Nace una hegemonía radical con el peronismo en sus horas más oscuras

El resultado de hace una semana no sólo condenó casi a la extinción a las terceras fuerzas, también demostró que el PJ ya no es una opción competitiva que pueda llegar al gobierno en 2023. La alianza oficialista volvió a quedarse con la mitad de los votos en una elección y amplía su dominio en el Gran Mendoza.

Ilustración: Gabriel Fernández.
Ilustración: Gabriel Fernández.

Los dos meses entre las primarias y la general fueron una larga agonía con final conocido para el peronismo. Nadie dudaba del resultado y sólo pretendían que ocurriera de una vez lo que iba a ocurrir. Pero había un miedo que se extendía entre los referentes en voz muy baja: caer aún más.

Los números, tan fríos como inapelables, confirman que ese temor tenía asidero. El Frente de Todos no sólo no creció, sino que perdió 842 votos. La cifra parece ínfima, pero cobra más valor si se considera que el domingo pasado fueron a votar 25 mil mendocinos más que en las PASO. Y es más grave cuando se confirma que Cambia Mendoza sumó 54.765 apoyos y el Partido Verde, tercero lejano, 33.228.

Además, no sólo fue la quinta derrota consecutiva en las elecciones de medio término ante la UCR y sus aliados, sino que fue en la que más lejos quedó del ganador: 23,4 puntos (49,5% a 26,1%). Hasta ahora, el récord lo tenía la de 2009, con 21,5 puntos (48,7% a 27,2%). De allí que las críticas internas, por ahora no explicitadas, a Anabel Fernández Sagasti se multipliquen.

El resultado de hace una semana más que la confirmación de una tendencia puede significar la reconfiguración del sistema político mendocino tal como se lo conoció en los últimos años, con alternancia y equilibrio de poder entre el oficialismo de turno y la oposición.

No sólo se avanzó hacia la extinción de las terceras fuerzas, sino que tampoco parece haber quedado en pie el peronismo como una segunda fuerza competitiva y con posibilidades ciertas de ser una opción para gobernar Mendoza a partir de 2023.

La maquinaria electoral creada por Alfredo Cornejo en 2015 ha ido aceitándose elección tras elección, no sólo legislativa sino también ejecutiva. Los siete puntos de diferencia con los que sacó al PJ de la gobernación se estiraron a 15 cuatro años después cuando fue electo Rodolfo Suárez y ubicó al oficialismo desde entonces como el dueño de la mitad de los votos que se reparten en la provincia.

Por eso, después del aplastante triunfo del domingo pasado, Cambia Mendoza parece encaminarse sin obstáculos a una tercera gobernación consecutiva y emparejar aquellos tres mandatos al hilo del bordonismo, que hegemonizó la política local desde 1987 hasta su caída en 1999.

Así como aquel peronismo renovador supo encontrar un mensaje que llegó a los mendocinos, una “idea” que cautivó incluso a los independientes, el frente gobernante ahora parece también haber hallado esa fórmula para ganarse el apoyo de la mayoría.

La otra coincidencia entre uno y otro proyecto político está en que sus discursos pueden ubicarse más del centro a la derecha que del centro a la izquierda. Muy lejos del que propone el kirchnerismo con su relato.

Desde 2015, Alfredo Cornejo inició una “batalla cultural” que parece haber ganado. El ex gobernador y senador electo impuso una definición del peronismo avalada una y otra vez por las urnas: es ineficiente, dilapidador y corrupto.

Sus dichos encuentran respaldo en la realidad por las gestiones provinciales de Celso Jaque y Francisco Pérez, y las fortunas de los líderes y funcionarios kirchneristas.

“La sociedad ha comprado ese mensaje. Algún día se terminará, pero hoy no se vislumbra el final”, asume resignado un legislador del PJ.

El radicalismo (asociado al Pro, parte del PD, el Partido Socialista y Libres del Sur) encarna así la nueva hegemonía, que se percibe con más fuerza en particular en el Gran Mendoza.

Los 40 puntos de diferencia con el Frente de Todos en Capital, Godoy Cruz y Luján o los 35 de Guaymallén hacen que el dominio allí se asemeje al que ostenta el Frente de Todos en las provincias del Norte y algunos municipios del conurbano bonaerense, donde manda con holgura y sin amenazas electorales.

