Una criatura nacida del vientre de la anarquía

Llegue a la presidencia o no, Javier Milei es apenas una circunstancia de este tiempo que nos tocó vivir. Pero también, llegue a la presidencia o no, Javier Milei es la circunstancia política más importante de estas elecciones porque, sin proponérselo, expresa mejor que el resto a una sociedad desesperada que arrastraron al borde de la anarquía. Él no buscó a sus votantes, sus votantes lo encontraron a él porque sienten que su enojo e indignación es igual al de ellos. Milei no es ninguna casualidad, es la más pura y total causalidad.

Milei y Barrionuevo (Archivo).
Milei y Barrionuevo (Archivo).

A diferencia de los gobiernos del matrimonio Kirchner, que alimentaban dentro suyo gérmenes autoritarios, la presidencia de Alberto Fernández desde que se inició contuvo dentro de sí los gérmenes de la anarquía, que se fueron desplegando y profundizando con el transcurrir de los acontecimientos. Desde la incapacidad para resolver equilibradamente la pandemia hasta la contradicción insalvable con una vicepresidenta que siempre fue el verdadero poder bajo el trono pero que nunca quiso hacerse responsable de nada. Hace un año el gobierno de Alberto implosionó y si no sucumbió fue porque apareció otra invención del peronismo que jamás se resiste a perder el poder aunque ya no lo tenga: Sergio Massa, un hombre que simulando asumir la conducción de un gobierno cuyo presidente había sido superado por las circunstancias, en realidad lo que hizo fue usufructuar lo que quedaba de este gobierno fallido para ir construyendo el suyo. Quemó las naves. Pero también, como Cristina, diciendo que él no tenía nada que ver con el desastre albertista. Surrealista pero real. Y así, con los nuevos (y muchísimo más caros) panes dulces y sidras massistas llegamos malamente a este momento. Con delirantes previajes y rebajas de impuestos a pura vía de emisión, sin reducir ni un peso el déficit, con su lógica consecuencia de estar inmersos al borde de la hiperinflación.

Y a diferencia del gobierno de De la Rúa, al cual la anarquía se lo llevó puesto apenas ésta estalló, el gobierno de Alberto, gracias a contener dentro suyo al peronismo, pudo sobrevivir a la anarquía que él mismo gestó. Con lo cual no mejoró nada, sino que prolongó la agonía. Estamos en presencia de algo tan raro como un no gobierno que no cae pero que tampoco está parado. Difícil de explicar. Por eso, de su vientre nació un personaje extraño y hasta hace poco impensado (aunque las experiencias internacionales nos indicaban que algo raro se debía estar gestando por debajo o más allá de la política instituida) que se propone superar este gobierno anárquico reivindicando las banderas ideológicas de la anarquía. O al menos de cierto tipo de anarquía: la eliminación de toda la elite dirigencial a la cual él llama casta, y la eliminación del Estado, al cual él considera el origen de todo mal.

Además, luego de casi dos décadas donde se intentó colonizar el Estado y la sociedad con una ideología populista de izquierda arcaica, el contenido con el que se expresa el autodenominado “anarquismo libertario” de Milei es con un reacción populista hacia la ideología opuesta, de un modo drásticamente extremo.

En 1983 empezó a construirse la república liberal, con resabios corporativos del pasado. Luego, con la anarquía de 2001 se impuso la república corporativa, con resabios liberales. Ahora la república no funciona porque no hay gobierno y las corporaciones giran solas a la espera de alguien que reconstruya la “comunidad organizada” que los siga defendiendo en tanto grupos de interés donde cada cual se mira el ombligo totalmente desligados del interés general. Massa se ofrece como su expresión. JxC quiere recuperar la república liberal perdida. Milei pretende refundar la república bajo bases distintas que no necesariamente son nuevas. Quiere terminar no sólo con el Estado propietario sino con el Estado de los derechos sociales transformando al mercado en el único regulador de las ofertas y demandas públicas, no solo económicas, sino también políticas y sociales. Tolerando la centralidad estatal solo en defensa, seguridad y justicia donde ubica nada menos que a su vicepresidenta, o sea la pata militar de su partido. El resto, se trata de privatizarlo incluso la educación. Y la salud. Y todo. Así de grande es la reforma que al menos en su programa conceptual, aunque se cumpla en varias etapas, propone Milei. Es mucho más que volver a Occidente, es mucho más que recuperar el menemismo. Ha puesto como caballito de batalla, para que se entienda, la guerra contra la “justicia social”, a la que considera un robo, ya que cada uno es dueño de todo lo que es suyo y si el Estado lo obliga a distribuir una parte, lo está robando. Cada uno debe vivir solo de su esfuerzo y no recibir nada de los demás, ni siquiera del Estado que sólo sirve para regular las acciones entre particulares y apenas algunas acciones. Porque, y esto es lo gravemente transgresor en Milei, el principio organizador de la Nación deja de ser el que se constituyó en 1880 con la creación del Estado nacional. El Estado, según todos los manuales, es la nación jurídica y políticamente organizada. Para Milei, en cambio, el principio organizador de la sociedad es el Mercado, al cual define como la nación económica y políticamente organizada. Son innumerables los cambios que ocurrirían en el Estado y la sociedad de aplicarse esta concepción, aunque sea como mero principio orientador. Algo que por lo demás, nunca se aplicó en ninguna parte.

