Infringir normas e infligir daños; agotar la paciencia y agostar las fuerzas - M Ramallo

Infringir normas e infligir daños; agotar la paciencia y agostar las fuerzas - M Ramallo
Infringir normas e infligir daños; agotar la paciencia y agostar las fuerzas - M Ramallo

¡Qué tramposo puede presentarse nuestro idioma cuando nos da términos que suenan y se escriben de modo parecido, pero que provienen de etimologías distintas y poseen significados también diferentes! Eso sucede cuando escuchamos utilizar como sinónimos los verbos ‘infligir’ e ‘infringir’, tan similares en su apariencia, pero con valores significativos y aplicaciones no intercambiables. Veamos por qué sucede esto.

El verbo ‘infligir’, que puede también tomar la forma pronominal ‘infligirse’, tiene el significado de “causar o causarse un daño, ya físico, ya moral, o imponerse un castigo”, también “causar un acontecimiento o un proceso un resultado negativo o perjudicial para alguien”: Ese nuevo movimiento político ha infligido una derrota impensada a los partidos tradicionales. El tribunal le infligió una pena ejemplar.  Su origen se encuentra en el verbo latino “infligere”, cuya traducción es “herir, golpear”.

Para conjugarlo, tomamos como modelo ‘afligir’; esto significa que, así como decimos Yo me aflijo por la situación o Ellos se afligieron por el estado de los asuntos, diremos Yo inflijo un nuevo castigo al culpable o Los enemigos le infligieron varias derrotas a ese pueblo tan distante.

Muchos confunden este verbo con ‘infringir’, que significa “quebrantar una ley, un precepto, un acuerdo”; también, “transgredir o no cumplir con determinada norma, pacto o costumbre”; lo vemos en Durante el pasado fin de semana, varios jóvenes infringieron la nueva ley de control de alcoholemia. Su origen latino se encuentra en el verbo latino “infringere”, que equivalía a “romper algo violentamente, por medio de un golpe o choque”. En la raíz de este antiguo verbo, se encontraba “frangere”, que traducimos como “quebrar”; de allí, entonces, la relación de estas formas con ‘fracción’ (“parte separada de un conjunto”), con ‘infracción’ (“acción que transgrede o no cumple con una ley”) y con ‘infractor’ (“que quebranta la norma”). El verbo ‘infringir’ se conjuga igual que ‘fingir’. Entonces, si digo Yo finjo ante todos estar feliz, pero en la realidad no lo estoy, diré de modo análogo No infrinjo ninguna ley en vigencia al realizar esta acción. De estos dos verbos, semejantes en su aspecto y también, en cierto modo, en su significado, se suele generar, por entrecruzamiento equivocado, *inflingir e *infrigir. Ninguna de estas formas es correcta.

He escuchado, recientemente, la discusión entre dos hablantes acerca de la existencia de tres verbos similares en su forma externa, aunque con diferentes orígenes y significados. Se trata de ‘angostar’, ‘agotar’ y ‘agostar’.

El primero de ellos se relaciona con el adjetivo ‘angosto’ (“que proporcionalmente tiene cortas dimensiones en sentido lateral, especialmente en comparación con algo de su misma clase; estrecho, reducido”); entonces, el verbo ‘angostar/se’ será equivalente a “hacer/se angosto, estrechar/se”:  El camino, a medida que asciende, se angosta”. Existe también la forma ‘enangostar’.

‘Agotar’, en cambio, tiene como acepciones más importantes “gastar del todo, consumir”, como en Los visitantes agotaron las provisiones o en Ya se agotó esa edición. También equivale a “cansar extremadamente”, como en El esfuerzo excesivo agotó mis fuerzas. Lo interesante de la etimología de ‘agotar’ nos lleva a vincularlo con “gota”; de allí, su valor como “consumir hasta la última gota”.

El tercer verbo, ‘agostar’, tiene menor uso en el habla cotidiana. Recuerdo la poesía “Aclimatación” de la uruguaya Ida Vitale, en donde la forma verbal ‘te agostas’ despertó mis dudas:  “Primero te retraes, / te agostas, / pierdes alma en lo seco, / en lo que no comprendes, / intentas llegar al agua de la vida, /alumbrar una membrana mínima, /una hoja pequeña”: ¿qué quiere decir ‘te agostas’?

Rápidamente, mi instinto me lleva a formar la familia léxica de ‘agostar’ para poder inferir cuál es su valor: el diccionario académico nos dice que este verbo se relaciona con el sustantivo ‘agosto’. Además de designar este sustantivo el octavo mes del año en honor al emperador Octavio Augusto, también puede nombrar, en ciertas zonas geográficas, la temporada en que se hace la recolección de granos. También, ‘agosto’ es sinónimo de ‘cosecha’, como el conjunto de frutos que se recogen de la tierra. Además, forma frases que se usan coloquialmente, como ‘hacer/se el agosto’, pudiéndose cambiar el artículo por el posesivo ‘mi’, ‘tu’, ‘su’, etc., con lo cual se quiere indicar “hacer un negocio, lucrar, obtener un rédito aprovechando una ocasión propicia para ello”: Juanito se hizo el agosto vendiendo remeras con el logo de ese equipo.

El verbo ‘agostar’, que también puede usarse como pronominal, ‘agostarse’, toma un primer valor: “Secar o abrasar las plantas, por el calor excesivo”, como en “A causa del violento Zonda, el campo quedó agostado”.

En relación con ese valor de aniquilación, de exterminio, se da una segunda acepción, que muchas veces tiene que ver con lo anímico: “Consumir, debilitar o destruir las fuerzas físicas o morales de alguien”, como en Una campaña tan dura había logrado agostar las fuerzas de un candidato todavía joven e inmaduro.

Dijimos de la relación de ‘agostar’ con el sustantivo ‘agosto’; en efecto, significa también “arar o cavar la tierra durante el mes de agosto, para limpiarla de las malas hierbas”: Los agricultores se encuentran agostando las tierras de la finca para asegurarse más tarde una buena cosecha. Puede también tomar el valor de “cavar la tierra para plantar viña”; en relación con el ganado, significa “pastar durante el tiempo de sequía en rastrojeras o en dehesas”.

El Diccionario por raíces del latín y de las voces derivadas, de Segura Munguía, registra ya el verbo ‘agostar’ en 1470, con el valor de “secar las plantas por el calor excesivo, propio del mes de agosto”. El refranero da cuenta de esa excesiva sequedad que torna amarillos los campos; se dice que, por el intenso sol, el mes de agosto junta las cuatro eses: sequía, sudor, sed y siesta. Encontramos los refranes: “Ni en agosto caminar ni en diciembre navegar”; “Todo lo seca agosto, menos el mosto”; “Mayo hace el trigo y agosto hace el vino”; “En agosto, en el campo, las tareas hacen primores”.

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