Aceite de oliva: las exportaciones crecieron 60% en el último año

El alto precio internacional se mantiene y en 2021 las ventas mejoraron tanto en valor, como en volumen. Esperan que la Indicación Geográfica ayude a potenciar las ventas dentro y fuera de la Argentina.

Las exportaciones se recuperan después de más de un año de pandemia / Archivo
Las exportaciones se recuperan después de más de un año de pandemia / Archivo

El aceite de oliva “made in Mendoza” tiene muy buena reputación en mercados internacionales. Incluso desde estas tierras salió un marca que ganó en 2021 el primer puesto del ranking mundial de AOVE. Si bien el sector enfrenta varias dificultades, los buenos precios ayudaron a que en 2021 se exportara 60% más que en 2020, y ese panorama podría potenciarse aún más con la reciente declaración de Indicación Geográfica (IG) para el aceite local.

Los números de ProMendoza indican que el año pasado se enviaron al exterior cerca de U$S 16 millones de aceite de oliva (en concreto fueron U$S 15.912.582), mientras que en 2020 se exportaron U$S 9.916.953. En volumen, en 2021 se exportaron 4.724 toneladas, 15 % más que las 4.115,5 del 2020. Para evitar suspicacias con la pandemia, vale aclarar que los números del último año fueron incluso mayores a los de 2019 (U$S 12 millones y 4.216 t).

Quien hoy preside ProMendoza es Alberto Cecchi, casualmente un empresario del sector olivícola, titular de Aceites del Valle. “El promedio internacional del precio de aceite de oliva a granel en los últimos 10 años está en alrededor de 2.300 dólares por tonelada. Sin embargo, los precios hoy se acercan a 4.000 dólares por tonelada.#Es un aumento sustantivo que tonifica a un productor primario que venía muy golpeado por los bajos valores de mercado”, comentó.

¿A qué se debe ese aumento del valor? Cecchi explicó que distintos factores climáticos han complicado a los principales países productores en la cuenca del Mar Mediterráneo. España produce cerca de la mitad del aceite mundial, y el sur español ha enfrentado sequías y heladas muy pronunciadas. Otros grandes productores son Grecia, Italia y países del norte de África, todos con problemas de sequía. Al bajar la oferta de aceitunas, sube el precio del aceite.

Si bien esto puede significar una buena oportunidad para el sector, hay que considerar los encarecimientos del flete, ya que en dos años, con pandemia y la invasión rusa a Ucrania, un flete de Chile a EE. UU. pasó de costar U$S 1.500 a U$S 10.000. El año pasado, el principal destino para el aceite mendocino fue Brasil (U$S 5,2 millones y 4.724 t), seguido de cerca por España (U$S 4,7 millones 1.415 t) y en tercer lugar EE. UU. (U$S 3,8 millones y 1.139 t).

Cecchi aclaró que España es un importador ocasional, ya que como es un gran productor y elaborador, “a veces compra en contraestación cuando tiene faltante”. En cambio, EE. UU. y Brasil sí son compradores habituales, con EE. UU. variando según la relación del dólar respecto al euro (analizan si les conviene comprar aceite argentino o europeo). Otros destinos destacados en 2021 para Mendoza fueron Paraguay (U$S 268.024 y 43 t) y Chile (U$S 79.335 y 22 t), mercados chicos, pero de cercanía.

Entre los fletes y el cepo cambiario

En la Asociación Olivícola de Mendoza (Asolmen) coinciden en que hay buenas expectativas para el mercado internacional, sin perder de vista los desafíos de demoras en la logística y los altos valores de los fletes. A eso también se suma la disparidad entre el dólar paralelo, que afecta a algunos costos, y el dólar divisa que terminan cobrando los exportadores (cercano al dólar oficial).

“Se estima que en Europa faltará un poco de aceite y eso nos da buenas perspectivas en mercados internacionales. Además, faltará mucho aceite de girasol, porque Ucrania es un gran productor de ese producto. Eso llevará a que los europeos usen más aceite de oliva. Por supuesto que el de oliva es más caro, pero también es más rendidor y saludable”, señaló Mario Bustos Carra, gerente de Asolmen.

Bustos Carra, que también gerencia la Cámara de Comercio Exterior de Cuyo, comentó que los precios internacionales del aceite de oliva este año van a oscilar entre U$S 3.600 y U$S 3.900 por tonelada, y que sería interesante apuntar al mercado brasileño, para no perder participación en ese gran comprador.