Pero esa ideología sumamente abstracta y que no tiene precedentes en el resto del mundo, como toda cosa tirada hacia los máximos extremos, cuando se concreta en la realidad, más que el despertar de un nuevo futuro, se encuentra sostenida por varios significativos usos del pasado que también vienen a competir culturalmente contra el sentido común que el kirchnerismo buscó imponer durante su hegemonía. E incluso va más allá: si esta democracia en 1983 se instituyó reivindicando la Constitución nacional contra los pactos corporativos expresados en ese entonces en lo que Raúl Alfonsín denominó el pacto militar sindical, Javier Milei recupera del pasado un estilo y un contenido que trae remembranzas de un nuevo acuerdo entre cierto tipo de sindicalismo y cierto tipo de concepción militarista. El primero expresado en su alianza con Luis Barrionuevo, el segundo expresado en las ideas de su candidata vicepresidencial, Victoria Villarruel, ideas que él también reivindica como suyas e incluso a veces más exageradamente que ella.

Milei encontró en Barrionuevo una punta de lanza muy importante para acercarse al mundo sindical que hoy mayoritariamente defiende a Sergio Massa. Que es un sindicalismo poderoso pero decadente, que le hace actos celebratorios a un gobierno que todos los días le quita poder adquisitivo a los trabajadores. Sin embargo, Massa los cooptó con rebajas de impuestos como el de ganancias, que en realidad sólo benefician a los trabajadores que podrían denominarse la aristocracia laboral, esos que ganan entre un millón y casi dos millones de pesos. La inmensa mayoría de los laburantes nada tiene que ver con ellos, como los capos sindicales nada tienen que ver con la mayoría de los laburantes. Barrionuevo, que posee tanta lucidez como falta de escrúpulos logra las simpatías de Milei al proponerse como su aliado en una reforma laboral que liberalice las relaciones de trabajo pero que sea aceptado por el sindicalismo. Para ello Barrionuevo imita al sindicalista Augusto Timoteo Vandor que en 1966 apoyó al militar golpista Juan Carlos Onganía que derrocó a Arturo Illia, a cambio de un precio fabuloso: los militares le cedieron a los sindicatos el manejo de las obras sociales. A partir de ese momento los jefes sindicales se transformaron primero en empresarios de la salud y luego en multimillonarios como lo son ahora. ¿Qué tiene en mente Barrionuevo? Que como Milei dice que no tocará los planes sociales pero que se los sacará a los movimientos sociales, el pícaro sindicalista cree que el libertario no le debería dar la administración al Estado (nacional, provinciales y/o municipales) porque considera, como buen anarquista, que el Estado es perverso. Entonces le sugiere que sean los sindicatos organizados los que manejen los planes sociales. Con lo cual multiplicarían al infinito su poder. Algo que el peronismo difícilmente les daría, y ni que hablar de JxC cuya candidata, Patricia Bullrich es la principal enemiga del sindicalismo tradicional.