La brecha de 23 puntos en Las Heras es igual de contundente que aquellas de 40. Este departamento era considerado hasta 2015 la “capital provincial del peronismo”, un territorio imposible para un postulante radical. Y la victoria por 15 puntos en Maipú, el municipio que el PJ gobierna sin interrupciones desde 1983, anticipa la gran meta del oficialismo para 2023: quedarse con la única intendencia del Gran Mendoza que no tiene y nunca tuvo.

Ese dominio también se trasladará a la Legislatura, con bloques cada vez más numerosos de Cambia Mendoza. Tiene 24 de 38 bancas en el Senado y 29 de 48 en Diputados.

Completan el escenario los organismos de control y la Justicia. El “bloque radical” tiene mayoría asegurada en la Suprema Corte cuando deben resolverse fallos en plenario: 4 a 3. Los jueces alineados con el PJ sólo pueden imponer su criterio en la sala penal, desde donde discuten algo de protagonismo.

Este nuevo esquema del poder ratifica aquella hipótesis de una provincia con una sola fuerza con posibilidades de gobernar y una oposición diezmada, condenada a ser mera observadora de una realidad de la que participa apenas como partenaire.

Hay solo dos instancias clave en las que el peronismo podrá hacer valer su opinión porque se necesitan dos tercios de los votos de ambas cámaras legislativas: la autorización de nuevo endeudamiento y la habilitación de una reforma constitucional, un proyecto que el Gobierno provincial tiene en suspenso, pero no olvidado.

Silencio y tensión

Luego de la derrota, el peronismo empezó a jugar sus cartas. Unos con el silencio, otros con declaraciones con las que buscaron marcar la cancha.

La primera en hablar fue Fernández Sagasti. Cabeza de la lista perdedora y también del Partido Justicialista provincial, anticipó su decisión sobre el futuro: “En el peronismo empieza una nueva etapa. En esa nueva etapa yo quiero ser una más. Necesitamos nuevos actores construyendo el proyecto provincial. Contarán con todo el apoyo del partido”.

Así, confirmó dos datos a la vez: seguramente no se postulará a la gobernación en 2023, pero se mantendrá al frente del PJ, desde donde buscará transformarse en la gran electora del candidato.

“Cuando en política cedés un espacio es para anticiparte a un empujón”, advierte un dirigente de otro sector con años de experiencia en la rosca. En el kirchnerismo reconocen la jugada: temían que a partir de la Vendimia los intendentes empezaran a señalarla como la única culpable de la caída peronista.

“Anabel tiene por delante seis años como senadora con un perfil más bajo. Pero aumentará su influencia en la Legislatura, le responderán 40 de los 60 concejales del PJ, mantiene bajo su control los organismos nacionales en Mendoza y es el único puente con la Nación”, remarcan desde su entorno.

Tal vez, el gran error estratégico del peronismo en los últimos años fue creer que se podía ganar “desde arriba hacia abajo”. Apostó a los nombres de las boletas nacionales o provinciales, sin preocuparse por los que debían dar pelea en los municipios. Eso explica los 40 puntos de diferencia en la mitad del Gran Mendoza.

Ahora, la decisión es revertir aquel plan. El kirchnerismo procurará iniciar una construcción “de abajo hacia arriba”, apostando a consolidarse en municipios clave que en el futuro le permitan dar pelea en la provincia.

Pero no es el único sector interno que tiene esa mirada. En breve se presentará la mesa del peronismo metropolitano, cercana al intendente maipucino Matías Stevanato, que intentará actuar como contrapeso interno y ganar protagonismo.

Aquel espacio que “cedió” la candidata derrotada por ahora no tiene un ocupante claro para 2023.

Stevanato sonaba de antemano, pero fue derrotado y debe preocuparse por retener Maipú en dos años más que por dar el salto. Emir Félix perdió en San Rafael y quiere concentrarse en su territorio, aunque es un nombre para anotar. A Roberto Righi se le acaba su largo gobierno de 20 años en Lavalle y quiere jugar.

Otro posible aspirante es Martín Aveiro, que llegó a la jefatura de campaña con pergaminos de líder del Valle de Uco que la general destruyó: el PJ ganó en Tunuyán por solo 4 puntos, terminó tercero en San Carlos y recibió una paliza en Tupungato.

Las recetas para salir de la larga crisis electoral son muchas. Una autocrítica profunda, ampliar el peronismo, renovar las caras. Todo eso se suma al gran objetivo: volver a enamorar a los mendocinos. La teoría suena bien, pero están lejos de saber cómo hacerlo.

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