La oscuridad que impide la transparencia de lo público

Al poder no le gusta mucho escuchar los reclamos populares, pero menos le gusta que se sepa todo lo que ellos hacen. Por tal razón suele amurallar las informaciones y decisiones que debiera transparentar al pueblo para que la democracia sea plena. Por e

Pese a que vivimos en el mundo cultural de internet, donde la información sobre prácticamente todas las cuestiones está al alcance de la mano de todo el mundo, la vida política  argentina parece transcurrir en un universo paralelo, donde la distancia entre el ciudadano y los funcionarios no para de acrecentarse. Estas tendencias contradictorias se verifican en el atraso que ha quedado el funcionamiento de las actividades públicas dirigidas desde la política en relación con las nuevas tecnologías que se han ido desarrollando, aunque sin orientación alguna porque las autoridades siguen sin entender de qué se trata, al menos en los términos prácticos.

Además no les conviene entender, porque una de las claves para mantener el poder en el Estado ha sido a lo largo de la historia la de conservar el secreto, la de poseer información para tomar decisiones, inaccesible al común de los mortales. Pues bien, en la era internet ese secretismo ha estallado por los aires y hoy en día es muy difícil hasta mantener ocultas las conversaciones privadas entre personajes públicos, ni qué decir de los mensajes enviados por la red, de fácil acceso por todo el que se disponga a obtenerlos.

Sin embargo, en nuestro país la oscuridad, la opacidad en el ejercicio del poder político no cesa de aumentar a pesar de todas estas tendencias globales contrapuestas. Es para eso que se ha mantenido y engordado un Estado elefantiásico, no tanto en las funciones que cumple (las cuales, incluso en la mayoría las ejerce mediocremente) sino en la cantidad de funcionarios, muchísimos de los cuales se dedican sólo a constituirse en un límite, en una muralla para que lo que se hace dentro de las paredes del poder permanezca encerrado a la ciudadanía.

No casualmente el jefe del Ejército es un oficial especializado en inteligencia, vale decir en espionaje. Y por todos los vericuetos de la administración pública las cerrazones se vienen multiplicando con un manejo profundamente centralizado, que no comunica sino lo inevitable y que ha eliminado casi todos los mecanismos de control. Es por eso que decimos que la distancia entre el pueblo y sus representantes es cada vez mayor, por la cual el desconocimiento hacia la actividad política en la medida que se profundice, tiende a consolidar las actitudes no políticas o antipolíticas. Un ciudadano que no es convocado a participar mediante las herramientas adecuadas, lo es sólo de nombre.

Es por ese oscurantismo del poder que el papel del periodismo es cada día más esencial en sociedades políticamente cerradas como la nuestra. Los medios de comunicación tienen la doble tarea de hacer oír, ampliar la voz del pueblo para que el poder no pueda no escucharla, como tantas veces pretende. Por el otro lado está, entre sus obligaciones, informar al público todo lo que la clase dirigente no quiere que sea divulgado.

Es precisamente por esas dos grandes tareas de la prensa -dar voz a los que no la tienen y ayudar al pueblo a saber de qué se trata- que los poderosos temen tanto a este contrapoder y hacen lo imposible para limitarlo, censurarlo o directamente clausurarlo porque el oscurantismo teme a la transparencia.

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