La amenaza de otra Guerra crece sobre el Mar Rojo

La milicia del Yemén se sumó al conflicto de la Franja de Gaza diciendo que no detendría sus ataques a los buques de carga, hasta que Israel cese su guerra contra Hamas.

Rebeldes. Los hutíes que controlan parte de Yemen son musulmanes chítas y cuentan con apoyo de Teherán.
Rebeldes. Los hutíes que controlan parte de Yemen son musulmanes chítas y cuentan con apoyo de Teherán.

Una milicia tribal que controla apenas una porción territorial del país más pobre del Oriente Medio, está desafiando a una coalición de superpotencias occidentales.

Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y España, entre otras naciones desarrolladas, enviarán fuerzas navales al Mar Rojo para enfrentar a los hutíes en un conflicto que podría vietnamizar Yemen.

Cuando en 1990 el jeque Hussein Badreddin al Houti llamó a sus tribus a la protesta y la rebelión contra el régimen corrupto de Alí Abdulá Saléh, que terminó cayendo una década más tarde, nadie imaginaba que de ese caos yemení saldría una milicia que está enfrentando a las superpotencias al estrangular el comercio marítimo mundial apretando la yugular geográfica del Mar Rojo: el estrecho de Bab el-Mandeb.

Antes de llegar a este punto, los hutíes derrocaron a otro déspota sunita, Mansour al Hadi, ya en el marco de una guerra en la que intervinieron militarmente Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos.

Los hutíes son una minoría étnica cuya filiación zaedí, que es una rama del chiísmo, permitió tejer un vínculo con la teocracia chiita de la República Islámica de Irán, que el general Suleimani convirtió en una alianza militar vigorosa.

Cuando murió alcanzado por un misil norteamericano en Bagdad, el comandante de la Fuerza Quds Qassem Suleimani, ya había convertido a los hutíes de Yemen en una fuerza militar poderosa, dotada de armamento moderno y adiestrada para utilizarlo.

Riad y Abu Dabi intentaron salvar al acorralado régimen sunita, utilizando incluso masivos ataques aéreos que implicaron masacres de civiles. Pero no sólo no pudieron vencerlos sino que, además, las milicias hutíes consolidaron y hasta ampliaron sus dominios en el territorio yemení. Conquistaron la capital, Saná, y una porción territorial cercana a la desembocadura del Mar Rojo.

Entre 1967 y 1990, la Guerra Fría partió el país en dos. Yemen del Sur fue el único estado árabe que se declaró marxista-leninista. Y desde que se unificó con Yemen del Norte, la división pasó de ser ideológica a ser étnica, religiosa y geopolítica. La mayoría es sunita y aspira al alineamiento del país con Arabia Saudita, pero los hutíes son una minoría chiita alineada con Irán.

Al crear Ansarulá (partidarios de Dios) los hutíes pusieron como consigna de guerra “Dios es grande, muerte a Estados Unidos, muerte a Israel, maldición a los judíos y victoria del Islam”.

Al proclamar la “maldición a los judíos”, ese slogan va más allá del remanido “muerte a Israel”, ingresando abiertamente en el terreno del antisemitismo más arcaico y oscuro. Un caso único de sinceramiento explícito de esa abyección que es el antisemitismo y toda forma de racismo. Los hutíes no sólo se proponen luchar contra un Estado (Israel) sino contra una etnia que vive en ese Estado y en buena parte del mundo: los judíos.

El antisemitismo de los hutíes y el hecho de ser parte del dispositivo anti-israelí montado por Irán en los países árabes, los introdujo en el conflicto de un modo que podría enfrentarlos a la coalición multinacional que está armando Estados Unidos para asegurar el tránsito de los buques cargueros en el Mar Rojo.

Al estallar el conflicto en Gaza ampliaron su radio de guerra lanzando misiles y drones explosivos contra los buques cargueros que atraviesan Bab el-Mandeb, llegando desde o yendo hacia el Canal de Suez.

Por esa yugular geográfica atraviesa gran parte del comercio mundial y por eso el desquicio es de alcance global.

Cuando compañías como Maersk, Hapag-Lloyd, MSC y CMA-CGM, que están entre las principales navieras portacontenedores del mundo, suspendieron sus viajes por el Mar Rojo, quedó en claro la gravedad del desafío que plantean los hutíes.

Transitar desde el Mar Arábigo hacia el Mediterráneo a través del Cabo de Buena Esperanza, en lugar de hacerlo por el Canal de Suez, alarga significativamente el recorrido y, por ende, aumenta los costos en combustibles, salarios y seguros, por lo tanto se incrementan fuertemente los precios de los productos transportados.

La milicia del Yemén se sumó al conflicto de la Franja de Gaza diciendo que no detendría sus ataques a los buques de carga, hasta que Israel cese su guerra contra Hamas.

Esa vía marítima ya causó una guerra. En 1956, cuando el líder egipcio Gamal Nasser nacionalizó el Canal de Suez, Gran Bretaña y Francia iniciaron una guerra contra Egipto, a la que se sumó Israel y concluyó por exigencia de Estados Unidos a Londres y París.

En este caso, una coalición envía fuerzas navales para proteger los buques cargueros. Si los hutíes cumplen su advertencia de continuar los ataques, podría estallar un conflicto en el que no se puede descartar el desembarco de marines. Y allí comenzaría otra guerra, que podría parecerse a la que produjo George W. Bush al invadir Irak.

* El autor es politólogo y periodista.

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