"Se extrañan momentos"

Sin caer en la típica nostalgia de "lo que se extrañan son los amigos y los asados", hay cosas que se extrañan más allá de esos clichés. Pese a que no soy alguien que extrañe mucho, hay cositas que cuesta olvidar o de las que se sienten "saudades", como s

"Se extrañan momentos"
"Se extrañan momentos"

Y es que no es una "cosa" lo que se extraña. Porque pese a que puedo extrañar las milanesas o el asado, la globalización ha hecho que hoy en día sea fácil comer esto estés donde estés. Con los amigos pasa más o menos lo mismo. Uno puede estar en contacto con ellos incluso más de lo que lo estaba cuando vivías en la misma ciudad. En uno de mis últimos viajes a Mendoza me encontré con los compañeros de la secundaria, a muchos no veía desde hacía casi 18 años, lo curioso es que lo mismo les pasaba a mis compañeros que vivían en la misma ciudad: nunca se veían. Y Mendoza no es tan grande como para no encontrarte en el centro un sábado por la mañana.

Entonces, ¿qué se extraña? No se extrañan las cosas, se extrañan los momentos. Se extraña el no hablar de nada con tus amigos. El asado hecho con jarilla en la churrasquera de tu amigo de toda la vida, o los chinchulines que te pone tu viejo, porque sabe que te gustan. Se extraña la sensación de no tener que explicar nada, porque todos saben quién sos, qué hacés y cómo pensás. Se extrañan esos momentos, que están anclados en nuestra memoria y queremos revivir. Estamos desesperados por sentir el placer de ver a un recuerdo, volver a tener vida.

Uno extraña eso que tiene en la memoria e intenta replicarlo una y otra vez. Hasta con los olores, si fuese posible. Sin embargo, no siempre funciona. No es lo mismo. Incluso muchas veces es una trampa en la que creemos que las cosas serán como eran y rara vez lo son. Pero seguimos intentando. Seguimos buscando esas memorias para poder ser felices. Para poder tener algo desde donde construir nuestro futuro fuera de nuestra ciudad natal sea posible. Aunque sea inconscientemente.

Cuando uno vive fuera, deja de ser "el hijo de", "el amigo de", "el que fue a ese colegio", porque fuera vos sos sólo vos. Sin toda esa fortaleza, sin toda esa coraza social que construiste durante años. Cuando uno se da cuenta de eso, da miedo. Porque obviamente te sentís solo. Indefenso. Entendés que estás vos por vos solo y aunque no te des cuenta, no querés perder esa seguridad que te transmite la memoria.

Siempre digo que la gente que vive afuera se divide en dos: los que "viven" afuera y los que "están viviendo" fuera. Los primeros, tienen muy poca conexión con lo que pasa en su ciudad natal, intentan crear nuevas memorias en su ciudad de residencia, mientras los segundos, viven constantemente linkeados a su origen. Cada mañana abren la página de noticias de su provincia, se juntan con gente de su provincia, hablan de cosas que pasan en su provincia, saben exactamente todo lo que allí acontece, pero a miles de kilómetros de distancia.

Yo veo que ambas son formas de sobrevivir. Una desde uno mismo, el otro desde una memoria que no quiere que desaparezca. No hay mejor o peor. Hay diferentes formas de llevar adelante un sentimiento con el que todos los emigrantes tenemos que convivir y que las memorias ayudan a conllevar: la soledad.

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