Garganta Profunda: hace 50 años marcó la historia del periodismo mundial

El “blooper” del presidente Alberto Fernández no sólo hizo rescatar una película pornográfica sino también esta historia sobre el soplón periodístico más famoso del mundo.

La publicación de 2005 que, por primera vez, reveló el nombre de Garganta Profunda. (Variety)
La publicación de 2005 que, por primera vez, reveló el nombre de Garganta Profunda. (Variety)

Sin querer, con un gaffe, el presidente Alberto Fernández puso al país a hablar sobre Garganta Profunda.

La mayoría de las referencias se dirigieron al éxito del cine pornográfico de los años ′70 protagonizado por la actriz Linda Lovelace, o Linda Encaje de Amor, como sería la traducción de su apellido artístico al español.

Pero hay otra Garganta Profunda que por estos días está cumpliendo 50 años y que tiene que ver con el capítulo más famoso, más recordado, de la historia internacional del periodismo de investigación.

La más famosa viuda del poder

Garganta Profunda fue el nombre que se le dio en la redacción del diario The Washington Post a la fuente anónima que usaron los periodistas Bob Woodward y Carl Bernsteien para llevar adelante la investigación del caso Watergate, que provocó la caída del presidente Richard Nixon por corrupción.

Mark Felt era la segunda autoridad a cargo en el FBI.
Mark Felt era la segunda autoridad a cargo en el FBI.

Garganta Profunda fue, también, la fuente anónima off the record más famosa de la historia del periodismo. Era anónima porque no podía dar su nombre: si se sabía que le estaba suministrando información a la prensa sobre un escándalo gubernamental, su carrera se terminaría.

Era off the record, todo lo contrario a cuando las fuentes periodísticas hablan on the record, es decir, aparecen con su nombre y apellido, porque ni siquiera los lectores de The Washington Post se enteraron de que la fuente secreta existía.

Garganta Profunda guió la investigación del caso Watergate, que reveló que el gobierno de Nixon intentó plantar micrófonos en el cuartel del Partido Demócrata, que funcionaba en el hotel Watergate, en 1972, pero su identidad solamente era conocida por los dos periodistas y por el editor Ben Bradlee.

Ni siquiera la directora del diario, Katharine Graham, quiso saber quién era esa fuente, pese a los complicados días que debió atravesar la empresa periodística por profundizar en un caso que la convertía en blanco de la furia de la Casa Blanca.

Garganta Profunda también se ganó otro calificativo clásico del periodismo: viuda del poder. Así se le llama a las fuentes que ocuparon una posición de poder, con acceso a información privilegiada, y que se convierten en dateros de los periodistas por resentimiento o por necesidad de redimirse.

Un secreto de 33 años

La existencia de Garganta Profunda se evidenció a partir de la publicación de Todos los hombres del presidente, el libro que publicaron Woodward y Bernstein en 1974, y que fue llevado al cine en la película homónima de 1976, dirigida por Alan Pakula, que al año siguiente obtuvo cuatro premios Oscar.

En la película, protagonizada por Robert Redford y Dustin Hoffman, Garganta Profunda aparece como un misterioso personaje del cine negro, dando indicaciones a uno de los periodistas en una oscura playa de estacionamiento subterránea de Rosslynm, Virginia, adonde se llega cruzando el río Potomac desde el barrio washingtoniano de Georgetown.

Mark Felt, a los 90 años, cuando salió a la luz su identidad. (Variety)
Mark Felt, a los 90 años, cuando salió a la luz su identidad. (Variety)

Si el periodista quería contactarse con él, le dijo, debía colocar una maceta roja en el balcón de su departamento. En cambio, si Garganta Profunda quería citarlo a un encuentro, Woodward encontraría un círculo rojo en la página 20 del ejemplar de The New York Times que recibía todos los días en su domicilio.

¿Quién era Garganta Profunda? Este fue quizá uno de los secretos periodísticos guardados con mayor recelo y durante mayor tiempo. Los estudiantes estadounidenses de periodismo jugaron durante décadas a tratar de descubrir su identidad. Pocos acertaron.

No se supo su identidad hasta 33 años después de iniciada la investigación periodística del caso Watergate.

En 2005, su nombre fue revelado por la revista Variety, que le pagó a su familia para contarle a Estados Unidos quién era el “héroe” que había ayudado a que Nixon no se saliera con la suya.

Antes, hubo un intento de la familia de Garganta Profunda para que fuera el mismo Woodward quien contara la historia, pero el periodista, que ya ocupaba un lugar jerárquico en el diario, desestimó la oferta.

Fue la hija de Garganta Profunda quien comenzó a sospechar el rol que habría jugado su padre luego de haber visto al propio Woodward, visitarlo en su casa en Santa Rosa, California.

El porno, el FBI y el presidente

Woodward se dejó ganar la primicia, supuestamente por haber vislumbrado el interés económico de la familia, y porque Garganta Profunda, con 90 años, además mostraba problemas de memoria. Pero el mismo año de la publicación de Variety, lanzó el libro El hombre secreto, en el que relató su relación con la famosa fuente.

Imagen de la película Todos los hombres del Presidente, de 1976.
Imagen de la película Todos los hombres del Presidente, de 1976.

Garganta Profunda resultó ser nada menos que Mark Felt, exdirector asociado del FBI, el segundo al mando.

Cuando en mayo de 1972 murió J. Edgar Hoover, el mítico director del bureau, Felt pensaba que ocuparía ese lugar privilegiado, pero Nixon lo hizo a un lado para nombrar en su lugar a Patrick Gray III. Meses después, ya estaba hablando con los periodistas. Se retiró del FBI al año siguiente.

Quien fue la fuente secreta que ayudó a la mayor investigación periodística de la historia, había obtenido su apodo de una película pornográfica que era furor cuando se conoció la irrupción en el hotel de los delincuentes enviados por Nixon.

Siempre se sintió avergonzado del seudónimo que le pusieron.

Murió a los 95 años, en 2008. Y 14 años después, el blooper de un presidente de un país del sur del hemisferio, sin querer, hizo que lo recordáramos.

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