Elección presidencial y 50% de pobreza social

Con sólo observar las palabras, el tono, las muecas y las actitudes de muchos de los/as que se han postulado para ejercer ‘cargos’ (mejor dicho: ‘regalías’) públicos, caemos en la cuenta de cuánto nos falta para ser auténticos ciudadanos que deseamos lo mejor para todos los argentinos y que elegimos a los mejores en preparación, en ética y en humanidad.

Los comedores populares tienen problemas para conseguir alimentos para darle de comer a los niños con hambre. Foto Javier Ferreyra
Los comedores populares tienen problemas para conseguir alimentos para darle de comer a los niños con hambre. Foto Javier Ferreyra

Desde que en los ‘60 comencé a interesarme y estudiar los fenómenos sociales del mundo -especialmente el de nuestro país- nunca pasó por mi interioridad imaginar que, un día, la Argentina podría pasar por el calvario económico, social y político que hoy estamos sufriendo. La razón de aquello era que, más allá de lo que me relatara mi padre sobre la crisis mundial del ‘30, en nuestra Patria se vivía un sencillo y esperanzador sistema de vida.

Como, también, nunca imaginé que el tango ‘Cambalache’, del gran Discépolo, fuese mucho más que una profecía sobre el siglo 20 y un doloroso reproche a los argentinos del siglo 21.

‘Pero que el siglo 20 es un despliegue de maldad insolente, ya no hay quien lo niegue’.

Quién puede negar que, hoy, los argentinos no tenemos compromiso con nuestra palabra, que somos más insensibles y egoístas, que vivimos encerrados en nuestros propios intereses, que nuestro andar por la vía pública tiene una semejanza espeluznante con los ‘zombis’ y que nuestros ojos no se interesan por las personas que están o pasan a nuestro lado.

Ciertamente, mis palabras indican una generalización, pero también, admitamos que las personas con ‘alma’ (y no sólo cuerpo) no sobrepasan el 25% de nuestra población. Alma indica sensibilidad, valores, códigos y ética.

‘Vivimos revolcados en un merengue y, en el mismo lodo todos manoseaos’.

Pocas personas que son ejemplos que inspiran

Se sobreentiende que si la mayoría de las y los argentinos estamos convocados para elegir a ‘nuestros representantes’ (no dueños ni patrones), todos debemos ser ciudadanos responsables y respetuosos. Cumplidores de las leyes y merecedores de nuestros derechos. Se sobreentiende, también, que a quienes elegimos para que nos representen, deben ser las y los mejores de nuestra comunidad. De lo contrario, hacemos realidad las palabras de Discépolo. Y, si preguntásemos, nadie desea ser incluido en ese diccionario.

Con sólo observar las palabras, el tono, las muecas y las actitudes de muchos de los/as que se han postulado para ejercer ‘cargos’ (mejor dicho: ‘regalías’) públicos, caemos en la cuenta de cuánto nos falta para ser auténticos ciudadanos que deseamos lo mejor para todos los argentinos y que elegimos a los mejores en preparación, en ética y en humanidad.

Hagamos un discernimiento de los debates de quienes aspiran a ser presidente: casi siempre se pronuncian palabras que son ‘discursos’ (textos aprendidos de memoria), que no son resultado de convicciones sino de conveniencias para pescar adherentes;

lo que más abunda son las ‘chicanas’ o las descalificaciones personales; casi todos/as apuntan a una Argentina ‘paraíso terrenal’ o ‘Argentina potencia´ sabedores de que eso no está a la vuelta de la esquina, pero sirve para ‘endulzar’ los oídos de las /los oyentes.

Me he empeñado en contabilizar las contradicciones -discursivas y éticas- de algunos/as presidenciables respecto a lo dicho o hecho en tiempos anteriores a los actuales: en un caso contabilicé cuarenta y cinco (45).

El zorzal y el almendro

He leído en un hermoso texto en prosa, algo que aún me sigue impactando. “Todos los días, un zorzal llegaba a posarse en una rama del almendro y allí entonaba su penetrador silbido. Día tras día. Cierta mañana, después de su canto, el zorzal miró fijamente al almendro y le preguntó: ‘y tú, ¿por qué no cantas?’ Y, al siguiente día, el almendro floreció”.

Cada uno/a de nosotros ha llegado a este mundo con algunos dones o habilidades para adornar la multifacética familia y/o sociedad. En boca de Jesús de Nazaret son los ‘talentos’, que vienen dados para el bien de todos si son correctamente utilizados, y de los que se deberá dar cuenta en el presente y en la eternidad.

Mirándonos a los ojos, qué hermoso sería -después de tantas tormentas sociales y de tantos pobres que, a voces o silenciosamente, nos interrogan- que los argentinos diéramos, con decisión, un paso adelante para dejar atrás nuestras fallas e inconsistencias y floreciéramos para regocijo de nuestros semejantes.

* El autor es sacerdote católico.

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