Llegar tarde, esa mala costumbre

Los organizadores de eventos coinciden en que esto forma parte de la cultura local y aconsejan enviar las invitaciones con un horario anticipado.

Llegar tarde, esa mala costumbre
Llegar tarde, esa mala costumbre

Algunos aseguran que se trata de una tradición que el mendocino trae arraigada de antaño; otros, en cambio, piensan que la montaña, esa marca registrada que todo lugareño lleva como un sello invisible, tiene una influencia tan directa en la idiosincrasia local como la que ejerce la Luna en la Tierra. Por último, aquellos que analizan el tema desde lo cotidiano, atribuyen el fenómeno al agitado ritmo actual. Pero lo cierto es que, más allá de cualquier especulación, es sabido que el llegar casi siempre después del horario prefijado es tan menduco como el arrastrado acento que identifica a nuestra fonética.

Los organizadores de eventos, por ejemplo, tienen bien claro que a la hora de enviar las invitaciones a cualquier convite, es prioritario advertir a sus clientes sobre la importancia de imprimir las tarjetas con al menos una hora de anticipación. La consigna -dicen como en secreto- es justamente arrancar en el horario que en teoría sería el indicado.

"Si la boda es a las 21.30, le pedimos a la gente que en la tarjeta figuren las 20.30, porque ya sabemos de antemano que siempre existe al menos una hora de retraso", asegura Pablo Pericaz, dueño de una empresa dedicada a este rubro.

Desde su punto de vista, el hecho de que los mendocinos por lo general lleguen más tarde es ya una tradición. Incluso, en el salón de fiestas "Aires del Sauzal", ubicado en calle Tirasso de Guaymallén, hay situaciones que se repiten y las personas entran al salón a las corridas, como intentando evadirse de las miradas juzgadoras.

Pericaz afirma que otra causa que explica esta característica tan alejada de la tan mentada "puntualidad inglesa", tiene que ver con los horarios laborales de cada familia. Sucede justamente, que los días sábados -cuando hay más fiestas- los empleados de comercio trabajan hasta pasadas las nueve en muchos casos. "Es entendible también ese aspecto. Además se trata de familias con cuatro o cinco personas", justifica el empresario.

Para Rodrigo Palacios, uno de los dueños del restó bar Nitza, "al mendocino muchas veces hay que empujarlo para que arranque". Y eso, de hecho, se nota durante los recitales, no sólo porque se trata de un público un poco tímido o más difícil de "encenderse", sino porque el mendocino siempre es el que más tarda en sacar las entradas anticipadas. "Aunque informés con tiempo, la gente de Mendoza siempre tiende a comprar los boletos tres días antes del evento, como mucho", explica Palacios. Al igual que Pericaz, él ya sabe que si el horario del evento (se trate de boda, show, performance u obra de teatro) es a la siesta, la gente estará llegando recién por la noche.

Julieta Sánchez (38) es mamá de tres pequeños hijos y asegura que se identifica con el grupo que no logra estar presente a la hora indicada cuando su familia figura en una lista de invitados. La mujer explica que a pesar de que hace lo máximo que puede para llegar a tiempo, por lo general, el plan fracasa. "Siempre pasa algo que nos retrasa; parece un karma", lo toma con humor, y confiesa que todos sus allegados saben que cuando ella dice una hora, en realidad, deben esperarla varios minutos después.

En términos más analíticos, el sociólogo Leandro Hidalgo da a conocer su postura sobre el tema. Para él, las costumbres y hábitos de los mendocinos no pueden estar alejados de la cosmovisión que se ha mantenido con el paso de los años en la estructura social. Alejándose de cualquier reduccionismo, el especialista destaca que en la actualidad existe "una forma de aprender y usar el tiempo que se ha modificado en relación con tiempos anteriores".

Para argumentar su hipótesis, Hidalgo pone la mirada en la época de la industrialización. A diferencia de lo que sucedía en estas tranquilas tierras, en otros sitios se imponía cierta disciplina, como marcar tarjeta y cumplir con un sistema ordenado y mecánico. A diferencia de esto, aquí se mantuvo un ritmo más desestructurado, al menos en lo que a horarios prefijados se refiere. Predominaban entonces en las zonas rurales estimaciones relativas, como "la tarde", "a la caída del sol" o "en un rato"; todas expresiones que se mantienen.

"Hoy debe quedar un incienso de aquel mundo. Pero creo que hoy para mucha gente la nueva forma de usar el tiempo es elemental", explica el sociólogo, y remata con una reflexión: "Los relojes son distintos de acuerdo a la muñeca. La puntualidad-impuntualidad es una verdad relativa".

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