El día de la mística leprosa

El domingo 27 de junio de 1999, en un Bautista Gargantini repleto, Independiente Rivadavia derrotó a Villa Mitre de Bahía Blanca por 2 a 0.

El día de la mística leprosa
El día de la mística leprosa

Después de 13 años de lucha para ascender a la B Nacional, Independiente Rivadavia lograba vencer por 2 a 0 a Villa Mitre de Bahía Blanca y se aseguraba la primera posición de la Zona 1 del Torneo Argentino A, a una fecha de su finalización.

El partido se suspendió por invasión de los simpatizantes locales a tres minutos de su finalización.

El festejo dejó algunas perlas: Claudio Del Bosco terminó el partido con una camiseta de mangas cortas (sus compañeros vestían mangas largas) y con el pantalón del “Chato” Rosas tras la primera invasión del público, sobre los 35’ del segundo tiempo.

El “Turco” García dejó el vestuario raudamente y se dirigió a pie hacia el santuario de la Virgen de El Challao. Y sí, promesas son promesas...

"Los hinchas me aman y yo amo a la Lepra"

En su autobiografía, “Éste soy yo”, de editorial Planeta, Claudio García dedica casi un capítulo entero a su paso por Independiente. Pase y lea.

Claudio Omar García está en nuestra provincia para, entre otras cosas, presentar su autobiografía “Éste soy yo” (Planeta). El “Turco” compone un relato totalmente descarnado de su vida: cómo pasó de ser un destacado futbolista a nivel mundial a depender de la droga y cómo debió enfrentarse a su enfermedad para vencerla. En el capítulo 8, que se denomina “Un largo y precipitado adiós”, habla de su paso por Mendoza y del ascenso con la Lepra.

“Me llamó el hijo del que era el procurador general de la Nación en la época de Menem, Nicolás Becerra, para ver si quería jugar en Independiente Rivadavia. Me ofrecieron pagarme por partido y no hacía falta que me mudara a Mendoza; podía estar de jueves a domingo. Me tentaba ir a Mendoza y, sobre todo, quería jugar un rato más. El contrato era para el reducido de diez partidos con los mejores equipos del Torneo Argentino. Se definía un ascenso. Llegué con 4 kilos de más y, como no era el primer porteño que iba para allá al final de su carrera, algunos me miraron de reojo. ‘Éste viene a chorear’, habrá pensado más de uno. Yo no venía con antecedentes buenos. ‘El Turco García vive de joda’, quizá pensaban. Pero jugué hasta los 36. Si estás de joda, no jugás hasta esa edad. Si no te cuidás, no podés jugar al fútbol. Me hicieron los estudios, corrí en la cinta, me pusieron un broche en la nariz, me tomaron el oxígeno. Parecía el perro Beethven, se me salía la baba. Todos los exámenes dieron bien. Faltaba un mes para que empezara el campeonato y me comprometí a full. Yo me quedo los cuatro meses acá, no vuelvo a Buenos Aires. Si me va bien, vamos a festejar. Si me va mal, que me puteen, pero yo no abandono este barco, me quedo acá’ dije. Eso les cayó bien a los mendocinos. Yo no quería irme el domingo a Buenos Aires y no estar si un diario me mataba o si pasaba algo con mis compañeros. Me quedé a vivir todo el proceso, ascendimos. Y ahora me aman. Jugué de 8, medio tirado atrás, en un torneo hermoso, áspero, ideal para mí. Había buen nivel. Huracán de San Rafael tenía lo suyo. La CAI era nuestro rival para ascender. Ganamos el antepenúltimo partido de local y teníamos que ir a la CAI en la última, empatamos con Villa Mitre y fue una fiesta con 14 mil personas. Había gente trepada en los árboles para ver el partido. Me aman y yo amo a Mendoza porque me trataron muy bien y porque fueron muy expresivos conmigo, a tal punto que algunos bombos de la hinchada tienen mi cara, la del Loco Vivaldo y el Lobo Cordone, que también jugaron allá”.

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