Otra marca trágica en la historia de los armenios

Habrá que ver si, para las potencias de occidente, el petróleo y el gas azerí, necesario para reemplazar la dependencia de los hidrocarburos rusos, vale más que las vidas y la historia de los armenios en sus tierras ancestrales.

Se recrudece el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán
Se recrudece el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán

Goethe llamó “impulsos oscuros de la historia” a los momentos que engendran liderazgos brutales con designios exterminadores. El judaísmo askenazí padeció esos “impulsos” con Catalina II empujándolos hacia las fronteras occidentales de Rusia y prohibiéndoles ingresar a las ciudades, y con el nazismo industrializando el aniquilamiento en los campos de concentración.

Dos genocidios acompañados de limpiezas étnicas habían antecedido al exterminio de los judíos en Europa. El primero se perpetró en 1904, cuando las tropas alemanas del general Lothar von Trotha masacraron en Namibia decenas de miles de hereros y de namas, dos grupos étnicos nativos de ese país africano.

El segundo fue el genocidio armenio de 1915. Esa misma nación está sufriendo en estos días una nueva limpieza étnica en tierras que habitan desde tiempos remotos. Los está expulsando de Nagorno Karabaj el autócrata azerí Ilhan Aliyev, luego de doblegarlos con dos fulminantes ofensivas militares lanzadas con el respaldo en armamentos y asesoramiento táctico y estratégico de Turquía.

La guerra en Ucrania y el problema en el abastecimiento de gas y petróleo que ese conflicto generó a Europa, crearon las condiciones para que Azerbaiyán pueda atacar sin encontrar trabas externas.

A renglón seguido, Bakú anunció la disolución del estado armenio que existió en las últimas tres décadas. Y el mundo vuelve a encontrarse con un éxodo de armenios.

La Primera Guerra Mundial fue la cortina detrás de la cual el régimen de los Jóvenes Turcos perpetró el genocidio armenio, que había comenzado por goteo a fines del siglo XIX con las masacres ordenadas por el sultán Abdulhamid II.

Desde Occidente, los pocos que se asomaron a la ejecución brutal de los designios panturánicos fueron antisemitas alemanes, que tomaban nota porque ya incubaban planes de exterminio.

En Namibia, el ejército alemán había asesinado y deportado a unas setenta mil personas entre hereros y namas. Pero la sistematización del exterminio y la deportación que erradicaba a los armenios de sus aldeas en Anatolia implicaba una escala inmensamente mayor.

Al comienzo del siglo XX, sólo los británicos ayudaron a los armenios a defender sus territorios en Transcaucasia de las embestidas otomanas. Pero Lenin entregó Najicheván a los turcos-azeríes y, en la década del 20, con masacres y deportaciones en masa, Azerbaiyán ya había vaciado de armenios a Najicheván.

Stalin terminó de transferir la soberanía Nagorno Karabaj a los azeríes. Pero mientras armenios y azerbaiyanos estuvieron dentro de la Unión Soviética, los riesgos de limpiezas étnicas eran bajos. Por eso los armenios de Nagorno Karabaj lucharon por la secesión en la década del 80, cuando el estado soviético empezaba a crujir. Sin el paraguas de la URSS, quedar bajo un Estado túrquico y musulmán inquietaba a la etnia cristiana que había sido exterminada en Anatolia y expulsada de Najicheván.

A la primera guerra entre armenios y azeríes, que se extendió entre 1988 y 1994, la ganaron los armenios. Pero la pandemia de covid fue la pantalla que Turquía y Azerbaiyán utilizaron para lanzar en 2020 una gran ofensiva militar sobre Nagorno Karabaj.

Con una economía vigorosa y con el ejército dotado de armamento enviado por Recep Erdogán, Azerbaiyán luchó con ventajas y derrotó a las defensas de la proclamada República de Artsaj, recuperando los siete distritos que los armenios habían conquistado en los alrededores del enclave durante la guerra anterior, y ocupando parte del territorio, incluida Shusha, la segunda ciudad más poblada.

Resultaba crucial que Rusia jugara el rol de velar por los armenios, pero volvió a abandonarlos, como en el 2020, cuando el eje Ankara-Bakú entendió que la guerra en Ucrania era la pantalla ideal para completar la conquista territorial iniciada hace tres años.

La inacción de Rusia y Europa ante el bloqueo azerí al corredor de Lachin, única vía terrestre por donde llegaban al enclave los alimentos, medicamentos y combustibles, fue la carta blanca a la operación militar azerí. El bloqueo del corredor estaba asfixiando a la población de Stepanakert, con Rusia concentrada en vencer a Ucrania y Europa firmando acuerdos para comprar a Azerbaiyán el petróleo y el gas que fue dejando de comprarle a Moscú.

Ante el ataque final, las defensas armenias se desmoronaron velozmente. La pregunta ahora es si habrá reacción internacional para frenar la limpieza étnica que ya comenzó en Nagorno Karabaj, rincón de Transcaucasia que los armenios habitan desde los remotos tiempos del imperio aqueménida. Ese enclave en el que proclamaron la ya extinta República de Artsaj, fue parte del antiguo reino armenio hasta su caída, en el primer siglo de la era cristiana.

Habrá que ver si, para las potencias de occidente, el petróleo y el gas azerí, necesario para reemplazar la dependencia de los hidrocarburos rusos, vale más que las vidas y la historia de los armenios en sus tierras ancestrales.

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