Irán: Dudas y sombras detrás de la masacre

Los enemigos son muchos, pero en este momento a Irán le interesa apuntar su dedo acusador en una sola dirección. Aunque ISIS se haya atribuido la cruel masacre.

El presidente de Irán, Ebrahim Raisi, con una foto del general iraní Qassem Soleimani. (AP/Mary Altaffer/Archivo)
El presidente de Irán, Ebrahim Raisi, con una foto del general iraní Qassem Soleimani. (AP/Mary Altaffer/Archivo)

Cuando el dedo acusador de los ayatolas apuntaba a Israel y Estados Unidos, ISIS se atribuyó las explosiones que masacraron a más de cien personas en Irán.

El tipo de atentado encaja con el accionar de esa organización que se desprendió de Al Qaeda al estallar la guerra civil en Siria y logró controlar un extenso territorio entre Irak y Siria, en el que proclamó un “califato”, hasta que fue derrotado y reducido a una mínima expresión.

Tras varios años retrocediendo, ISIS recobra protagonismo con este anuncio, aunque tampoco se puede dar certeza de que el autor de la masacre. No sería la primera vez que una organización terrorista en retroceso se atribuye falsamente atentados de gran magnitud.

Tampoco se puede descartar sea cierta su auto-asumida autoría. En definitiva, el militar hacia cuya tumba se dirigía la multitud diezmada por las dos explosiones, fue quien armó y dirigió las milicias chiitas iraquíes que, junto con los peshmergas kurdos, más daño causaron a ISIS en el territorio iraquí.

La teocracia chiita jamás permitió venerar ninguna figura viviente que no sea el ayatola que ocupa la cumbre del poder en Irán. El general Qassem Soleimani había logrado el extraño privilegio de ser admirado hasta niveles de veneración. Muchos lo consideraban una versión iraní del general Vanguyén Giap, brazo militar del líder comunista Ho Chi Minh y genial estratega de los Viet Minh que vencieron a los franceses en Dien Bien Phu, y de los vietcong que terminaron sacando a los norteamericanos de Vietnam del Sur.

Por eso peregrinaban multitudes hacia su mausoleo al cumplirse el cuarto aniversario de su muerte, desintegrado en Bagdad por un dron lanzado por fuerzas estadounidenses.

Al acercarse al cementerio de la ciudad de Kermán donde está el mausoleo del general que comandaba la Fuerza Quds, hubo dos inmensas explosiones que mataron a más de un centenar de personas, dejando malheridas a varios centenares más, en lo que sería el mayor atentado terrorista ocurrido en la República Islámica de Irán.

La primera sospecha del régimen iraní apuntó hacia Israel y Estados Unidos. Pero israelíes y norteamericanos no son los únicos enemigos que tiene el régimen de los ayatolas persas.

También hay enemigos internos que cometen ataques, sabotajes y atentados terroristas. Por caso, la insurgencia separatista de Baluchistán, activa en el este del país, y algunas organizaciones de militantes kurdos que actúan en la porción del Kurdistán que integra el territorio iraní.

Como comandante del cuerpo de elite de la organización militar Guardianes de la Revolución que planifica y ejecuta acciones en el exterior, la Fuerza Quds, el general Soleimani diseñó milicias y estructuras terroristas árabes que responden a los intereses de Teherán: las agrupaciones armadas alauitas que defienden al régimen de Al Asad en Siria; Hezbolá en el Líbano; Hashd al Shaabi (Fuerzas de Movilización Popular) en Irak, las milicias hutíes en Yemen y Hamás en la Franja de Gaza y Cisjordania.

También armó grupos terroristas en países no árabes, como Liwa Fatemiyoun, en Afganistán, y Zaneiboyoun, en Pakistán. Por lo tanto detrás del atentado podrían estar grupos afganos y paquistaníes enemigos de las milicias que en sus respectivos países armó Soleimani.

Pero el poderoso dispositivo árabe que montó ese general considerado un héroe de los iraníes, tiene como enemigo principal a Israel. Por esa razón tuvo lógica sospechar que Trump, por entonces presidente de los Estados Unidos, ordenó asesinar a la máxima figura militar de Irán por pedido del gobierno israelí.

Que tenga lógica sospechar de Israel no significa que haya certeza de que esté detrás de lo que sería el más devastador atentado de la historia de Irán, con un saldo en víctimas fatales equiparable a mega-atentados como el perpetrado en 1983 por atacantes suicidas del grupo Yihad Islámica con camiones bombas contra los cuarteles de Estados Unidos y de Francia en el Líbano, sumando más de 300 muertos entre militares norteamericanos y franceses.

Los resabios de ISIS y de otros grupos armados sunitas de Irak son enemigos de las milicias que organizó Soleimani en el escenario iraquí y tienen un largo historial de masacres perpetradas contra la comunidad chiita de ese país árabe. La modalidad de explosiones devastadoras en medio de marchas multitudinarias se utilizó muchas veces contra procesiones chiitas en festividades religiosas.

Tampoco se pueden descartar los talibanes que matan a los imamíes (chiitas de Afganistán) en las provincias afganas de Herat y Farah, así como los talibanes paquistaníes y también el ejército y los aparatos de inteligencia de Pakistán. Contra ellos luchaban en ambos países las organizaciones diseñadas y dirigidas por Soleimani.

Los enemigos son muchos, pero en este momento a Irán le interesa apuntar su dedo acusador en una sola dirección. Aunque ISIS se haya atribuido la cruel masacre.

* El autor es politólogo y periodista.

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