Miguel Wiñazki: “Esta pandemia exhibió lo peor de la gente, pero también lo mejor”

El filósofo y periodista argentino acaba de publicar “La posnormalidad”, un libro en el que reflexiona sobre la pandemia de Covid-19 que azotó al planeta y trata de ver la luz al final del camino. En esta charla, además, dice que para evaluar la gestión del gobierno con el virus hay que pensar en los casi 100.000 muertos que ha dejado.

Miguel Wiñazki
Miguel Wiñazki

Los escenarios más catastróficos obligan no sólo a la atención de lo urgente, a las acciones que buscan interrumpir el caos. También llevan a reflexionar profundamente sobre lo que ocurre, a escabullirse por los huecos del desgarrado panorama y así iluminar, con ese esfuerzo, las horas de oscuridad.

Lo dice Miguel Wiñazki en el primer capítulo de su libro La posnormalidad: “Pensar es resistir, resistir es pensar”. El filósofo y periodista, como todo habitante contemporáneo de este planeta, se encontró con la pandemia de coronavirus. Y lo que hizo, en su caso, fue tomar el testigo de lo que otros como él han hecho ante otras pestes: trazar mapas filosóficos que permitan entenderla.

Así dio a luz este libro, que acaba de publicarse y que apela a hechos históricos y al camino trazado por otros filósofos, con el objetivo de dar claridad a algo que parece, a veces, intraducible.

Pero lo hace, además, con un fin esperanzador: “Ahora mismo, el demonio tiene el carácter apocalíptico del monstruo invisible que nació en las entrañas de los murciélagos. Sin embargo, es un monstruo real. Y, tras la pandemia, una bifurcación: nos quedamos con aquellos que asuman para sí la medalla de la salvación o no habrá salvadores y la salvación será colectiva”.

En diálogo con Los Andes, Wiñazki mantiene firme esa idea: entender esta tragedia como la oportunidad de reformarnos para bien. Además, se permite radiografiar el manejo de la pandemia por las autoridades (con palabras nada halagüeñas) y evaluar el papel de los medios mientras el Covid-19 arreciaba sobre la humanidad.

- Comencemos como el libro: con una mirada luminosa puesta en el después de la pandemia. “El virus rebotó. Insistió. Persistió. Pero la vida continuó, continúa y continuará”, dice en el prólogo. ¿Cómo se hace para ver las cosas de un modo optimista?

- Es una enseñanza de la Historia. El fin del mundo ocurrió centenares de veces. Hubo guerras mundiales, atrocidades diversas, millones de personas atormentadas por regímenes autoritarios. Y la vida continuó. Obviamente, a enorme costo. Pero la vida no cesa, se renueva. Y esta situación crítica que estamos viviendo es un punto de bifurcación, y lo que acontezca después de una situación tan dramática puede que sea peor o puede que sea mejor. Y uno no dejaría de augurar esa probabilidad. Que haya rediseños sociopolíticos superadores después de la pandemia, por ejemplo. En la Segunda Guerra murieron 60 millones de personas, fue una tragedia que nunca existió antes, y sin embargo, acá estamos. Hoy vivimos una instancia dramática, grave, pero también concluir.

- La pandemia ha recibido varias miradas filosóficas. La del libro “Sopa de Wuhan” es la más conocida, pero la escuela de Oviedo en España y otros más también han reflexionado sobre ella. ¿Qué es lo más iluminador que ha leído al respecto?

- Esa clase de reflexiones perfilaron escenarios posibles tras la pandemia. Algunos consideran que los regímenes autoritarios se van a enfatizar para mal, y otros, para decirlo con trazo grueso, creen que esto será una oportunidad para que las democracias mejoren. Muy en líneas generales, esto es lo que ocurre. Algunos hablan de que se vendrá un sistema más acentuado de vigilancia ciudadana, cercano a una tecnopolicía y otros, contrario sensu, piensan que esta pandemia va a atenuar los problemas de seguridad y a generar una revolución tecnológica positiva. Lo más probable es que terminemos en una circunstancia intermedia entre esos dos polos.