Así como el kirchnerismo nos hizo retroceder a la década del 70 con su reivindicación de las ideas del viejo peronismo de izquierdas y considerando como el enemigo principal al “neoliberalismo”, Milei, en las antípodas, nos quiere hacer volver incluso un poco más atrás, a la época de la guerra fría, considerando socialista o comunista a todo quien no sea liberal. Para él, ejemplo de comunista real en la Argentina más que Myriam Bregman es Horacio Rodríguez Larreta por sus propensiones socialdemócratas, al cual le agrega casi todos los radicales y en particular Raúl Alfonsín a quien hasta trompea poniéndole su cara en una bolsa para practicar boxeo. Cuando la mayoría de los jóvenes no tiene ni idea de qué fue el comunismo, los convoca a una guerra contra el mismo en nombre de viva la libertad, carajo. Por lo menos los abuelitos peronistas de la JP que lucharon en los 70, cuando subieron los Kirchner, aún vivían, y por eso, recuperando una segunda infancia, le enseñaron a los camporistas jóvenes los rudimentos de su ideología cavernícola. Pero en realidad esta idea demodé de considerar comunista a todo quien piensa distinto (propia del macartismo norteamericano de los años 50) no es lo más importante, casi sería una anécdota de color de no ser que Milei, con el asesoramiento ideológico crucial de Victoria Villarruel, se propone cuestionar el consenso democrático del “Nunca Más”, que hasta ahora ningún presidente había cuestionado. La película del año pasado, “Argentina 1985″, que narró el juicio a las juntas militares parecía la culminación cultural definitiva de la idea democrática, donde toda la sociedad, aún los muchos que no aceptaban el sectarismo y la ideologización kirchneristas en el tema de los derechos humanos, estaban de acuerdo en condenar definitivamente al proceso militar como un genocidio que perpetró delitos de lesa humanidad. Y conviene aclarar que en el juicio a las juntas también se juzgó a las jefes de la guerrilla y que, si bien Menem indultó a todos, jamás fueron considerados inocentes de sus delitos, ni militares ni guerrilleros. Siguen siendo culpables, ambos, de crímenes atroces. Pero Milei retoma el concepto sostenido por los militares del proceso de que lo que ocurrió fue una “guerra” donde los militares cometieron “excesos”, y nada más. No es equiparar culpables, es intentar desligar culpabilidades de los militares, como muchos kirchneristas quisieron desligar culpabilidades de la guerrilla. Pero siendo institucionalmente mucho más grave desligar a un gobierno de facto que dominó la Argentina durante 7 años. Es un retroceso cultural significativo. Es una inversión total de los términos. Atacan la ideologización K del CONICET, del INCA, de Paka Paka, de la tevé pública, de los derechos humanos, para lo que no le faltan razones porque realmente el kirchnerismo los ideologizó. Pero no quieren volverlos neutrales, objetivos, quieren privatizarlos, cerrarlos o sino cambiar una ideología por otra. Lo cual no es avanzar hacia adelante, sino volver raudamente atrás.

Así como la anarquía con la implosión del menemismo generó el kirchnerismo, la anarquía por la implosión del albertismo generó un vacío que está siendo ocupado por una expresión extrema en actitud e ideas. Milei es una criatura nacida del viente de la anarquía peronista. Sólo este tremendo fracaso del gobierno puede generar una reacción contraria semejante. No hay casualidad alguna ni azar alguno en la aparición de Milei, es un producto casi explicable científicamente de la causalidad plena. De no haber sido él hubiera aparecido otro. Un vacío tan estridente como el que generó este horrible gobierno, no puede tener solo como alternativa a un institucionalismo republicano liberal.

En fin, que Milei sea todo esto que estamos diciendo, no lo sabemos, se trata de conjeturas en base a sus declaraciones, porque es un hombre sin pasado y sin dirigentes. No se sabe nada de él porque no hay mucho que saber, salvo una personalidad en principio compleja. Por eso puede ser esto que se presenta u otra cosa, como hizo Menem. Veremos. Pero lo cierto es que Milei no vino hacia su candidatura presidencial sino que la candidatura fue hacia él, porque la gente más que alguien que lo “represente”, busca a alguien que “exprese” su enojo contra el actual estado de cosas y sus responsables. Y alguien más enojado que Milei y más capacitado para comunicarlo mediáticamente, parece difícil de encontrar.

En el fondo, no estamos hablando particularmente de Milei, que puede ser solo una circunstancia o no, u otra cosa muy distinta a lo que parece ser. Está cerca de ser presidente pero aún en el caso de no serlo, es el hecho más importante que ha producido este proceso electoral. De lejos. Por las disrupciones que propone, tanto en su concepción ideológica como en su regreso a cuestiones muy cuestionables del pasado nacional. Pero insistimos, Milei es solo una circunstancia, de lo que realmente estamos hablando, donde hay que profundizar es en un tiempo y una ciudadanía golpeadas hasta la desesperación y, por ende, actuando desesperadamente. Defendiendo incluso cosas hasta irracionales pero absolutamente lógicas y comprensibles cuando a un país se lo empuja hacia la anarquía como se hizo en el 2001/2 o ahora en 2023. La anarquía no es bonita, es lo que es. Tampoco tiene que ser bonito quien fue elegido para encarnarla. Porque esta vez, a diferencia de 2001/2, la anarquía construyó una encarnación humana, lo que quizá indica que estamos en un grado de decadencia aún más profundo y peligroso que el de principios de siglo.

* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar

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