Riesgo ambiental: es necesario hacer más para salvar el planeta

Es tiempo de trabajar en conjunto en objetivos obtenibles que se inspiren en una cultura de paz, racionalidad, y respeto a la biodiversidad.

Riesgo ambiental: es necesario hacer más para salvar el planeta
Riesgo ambiental: es necesario hacer más para salvar el planeta

El protocolo de Kioto de 1997, que fue tal vez, la primera conferencia mundial significativa para el tratamiento del riesgo ambiental a pesar de que nunca estuvo rubricado por la primera potencia del mundo y otros poderosos. Aun así, cerca de 180 estados en ese momento estuvieron de acuerdo con este instrumento que ha reflejado la postura consciente de la mayoría del universo en favor de la protección del MA (medio ambiente).

Numerosos eventos relevantes acontecieron posteriormente como, por ejemplo, la publicación en 2006 del libro "Una Verdad Inconveniente" cuyo autor es el ex-vicepresidente norteamericano Al Gore, posteriormente galardonado con el Premio Nobel de la Paz, junto con el IPCC (Panel Intergubernamental para el Cambio Climático) y que representó el primer reconocimiento importante del origen antrópico del calentamiento global.

En ese mismo año, el economista inglés Nicholas Stern calculó que mitigar el riesgo ambiental global requeriría 2% del PBI mundial y que, de no hacerlo ese riesgo, en su versión mínima, podría llegar hasta el 5% alcanzando hasta el 20% en su versión más severa.  

Una voz con repercusión

La Encíclica Papal "Laudato Si" sobre el cuidado del planeta lanzada por el Papa Francisco en junio del 2015, fue otro acontecimiento importante en el mapa ambiental, no porque fuera un texto de contenido innovador sino porque representó una verdadera provocación a la sociedad mundial para discutir el tema. De hecho, obtuvo sus resultados a juzgar por el apoyo de importantes organizaciones dedicadas a la investigación científica, como por ejemplo Nature, Science y La Recherche, además de investigadores, activistas y políticos, cuya lista integran, entre otros, Leonardo Boff, Naomi Klein o Barack Obama. No obstante, los negacionistas como el partido republicano de EEUU y varios medios de comunicación mundiales, hicieran conocer sus críticas al mencionado documento. Finalmente, la asamblea general de las Naciones Unidas celebrada en setiembre del mismo año con el propósito de aprobar La Agenda 2030, hasta llegar en diciembre a la reunión de París (COP 21), la cual actualizó y mejoró el acuerdo de Kioto al que finalmente adhirieron más países y aun Estados Unidos bajo la administración del presidente Obama. Claro está, ad-referéndum de la aprobación del congreso estadounidense, algo que hasta ahora no ocurrió.

Un año clave

Para resumir, podríamos decir que el año 2015 puede significar tal vez el principal hito político mundial destinado a combatir el calentamiento global. La convergencia de estos hechos ha potenciado el conocimiento sobre el tema y sensibilizado a la sociedad sobre la necesidad de tomar decisiones más drásticas, útiles y detalladas tendientes a mitigar los riesgos de una catástrofe.

En la segunda mitad del siglo XX el ideario político–económico de la época era el desarrollo, especialmente en el mundo occidental, un proceso entendido como un modelo que incluye factores como el crecimiento productivo, el ingreso per cápita, la escolarización, la expectativa de vida de los individuos, regímenes de propiedad, y ciertas instituciones políticas y comerciales.

Las potencias occidentales, fueron las principales sedes de este proceso, pero también las clases altas y medias de los países emergentes del sur (Desarrollo Non Sancto, Adrián E. Beling y Julien Vanhulst, Siglo XXI, 2019) todo ello fomentado por instituciones internacionales como el BM, FMI o la OMC, y también, desde lo privado, por el impulso intereses relacionados con las grandes industrias, principalmente aquellas que funcionan con uso masivo de la energía que era obtenida principalmente de fuentes fósiles. Ya a partir de la década de los '70 comenzaron a aparecer otras instituciones que mostraban diferencias significativas entre el concepto de desarrollo reinante hasta ese entonces, según lo descripto, con una nueva concepción basada en el desarrollo social. Así, el PNUD (Programa de Naciones Unidas para el desarrollo) el Pnuma (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente) y la mayoría de las ONG internacionales de la llamada "cooperación para el desarrollo" suscribieron esta idea. (Wolfang Sachs, 2017). Allí tuvo su origen la Agenda 2030 que definió los objetivos del desarrollo sostenible.

Por ahora existe la postura en la cual ciertos grupos o países poderosos son renuentes a aceptar el cambio climático y sus consecuencias, aun sabiendo que esto no será por mucho tiempo porque la tierra tiene un límite geográfico que cuando llegue producirá cambios económicos y sociales inevitables que harán insostenible el estilo de vida actual. Esto irá exigiendo una rápida reconversión que consistiría en nuevas formas de relacionarse con la naturaleza, con los procesos productivos, el consumo y con la distribución de bienes que ya ha empezado, aunque tibiamente. 

Las calamidades humanas como el hambre, la pobreza, el consumismo, la contaminación ambiental, la corrida armamentista, o las pestes como la pandemia que ahora estamos soportando, nos empujan a buscar soluciones duraderas que van más allá de la tecnología. 

Por ello es tiempo de trabajar en conjunto en objetivos obtenibles que se inspiren en una cultura de paz y racionalidad, de tolerancia y respeto a la biodiversidad, y de espíritu comunitario, entre otros, que bien se necesitan como en estos momentos de crisis humanitaria temporal y mucho más en un estado de situación duradera como lo es la crisis ambiental.

No debería haber espacio para una relación predatoria del hombre hacia la naturaleza como la que hoy estamos presenciando. El acuerdo de París del 2015 es el marco para que ello ocurra y una vez superadas las consecuencias de la actual pandemia habrá probablemente algunos cambios de paradigmas y tal vez una nueva manera de pensar el mundo que queremos en lo que debería ser un debate planetario.

El consumismo masivo al que casi todos los políticos y líderes empresariales adhieren significa depredar el planeta por la gigantesca presión sobre los recursos naturales que ejerce y también hasta poner en riesgo nuestro bienestar físico por el uso excesivo de la energía que afecta el funcionamiento de la salud humana a través de la electropolución.

El mundo necesita más racionalidad y la naturaleza un descanso. Se puede ser feliz con menos y es necesario que esto forme parte de nuestra conducta.

A lo mejor, cuando el coronavirus y su terrible e irrecuperable costo de vidas humanas haya pasado, quizá nos deje la reflexión de que podemos y debemos vivir mejor, sin riesgos sanitarios, ni ambientales y así recuperar la esperanza de una vida sustentable.

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