- En medio de una peste es inevitable volver a la novela de Albert Camus. Allí se lee: “Algo que se aprende en medio de las plagas: que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio”. ¿Cómo hace uno para pensar como Camus cuando en la Argentina tuvimos el vacunatorio VIP y una decisión judicial que exime a los responsables?

- Primero que nada: proclamo mi admiración por Camus. Dicho esto, creo que, en efecto, en la Argentina tuvimos vacunatorio VIP y circunstancias deplorables, como el manejo arbitrario del sistema sanitario, con capitostes del Estado que malvesaron su identidad para beneficiarse y hoy son eximidos... Eso ocurrió, y seguro que, además, es mucho peor de lo que ha trascendido. Pero también es cierto que ha habido, y hay, solidaridad. No sólo en el campo sanitario, con el trabajo de enfermeros y médicos, sino también con la gente que, frente al aumento terrible de la pobreza, pone cuerpo y alma para la apertura de comedores populares. Las dos cosas ocurren. Lo que producen estas situaciones es que exhiben lo peor, pero también lo mejor.

- Entre lo peor, además, ¿no ha notado, de un lado y otro de la famosa “grieta”, cierta utilización miserable de la pandemia?

- Sí, evidentemente. La peste, está atravesada por la voluntad de poder político, y eso es una distorsión muy grave, que se mide en muertos. Porque lamentablemente así se mide la ineficacia. Lo que vemos son banderías, alardeos, épicas alrededor de un sistema vacunatorio que en realidad debe implementarse por obligación y con la voz callada... La pandemia mostró una radiografía de la miseria de la política argentina, en un tiempo alterado por la cercanía electoral. Sacó a luz la voluntad de poder partidaria, facciosa. Es tremebundo.

-Se dice que el periodismo es el borrador de la historia, pero también lo es de la filosofía. ¿Cómo se han comportado los medios ante el espectáculo de la pandemia?

- Hay que partir de que esta es una situación inédita para el periodismo. Nunca hubo una noticia que convocara la atención de todo el planeta al mismo tiempo e involucrara a todos los países a la vez. Ni la Segunda Guerra Mundial. Hoy, uno toma un diario australiano o uno argentino y esto está en todos lados. El periodismo es ambiguo. Por una parte, coloniza mentes con simplificaciones. Y por otra parte produce información absolutamente relevante. Con este hecho, las dos cosas ocurrieron. Me inclinaría a pensar que los medios de referencia, con sus pecados habituales, produjeron información relevante para la gente. Con un periodismo encubridor, esto hubiera sido aún más grave. Y está bien usada en tu pregunta la palabra “espectáculo”, porque también hubo de eso. Pero en líneas generales el desafío de informar fue cubierto. Y el desafío que viene es mayor. Por ejemplo, habría que ir a Wuhan, hablar con los científicos y ver qué pasó. Queda mucho por hacer.

La otra pandemia

Miguel Wiñazi tiene claro que las pestes exacerban las esencias personales. Eso se ve claramente en aquellos mareados por preocupaciones (a veces muy redituables) de imposiciones lingüísticas.

- Aunque parezca increíble, algunos rasgos de la corrección política fanática también se han metido en el asunto. Por ejemplo, lo de calificar con letras griegas las cepas para no “estigmatizar” los orígenes de los contagios. ¿Esa es, digamos, “la otra pandemia”?

- Sin dudas. Lo que vemos es que hay una baja tolerancia a la verdad. Y se enmarscara bajo una especie de imposiblidad de nombrar las cosas tal como son y como ocrren. ¡Si el virus viene de Wuhan, viene de ahí! Lo mismo que si una nueva cepa surgió en Manaos. Si no nombramos las cosas como son, se distorsionan. Ludwig Wittgenstein dice que el lenguaje es un mapa de los hechos. Parece que hubiera un interés deliberado por decir las cosas mal y perder el concepto del mundo. Es un procedimiento que funciona a partir de la culpa: no hagamos sentir mal… a no sé quién. Nos vamos a sentir mal si no decimos las cosas como son.

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