Viajes del paladar: Té Moruno

Una tradición cultural que acerca en cada sorbo a Marruecos y a su gente.

Cualquiera que haya viajado a Marruecos probablemente no haya podido olvidar su perfumado té. Esa fragancia -casi registrada- que se hace presente en sus calles, en sus casas y en sus restaurantes. Y es que en Marruecos esta bebida es toda una institución, algo así como el mate en estas latitudes. Una seña de identidad, por momentos difícil de explicar a quienes no la conocen, aunque no por eso menos real y significativa para los lugareños.

Lejos de ser un mandato viajero, de esos que rezan que no se ha estado en tal o cual lugar sino se ha hecho esto o aquello, tomar té en Marruecos es un legítimo ineludible cuando se visita este territorio. ¿La razón? Empapa al viajero de una tradición cultural arraigada que lo acerca, con cada sorbo, a este país y a su gente.

Algunos dicen que fueron los vendedores ingleses de té -buscando ampliar sus mercados- quienes instauraron esta bebida en el Magreb. Otros apuntan a la Reina Victoria de Inglaterra, quien habría introducido la bebida como forma de ayudar  a los comerciantes de vajilla británicos a encontrar, en las clases altas marroquíes, nuevos clientes a quienes vender sus productos. De una manera u otra, lo cierto es que hoy este brebaje forma parte de la vida cotidiana de cualquier marroquí.

A diferencia de Gran Bretaña, en estas tierras no hay que esperar a las 5 de la tarde. El té moruno se cuela en cualquier momento del día, desde la mañana hasta entrada la noche. Al punto de que este país se ha convertido en uno de los mayores importadores de té del mundo.

La variedad más popular es el té verde que se prepara con hierbabuena (menta) fresca -responsable de su perfumado aroma- y azúcar –que aporta el dulzor característico-. La frescura de la menta ayuda a paliar las altas temperaturas marroquíes y no importa cuánto calor haga, el té siempre se sirve caliente.

Quien viaje a Marruecos comprobará que preparar, servir y tomar el té es un ritual lleno de detalles como sucede en Japón o en China. Aunque aquí, para servirlo, se utiliza una tetera vistosa y elegante –en general plateada o dorada- y unos vasos pequeños de vidrio que suelen estar también decorados.

Nada de revolver con una cuchara para disolver el azúcar, quien lo sirve ya se encarga de eso. Para el viajero puede parecer un show orquestado, sin embargo, no lo es. Con una afilada puntería, el té moruno se sirve desde una determinada altura para que la bebida se oxigene en el trayecto. Luego se devuelve a la tetera y se vuelve a servir hasta que se encuentre bien mezclado. En las casas, el ritual suele estar a cargo del jefe de familia, que es quien prepara y sirve el brebaje. Es una tarea de hombres.

El viajero rápidamente podrá comprobar que no sólo en restaurantes o cafés se encuentra esta bebida. En algunas tiendas, hoteles y casas se ofrece como agasajo para el forastero o como señal de bienvenida. Es una muestra de hospitalidad que, bajo ningún concepto puede ser rechazada sin quedar como descortés o grosero.

Como sucede con el mate, el momento de tomar el té supone un punto de encuentro, una charla amena y una forma de sociabilizar. Hay quien dice que, té mediante, se cierran los tratos comerciales en este país.

Es inevitable volver de Marruecos con un paquete de té, guiado por el ánimo de emular el sabor, una vez que se regresa a casa. Aunque cuando se trata de esta bebida, no hay lugar como Marruecos para disfrutar de ella.

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