Gabriel Guardia, gerente de Laur (empresa que en 2021 quedó Nº1 en el ranking mundial de AOVE), cree que la oportunidad es buena, pero pierde atractivo por el cepo cambiario: “Nosotros estamos en 17 países. El problema es que cobramos con un dólar irrisorio, y cuando acá vas a comprar insumos aumentó todo. Para compensar el desfasaje tenemos que aumentar el precio en dólares y eso nos saca del mercado”.

Para tener una referencia, un aceite español puede costar U$S 2,5 y para que a Laur le cierren los costos debería vender en por lo menos U$S 4. “Nos siguen comprando por la marca, pero no con el volumen de antes. Económicamente no somos competitivos”, explicó Guardia. El primer puesto en el ranking fue un espaldarazo, pero cuesta competir con un aceite español o italiano en mercados como Japón o Corea del Sur, y ahí el precio marca la diferencia.

En el caso de Finca La Celina, de Grupo Dibiagi, producen aceitunas y elaboran aceite con destino al mercado internacional, con ventas a EE. UU. y España bajo un modelo de sustentabilidad y certificación orgánica. Edgardo Dibiagi, presidente del grupo, señaló que este año tienen la producción que hace tiempo anhelaban, pero los complica una variable que no depende de ellos: el tipo de cambio.

La producción a granel en esa finca se pensó con una idea de sustentabilidad que incluye paneles solares, reaprovechamiento de agua y uso de residuos en la elaboración. “La planta elaboradora hace toda la producción para aceites de oliva con estándares internacionales, y en el mercado interno incluimos una línea llamada Oliver Cooks”, comentó Adriana Federici, directora de Oliver Cooks AOVE.

En Grupo Dibiagi coinciden además en que la logística presenta desafíos, pero recordaron que el aceite no se puede guardar por un año para esperar otra situación y que lo importante es ver cómo afrontar esas dificultades. “Pronto vamos a participar en una ronda de negocios en Brasil. Ahí veremos si buscan aceite fraccionado o a granel. Con Estados Unidos tenemos vínculos sólidos, lo vamos trabajando con distintos equipos”, detalló Edgardo Dibiagi.

El impulso de la IG

El pasado 7 de junio, el Gobierno nacional declaró de manera oficial la Indicación Geográfica (IG) para el aceite de oliva de Mendoza. Esto permite que aquellos aceites elaborados con aceitunas mendocinas en establecimientos de la provincia puedan tener una certificación y sumar este sello en sus envases. Además, si venden al exterior recibirán un reintegro de 0,5% a la exportación (un valor no acumulable con otras certificaciones como “orgánico”).

Alfredo Cecchi explicó que el aceite de Mendoza tiene un diferencial respecto a otras zonas, ya que la cantidad de horas de frío produce un olivo con más ácido oleico: “La indicación geográfica resalta este carácter y permite un mayor precio, y un posicionamiento en el futuro. Va a depender de nosotros, pero es un paso muy importante porque reconoce la calidad de estos aceites”.

Para el presidente de Pro Mendoza, los futuros proyectos van a poder aprovechar esta indicación, ya que implicaría un plus en el precio, como pasa con las certificaciones en los vinos, porque le dan confianza al consumidor sobre un estándar de calidad (se asegura, por ejemplo, que no es un aceite mezclado).

Mario Bustos Carra comentó que, apenas se supo de la IG mendocina, la noticia tuvo eco en las principales revistas del mundo que tratan el tema olivícola. La IG, que se establece según estándares internacionales, es la primera de América Latina y la segunda no europea (después de Túnez) sobre AOVE.

“Son procesos de reconocimiento con parámetros de nivel internacional y te ayudan para comercializar. Además, el exportador que no tenga otro sello va a percibir un 0,5% más de reintegro a las exportaciones. Son todas armas que hay que saber utilizar comercialmente”, comentó el gerente de Asolmen, quien destacó que el reconocimiento de la IG implicó más de cuatro años de trabajo entre el sector público y privado.

Gabriel Guardia cree que la IG en principio ayudará en el mercado interno para que el consumidor distinga aceites de calidad y a largo plazo puede ayudar a pensar en una proyección internacional, así como hoy se reconoce el vino argentino como especial. “A largo plazo, cuando sea conocido en el mundo, la gente irá por el aceite de oliva argentino. Pero insisto: es un largo camino”, opinó el gerente de Olivícola Laur.

Para Adriana Federigi, la IG es un índice que alienta a los productores y permitirá corregir estándares de calidad y producción, posicionando a Mendoza como una zona de referencia. La directora de Oliver Cook AOVE señaló que “cuando uno vende al mercado internacional pasa por filtros muy rigurosos, y estas son herramientas para defender el producto”. De cierta forma, opinó, la IG ayuda a que el sector local esté alineado con una dirección y estándares mínimos.

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