La “victoria” que ayer vio y festejó Alberto

Si Alberto cree en serio como dijo ayer, que hay que festejar “la victoria”, entonces sólo nos queda encomendarnos al Altísimo.

Pese a la derrota a nivel nacional, Alberto Fernández llamó a la militancia a festejar el 17 de noviembre en Plaza de Mayo. Foto: Clarin
Pese a la derrota a nivel nacional, Alberto Fernández llamó a la militancia a festejar el 17 de noviembre en Plaza de Mayo. Foto: Clarin

Un famoso operador político del peronismo, que supo conocer las entrañas profundas de la territorialidad de ese gran movimiento, explicaba allá por el 2003 cuando Néstor Kirchner llegaba a la presidencia con el apoyo crucial del gobierno duhaldista, que es una ficción creer que el aparato peronista puede ganar elecciones en todo momento y en todo lugar si se lo aceita bien, especialmente con “platita”. “No -decía el gran operador- el aparato sólo es eficaz cuando estamos frente a un empate o algo parecido; sólo allí puede dar vuelta una elección”. Eso es precisamente lo que ocurrió ayer en la provincia de Buenos Aires, lo que le permitió al kirchnerismo disimular psicológicamente la crucial derrota que obtuvo en todo el país, casi una copia de las PASO.

El aparato de los intendentes cubrió de dádivas, subsidios, electromecánicos, bicicletas, vacaciones, entradas para shows musicales, en suma “platita”_a raudales a todo el conurbano. Con todo ese infinito esfuerzo lograron apenas reducir a un poco más de la mitad la diferencia en contra que sacaron en las primarias. De 4 a menos de 2 puntos. Lo cual revalorizó el papel de ese interventor de los intendentes que le pusieron a Axel Kicillof, Martín Insaurralde. En medio de un país abrumado por el fracaso oficialista, perder por un poco menos en Buenos Aires le pareció un respiro a un gobierno que durante dos meses sufrió las consecuencias de una derrota que no pudo revertir sino en apenas dos puntos en el conurbano porque en el resto del país, prácticamente se repitieron los mismos resultados.

También el gran movimiento nacional y popular saltaba de alegría por haber perdido por apenas 20 puntos en la Capital Federal. Y Juan Manzur respiraba por haber ganado por apenas dos puntos su provincia de Tucumán donde tuvo que volar ayer abandonando su puesto de jefe de gabinete para que no le quitara la provincia o la oposición o su propio vicegobernador. Capitanich en el Chaco recuperaba unos pocos puntitos gracias a haber llamado pecadores y ovejas descarriadas a los que no lo votaron. Y salvo unos pocos caudillos del Norte que ya ganaron en las PASO, el peronismo perdía en el resto del país.

Sin embargo, gracias a esos “colosales”_resultados el presidente Alberto Fernández concurría al bunker de los derrotados para convocarlos a “celebrar la victoria”. El mismo presidente que minutos antes dirigió al país un mensaje grabado donde ni siquiera mencionar la derrota, llamaba a la oposición a un diálogo luego de acusarla de ser la culpable de todos los males actuales del país. Confirmando su total alejamiento de la realidad, o algo peor, queriendo inventar una realidad donde la derrota se transforme en victoria.

Alberto contribuyó a esta “victoria”, con dos decisiones extraordinarias luego de las PASO:_reiterando los dos colosales errores por los cuales el peronismo perdió a manos de Macri la presidencia en 2015:_poniendo de candidato a gobernador de Buenos Aires a Aníbal Fernández y siendo rechazado por la enorme mayoría de los cordobeses. Pues bien, en esta ocasión, para tratar de superar la derrota de las PASO, Alberto convocó a Aníbal como su ministro de Seguridad e insinuó que los cordobeses no son auténticamente argentinos porque no lo votan. Aníbal, por su parte, en apenas un par de meses de gestión, haciendo auténtico honor a su prontuario político, amenazó a las hijas de un dibujante, le negó ayuda a una provincia amenazada por la violencia mapuche y dijo que asesinatos como los del quiosquero ocurren en cualquier parte del mundo.

O sea, mientras los intendentes aceitaban el aparato para recuperarse de la derrota, Alberto y Aníbal hacían todo lo posible para reiterarla. El resultado fue el de ayer. Habrá que ver cómo se factura eso en la lógica de la interna peronista. A ver cuánto le cobra el aparato a esos que hasta ayer manejaron el peronismo: el quinteto compuesto por Cristina, Alberto, Máximo, Axel y Sergio. Los mariscales de la derrota, de la de las PASO y de las de ayer.

Cristina, por su lado, perdió el quorum del peronismo en el Senado por primera vez en democracia pero lo importante es ver qué hará con Alberto. Porque hasta ahora, durante casi dos años, ella gobernó el país en sus grandes líneas dejando que Alberto se encargara de la gestión diaria. Cuando algo salía bien no había problemas pero cuando salía mal era por culpa de la mala gestión de Alberto. Quien aceptaba mansamente cambiar de rumbo.

Pero ahora el resto del peronismo fuera del quinteto dominante (que hasta ayer nunca dejó de ser obsecuente con tal de salvar sus territorios) tiene una duda:_si los errores que llevaron a la derrota fueron por culpa de la mala gestión de Alberto, o más bien de las malas directivas de Cristina, o quizá de ambos. Pero lo cierto es que casi nadie en el peronismo cree que se deba profundizar el rumbo estatista, populista y aislacionista como quiere el cristinismo. Y en ese sentido le están insinuando a Alberto que de una señal, aunque sea una mínima señal de que alguna vez será capaz de decirle no a Cristina. Aunque sea un no chiquitito. Y_Alberto se entusiasma con animarse, pero todavía no se anima. En eso estamos. Lo cierto es que todos saben, por las más diversas razones, que para poder seguir gobernando se necesita cambiar por otra cosa ese aparato frankenstiniano que armó Cristina para ganar el gobierno, pero que fue el principal responsable de estas dos derrotas consecutivas. Y_del pésimo gobierno llevado a cabo.

Salvo que, y eso no es imposible, Alberto crea en serio como dijo ayer, que hay que festejar “la victoria”. Entonces sólo nos queda encomendarnos al Altísimo.

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