La balanza inclinada

¿Con qué valor se usa “prurito”? Habitualmente, lo usamos con el valor de “deseo persistente y excesivo de hacer algo de la mejor manera posible”.

Lengua de Señas
Lengua de Señas

Existen en la lengua palabras cuyo valor significativo hace que lo que se inserta a continuación tenga obligatoriamente una determinada connotación y que, si esa tendencia no se tiene en cuenta, se caiga en una combinación contradictoria. Así sucede, por ejemplo, con el adjetivo “proclive”: el diccionario nos lo define como “propenso a algo, frecuentemente a lo malo”. Debe ir seguido de la preposición “a” y de un sustantivo o construcción que señale algo negativo: “Es proclive a engordar”. “Muestra un carácter proclive a la irritación”. Hay quienes lo hacen equivocadamente sinónimo de “apropiado” y “frecuente”; ese uso es erróneo porque aquello a lo que se es proclive debe tener carácter negativo; entonces, es incorrecto decir “Es un momento proclive para hacer inversiones”; habrá que decir, en cambio, “Es un momento apropiado para hacer inversiones”.

¿Y “propenso”? Derivado de “propender” (“inclinarse o tender a algo”), como adjetivo, significa “que tiene inclinación o tendencia a algo”, pero no lleva a su lado, necesariamente, una idea de connotación negativa: podemos decir tanto “propenso al optimismo” como “propenso a equivocarse”.

¿Con qué valor se usa “prurito”? Habitualmente, lo usamos con el valor de “deseo persistente y excesivo de hacer algo de la mejor manera posible”. Como puede advertirse, se vincula el prurito a una visión optimista, a un anhelo desmedido de realizar una acción de forma correcta. Quien tiene prurito es perfeccionista y va a intentar no tener defectos en la ejecución de lo que se ha propuesto. De hecho, la expresión más habitual es “no tener prurito”: “No tengas prurito en buscar la mejor solución para este problema”.

Hemos escuchado más de una vez decir que a alguien se lo “tacha” de tal o cual cosa: ¿qué es “tachar”? La acepción que nos interesa dice “aplicar a alguien o algo un apelativo o un calificativo despectivo o reprobatorio, generalmente como crítica o censura”: “Su jefe lo tachó de loco e irresponsable”. Resultaría una incongruencia decir que a una persona la “tacharon de ser la mejor”. Este carácter negativo de “tachar” se origina en el primer valor del verbo, que es “trazar una o más rayas o garabatos encima de lo escrito o dibujado para que no pueda leerse o interpretarse o para indicar que se suprime o no vale”. De allí entonces ese sentido negativo de “poner una falta o un defecto en una cosa: “Lo tacharon de agitador”.

Algo similar ocurre con “tildar”, del cual leemos que significa “atribuir a alguien o algo una característica negativa”. La nota denigrativa va introducida por la preposición “de”: “Ha sido tildada de atropelladora”. No debe usarse “tildar” junto a adjetivos de significado positivo: “Lo han tildado de excelente” es una oración mal enunciada ya que debió decirse “Lo han considerado excelente”. Por consiguiente, “tildar” no es sinónimo de “calificar”.

Cuando se censuran las acciones de una persona a través de un mote o apodo, se utiliza el verbo “motejar”, que en su definición ya encierra una idea negativa: “Lo motejaron como ridículo por su vestimenta estrafalaria”. Dado ese carácter de censura, no se puede motejar a una persona por una acción bella o positiva. No diremos, entonces, “Lo motejaron de santo por sus obras benéficas”. Sentido negativo posee también “zaherir”, que encierra la noción de “decir o hacer algo a alguien con lo que se sienta humillado o mortificado”: “En modo alguno, deseo zaherir con mis palabras a persona alguna”. Proviene de la unión de la palabra “faz” (rostro) y el verbo “herir”; o sea, significa “herir en el rostro”.

En el polo opuesto, se ubican aquellas palabras que esperan ser acompañadas por vocablos con connotación positiva; en ese caso están “gracias”, “virtud” y “merced”. Existe, en efecto, la locución prepositiva, “gracias a”, que significa “por causa de alguien o algo que produce un bien o evita un mal”. Esta definición implica siempre que, luego del uso de la locución, solamente podremos colocar una idea positiva: “Gracias a la colaboración de gran parte de la población, se ha podido rehacer el camino deteriorado”. Pero nunca podríamos decir, por ejemplo, “Gracias al accidente, se modificó su situación laboral”, dado que el vocablo “accidente” es, por definición, un “suceso eventual que provoca daño”.

Ocurre otro tanto con la locución “en virtud de” que significa “a consecuencia de o por resultado de”, con la idea positiva de “virtud”, como “fuerza, vigor o valor”. Se dirá, entonces “En virtud de su colaboración, se ha concluido esa gran obra”. Pero no diremos, por la contradicción interna que entraña, “En virtud del choque, pudo cambiar el auto”. Similar uso es el que posee la locución prepositiva “merced a”, equivalente a “gracias a”: “Merced a la acción paciente de esta comisión, pudieron concluirse las reformas diagramadas”.

Se usa también mal el sustantivo “coletazo”; este vocablo significa “última manifestación de una actividad próxima a extinguirse”; es redundante, entonces, decir “últimos coletazos” y contradictorio, por la misma causa, unir el adjetivo “primero” a la noción incluida en el sustantivo. Diremos, pues, “Advertimos los coletazos de la larga pandemia”.

Finalmente, hay una confusión instalada entre los hablantes y es la que hace sinónimos los verbos “adolecer” y “carecer”; “adolecer” es “caer enfermo, padecer alguna enfermedad habitual; tener o padecer algún defecto”: “Habitualmente, mi madre adolecía de migrañas” (esto es, padecía migrañas) o “El camino adolece de falta de seguridad” (esto es, tiene el defecto de no poseer seguridad). Por su parte, “carecer” es “tener falta o privación de algo”, con lo cual habría una coincidencia parcial con “adolecer”, pero se debe ser cuidadoso a la hora de redactar: “El sitio carece de una buena iluminación”. Se podría decir, para significar lo mismo, “El sitio adolece de falta de buena iluminación”. Ambos verbos se construyen con la preposición “de”, pero para “adolecer” hay que procurar incluir algún término que indique el defecto: “El profesor adolece de impaciencia” será equivalente, pues, a “El profesor carece de paciencia”.

* La autora es profesora consulta de la UNCuyo.

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