Brasil y la duda sobre el día después

Son cada vez más los que en vez de hablar bien de Lula hablan mal de Bolsonaro y piden se lo saque con el voto.

Elecciones en Brasil. Carteles de Lula y Bolsonaro (AP).
Elecciones en Brasil. Carteles de Lula y Bolsonaro (AP).

El ex presidente del Tribunal Superior de Justicia de Brasil describió a Jair Bolsonaro como “un ser humano abyecto, despreciable, al que hay que evitar”.

Joaquim Barbosa agregó que el presidente ultraconservador “no es un hombre serio, no es apto para gobernar, no está a la altura, no tiene dignidad para ocupar un cargo de esa relevancia”, además de explicar lo que saben los funcionarios de Itamaraty y los diplomáticos del mundo: los gobernantes de los países democráticos tratan de evitar a toda costa cualquier tipo de contacto con él porque lo consideran un impresentable.

A Barbosa lo nombró Lula en la cúpula de la justicia, pero siempre actuó con independencia y fue quien impulsó hasta las últimas consecuencias el proceso anticorrupción llamado “Mensalao” y llevó a la cárcel a pesos pesados del gobierno petista y del PT, como José Dirceu y José Genoino.

Por eso la embestida del ex juez supremo llamando a Brasil a votar contra un presidente que públicamente ha reclamado a los militares dar golpes de Estado contra el Poder Legislativo y contra el Poder Judicial, resulta reveladora de la oscuridad que irradia el actual jefe del Planalto.

Por haber sido ministro de Justicia de Fernando Henrique Cardoso y uno de los que pidió impeachment contra Dilma Rousseff, nadie sospecharía de “lulismo” o “izquierdismo” en Miguel Reale Junior, y también él reclamó votar a Lula, diciendo que “Brasil no aguanta 4 años más de Bolsonaro, con amenazas de golpe, ataques al Tribunal Superior Federal y falta total de empatía con los que sufren”.

No hablaron bien del ex presidente y líder del PT, hablaron mal del actual jefe de Estado y llamaron a sacarlo del cargo con el voto.

A ellos se puede sumar el apoyo a Lula que un liberal de centroderecha respetable como Geraldo Alckmin hizo con un gesto inequívoco: acompañarlo como compañero de fórmula.

Lo que dicen contra Bolsonaro está a la vista de todo quien pueda sentir vergüenza ajena o estupor frente a la incontinencia barbárica, la vulgaridad, el golpismo explícito y la violencia política que lo caracterizan.

Por estar todo tan a la vista, lo sorprendente no sería que el mandatario pierda la elección de este domingo, sino que la gane o que logre pasar al ballotage acercándose en caudal de votos al que obtenga Lula. Por cierto, este es un tiempo de anti-sistema que ha permitido ganar elecciones a engendros como el filipino Rodrigo Duterte, el neofascismo italiano o el izquierdismo radical peruano con un candidato sin aptitudes para gobernar: Pedro Castillo.

También es cierto que hay indicadores económicos auspiciosos y que el gobierno inyectó mucho dinero para captar masas de votantes pobres. Pero el lado oscuro es demasiado oscuro y abarca la casi totalidad de la personalidad de Bolsonaro. Por eso los notables con vocación centrista de la política, el espectáculo, el arte, la ciencia y la intelectualidad en general han pedido el voto a Lula.

Que un estadista de la talla de Fernando Henrique Cardoso haya evidenciado con elocuencia que considera indispensable impedir que un personaje como Bolsonaro continúe siendo presidente, debería cerrar cualquier debate al respecto.

Aunque no haya sido su gobierno el que la creó, Lula no erradicó la corrupción que gangrena la política brasileña. También fue muy cuestionable su política exterior de amiguismo con líderes populistas. Probablemente, lo mejor para esta elección hubiera sido uno de los buenos candidatos de la centroderecha con los que cuenta Brasil. Pero Bolsonaro no es un candidato de centroderecha, sino un exponente exacerbado y sectario del conservadurismo autoritario.

Más que ganar Lula, lo que puede ocurrir este domingo es una derrota de un liderazgo antidemocrático. Si eso ocurre, la pregunta es qué hará Bolsonaro. El presidente lleva meses recorriendo el camino que recorrió Trump desde que las encuestas empezaron a anunciarle la derrota hasta la asonada golpista que lanzó sobre el Capitolio el 6 de enero del 2021, para destruir el proceso electoral en el que fue derrotado.

El magnate neoyorquino empezó anunciando que se perpetraría un fraude mediante el voto electrónico. Durante el escrutinio presionó a funcionarios electorales de Estados con gobiernos republicanos, luego presionó al vicepresidente Mike Pence para que impidiera el reconocimiento legislativo del resultado de los comicios y, finalmente, actuó para que una muchedumbre violenta asaltara el Congreso con la intención de alterar el orden institucional para permanecer en la Casa Blanca.

Bolsonaro lleva largos meses anunciando que habrá fraude y exhortando a una intervención castrense. Hay señales de que el alto mando militar y los ministros más sensatos lo habrían disuadido para que no patee el tablero institucional en caso de perder. Falta que lo confirme la realidad.

* El autor es politólogo y periodista.

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