara instalada una cultura política que a los mendocinos no nos representa. Como nunca antes, con una astucia y una capacidad de tergiversación ilimitadas el kirchnerismo ha construido una realidad institucional y política caracterizada por:

- Cancelación del valor de la palabra y manipulación de los significados y los hechos.

- Subestimación del pensamiento crítico y subordinación a la obediencia incondicional a una jefatura personalista y egocéntrica.

- Arbitrariedad política y de gestión.

- Priorización del beneficio personal a costa de la legalidad y la legitimidad.

- Desmanejo de la economía y empobrecimiento sostenido.

- Transformación de la Argentina es un país inestable y en permanente zozobra, en el que pareciera que todo da lo mismo.

- Cinismo desmedido sostenido en la contradicción extrema entre lo que se dice y lo que se hace.

- Institucionalidad débil causada por la lucha encarnizada entre las facciones internas del mismo gobierno.

- Disminución de nuestra autoestima como ciudadanos de un país serio y respetado.

La lista es infinita, además de triste. Pero la reseña sirve para advertir a qué tenemos la oportunidad de decirle que no y a qué sí. Porque también al igual que en la vida nuestra capacidad de poner límites define el modo en que nos percibimos y nos relacionamos. El 13 de agosto vamos a convalidar o no a un gobierno que nació con un video de la Vicepresidenta eligiendo, ella misma y en soledad, a quien sería su candidato a Presidente. Una anomalía humillante e inédita en el mundo entero que dio origen a todo lo que vino después: una gestión para el olvido y los argentinos convertidos en espectadores obligados a ver una tragicomedia en la que tres protagonistas desarrollan personajes ambiguos y solapados. Una Vicepresidenta que ostenta el verdadero poder, un Ministro-candidato-presidente de hecho y un Presidente formal que hace un patético papel de extra. ¿ Es normal que el Ministro de Economía de una inflación record sea el candidato del partido que gobierna? ¿Es serio que la Vicepresidenta le diga públicamente a su candidato que ella hubiera preferido que no lo fuera? ¿ Por qué tenemos que soportar tanta degradación política de parte de quienes tienen en sus manos una parte de nuestras vidas? Ya nada nos sorprende, y eso permite que este proceso de descomposición se profundice.

¿Estamos condenados a seguir así?

No. Mendoza no es Formosa ni Chaco, por citar sólo dos ejemplos. Desde 2015 gobierna un equipo de hombres y mujeres con una idea clara de lo que es y tiene que ser Mendoza y que ha producido grandes transformaciones estructurales que hoy permiten hablar de una cultura y una identidad mendocinas. Este equipo es, además, el único que ha demostrado poseer la idoneidad y potencia necesarias para conducir el cambio cultural que se produjo en Mendoza y que es el que la Argentina necesita. La legitimidad de su origen y su permanencia y solidez en el tiempo garantizan, a través de los hechos, un paso adelante en la construcción de vínculos políticos, institucionales, económicos y sociales sanos. Hay medidas que se pueden compartir o no, pero no es discutible que lo que define a este Frente está en las antípodas de la decadencia política nacional.

Si la cultura es lo que nos identifica y nos hace parte de algo que es más que la suma de nuestras individualidades, las elecciones del 13 de agosto son una gran oportunidad y tenemos que aprovecharla. No es lo mismo ir a votar que no ir, como no es lo mismo votar a unos o a otros. A tantos años de corrupción ilimitada, de burla sistemática a nuestra inteligencia, de desmanejo económico, de egocentrismo e inescrupolosidad ilimitados, hay que decirle que no. Los mendocinos tenemos la mejor herramienta para hacerlo, para cuidar lo que tenemos y para decirle al país entero que aquí, en Mendoza, nuestra cultura es diferente.

Natacha Eisenchlas

Senadora provincial U.C.R- Cambia Mendoza

Presidenta Provisional del Senado

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