La rebelión de Unamuno

Miguel de Unamuno y Jugo, escritor y filósofo español perteneciente a la generación del 98.
Miguel de Unamuno y Jugo, escritor y filósofo español perteneciente a la generación del 98.

Hace unos días en este mismo espacio, escribí una columna en ocasión de pensar un voto para el próximo balotaje en la Argentina, hice una defensa del voto en blanco y ponderé la posición de neutralidad que respectivamente adoptaron José Ortega y Gasset ante la guerra civil española y Albert Camus ante la liberación de Argelia del yugo francés. Quiero completar el cuadro recordando la actitud de otro hombre de pluma valiente, el escritor, poeta y pensador español, el maestro de la paradoja, Don Miguel de Unamuno.

La Guerra Civil española dividió a los intelectuales más importantes de España y del Mundo. Así vimos que los hermanos Machado -Antonio y Manuel- tomaron partido por distintos bandos. Ramiro de Maeztu lo hace por el que lidera Franco, y es fusilado por ello. Federico García Lorca lo hace por republicanos y comunistas, y también es fusilado por ello. Miguel Hernández muere en una prisión franquista. Ortega y Gasset –ya lo dijimos- opta por la neutralidad y se refugia en Francia. Y así un sinnúmero de escritores y artistas, tomaron una posición diferente frente al conflicto. Me interesa hacer valer, en este espacio reducido y periodístico, la conducta de Unamuno.

Nadie puede dudar de que el egregio Rector de la Universidad de Salamanca fue un hombre democrático y comprometido. Su periplo vital lo dice: socialista utópico, republicano, liberal o anarquista y un sui géneris conservador sobre el final de su vida. En realidad, siempre Unamuno fue Unamuno. Nunca siguió a ninguna manada ni quiso que a él tampoco lo siguiera nadie. De pluma tan audaz que más de una vez debió refugiarse de las persecuciones políticas. Fue expulsado de su cargo de Rector de la Universidad de Salamanca y desterrado a la Isla Canaria de Fuerteventura por orden del Dictador Miguel Primo de Rivera en 1924. De allí se autoexilió hasta 1930 en París, por no aceptar el régimen dictatorial al que en directa alusión al fascismo italiano, llamó: “el fajismo español”. Unamuno fue repuesto en su cargo de Rector en 1931 por acción de la República.

Al producirse el alzamiento de Franco en julio de 1936, Unamuno defiende la sublevación armada esgrimiendo que España está sumergida en el caos y la corrupción y que España ya no es una república ni es una democracia. Esta adhesión al levantamiento franquista le costó que un decreto del presidente Azaña lo destituyera de su cargo. Luego, a los pocos días, cuando Franco toma la ciudad de Salamanca, es repuesto otra vez como Rector de la Universidad, pero inmediatamente después de su acalorada intervención el 12 de octubre de ese 1936 en el Paraninfo de la Universidad en contra las aberrantes arengas de Millán de Astray, un militar tullido y héroe de muchas guerras, pleno de odio y de violencia, nuevamente es destituido de la rectoría salmantina.

El caso Unamuno es único en el sentido de que ambos bandos lo expulsaron de su cargo. En este contexto debe entenderse la conducta del genial escritor.

Nico Kanzanzakis, autor de la famosa novela “Zorba Alexis el griego”, vivió la guerra española como corresponsal griego, y en una entrevista final que le hace a Unamuno unos días después de su última destitución a manos del franquismo, y a solo dos meses de su muerte, reproduce las expresiones del filósofo en referencia al conflicto fraticida español:

“…No haga caso, no me he vuelto de derechas, no traicioné la libertad. Pero, por ahora, es absolutamente necesario imponer el orden. Después me levantaré y empezaré a luchar de nuevo por la libertad, absolutamente solo. No soy ni fascista, ni bolchevique. Estoy solo”.

Unamuno, lejos de su cargo de Rector, muere en su casa el 31 de diciembre de 1936 enemistado y absolutamente equidistante de manera negativa de los dos bandos beligerantes. Unamuno, a pesar de esa equidistancia entre ambos males, tomó partido por los franquistas, a quienes consideraba como un mal menor. Unamuno prefería equivocarse antes que votar en blanco.

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