Inspirados en Tintero dejaron volar su imaginación

Bianca, Salvador y Vanesa participaron de la sexta edición del concurso de cuentos.

Inspirados en Tintero dejaron volar su imaginación
Inspirados en Tintero dejaron volar su imaginación

Bianca Álvarez D’Innocenzo (10) se queda en silencio cuando se le pregunta si le gustaría dedicarse al teatro o a la literatura y después de unos instantes sostiene que no puede elegir. Es que ha estado sobre las tablas desde los 3 años y le encanta hacer reír a la gente, pero también recuerda que su primo Danilo se puso muy feliz cuando ella escribió un texto en homenaje a su perro. Con esa historia ganó la sexta edición del concurso “Contá un cuento con Tintero”.

La niña asevera que escribe cuando está aburrida y que le atraen tanto los cuentos como las poesías. Para ella, crear una obra literaria es una cuestión de pensar en algo que se le viene a la cabeza y comenzar a describirlo. Por eso, no dudó en que podía redactar un texto para participar de la competencia. Bianca detalla que todos los domingos revisa el Tintero porque le gustan los juegos y encontró el anuncio con las bases.

De inmediato, le contó a su mamá Eugenia y las dos se sentaron en la computadora para que la madre revisara el relato.

Como la consigna era tomar como referencia una tapa de la revista para chicos que acompaña la edición de domingo de Los Andes, la niña eligió la del Día del Amigo. “Iba a escribir que iba al cine con mis amigas, pero después pensé que no solamente las personas pueden ser tus amigos, sino un animal o hasta una planta”, señala. Así fue que decidió relatar cómo veía a Rocco, un perro, para lo que se inspiró en el que tenía su primo Danilo, que se enfermó y murió.

A Bianca se le nota el entusiasmo en la voz cuando dice que su primo se puso muy feliz con el cuento. Y si bien hasta ahora sólo había mostrado relatos a su mamá, a “Esos ojos brillantes” (ver aparte) lo fue compartiendo con el resto de la familia. Aún más, cuando se enteró de que se había convertido en la ganadora del concurso -situación que, confiesa, la emocionó mucho- lo leyó frente a todos sus compañeros de la escuela Padre Vázquez (de Maipú).

Sin embargo, Bianca no sólo se dedica a escribir. Aunque comenta que este año no pudo inscribirse, desde muy pequeña hace teatro y planea retomar en cuanto sea posible. “Me fascina. Es como que vivo de eso. Hacer reír a la gente, me encanta”, lanza convencida.

De terror

A los 9 años, Salvador Vedia (12) preguntó a su papá Mario qué estaba leyendo y cuando le respondió que un cuento de Edgar Allan Poe, el niño quiso conocer de qué se trataba. El padre buscó un texto acorde a la edad del pequeño y así lo acercó al universo de los relatos de misterio y terror. Tres años después, el chico, que estudia en la escuela Pío XII de Ciudad, se reconoce fanático del autor, como también de H. P. Lovecraft.

“Me encanta escribir y leer, sobre todo cuentos de terror”, detalla y agrega que su mamá Bettina le recomienda que se tome más tiempo para elaborar cada relato. Es que sólo se demoró 10 minutos en escribir “Ellos”, el texto con el que obtuvo una mención especial en el concurso. Salvador señala que tomó la tapa de Tintero del día de la contaminación del suelo e imaginó un mundo muy dañado por el hombre, en el que de la mezcla de químicos y basura nacían unos extraños seres.

El chico plantea que se enteró del certamen de casualidad. “Mi mamá me pidió que le pasara el diario, se cayó el Tintero y se abrió justo en la página donde anunciaban el concurso. Como de película”, manifiesta. Entonces, preguntó a su mamá si se podía presentar -ya lo había hecho el año pasado- y ella le ayudó con la corrección de ortografía.

Salvador comenta que escribe cuando está inspirado, que se le tiene que venir una idea a la cabeza y suele sacarlas de los sueños. También juega al fútbol y anda en skate. Hace poco más de un año creó una página de Facebook, llamada “Leyendas escalofriantes”, en la que sube videos sobre mitos y leyendas urbanas.

De novela

Vanesa Agustina Salgado (12) comenta que las ganas de escribir se le despertaron en 5° grado (es alumna del Colegio Santa Clara, de Maipú). Desde entonces, ha terminado tres novelas, que describe como “realistas, por lo general sobre la vida misma, la amistad, el amor”, pero que no ha mostrado a nadie todavía. La chica tampoco ha pensado sobre esta posibilidad, aunque supone que en algún momento lo hará, ya que simplemente disfruta del proceso de creación.

En cambio, sí presentó a un jurado su cuento “La experiencia de un amigo nuevo”, que le valió una mención especial en el concurso “Contá un cuento con Tintero”. Vanesa, que también disfruta de la danza española y de tocar la guitarra, recuerda que se enteró del premio cuando estaba en la escuela porque llamaron a su casa y su mamá le mandó un mensaje al celular. “Me puse muy feliz. Fue una experiencia muy bonita”, manifestó.

La chica comenta que le gusta escribir cuando está sola, en su habitación, pero que también lo hace a veces en la escuela, en el momento del recreo. En cuanto a sus autores favoritos, mencionó a María Inés Falconi y a Gabriel García Márquez, pero sostiene que le gusta leer todo tipo de novelas.

"Contá un cuento con Tintero 2014"

Los miembros del jurado del concurso, quienes tuvieron la difícil tarea de seleccionar el cuento ganador, fueron la magíster Silvina Juri, la magíster Norma Arenas y la profesora Miriam Armentano. También se sumó al jurado Paloma Ibáñez Larroque quien, con sus 12 años, aportó su valiosa mirada en la selección de los cuentos. Alejandro Cobo, editor y asesor pedagógico de revista Tintero, entregó los premios.
Los cuentos serán publicados en diciembre en la sección "Chicos Escritores" de la revista Tintero y se podrán leer las notas de Bianca, Salvador y Vanesa en la sección "Chicos Periodistas Verano", en 2015.

Esos ojos brillantes

Un día de otoño, estaba sentada en el aula de mi colegio, frente a una gran ventana que daba a la plaza de mi departamento maipucino. Como era de costumbre tocaba al final de la tarde el timbre de salida y yo siempre esperaba que todos salieran. No me gustaban esos amontonamientos de compañeros en la puerta del grado.

Ese día pasó frente a la ventana, se paró y ambos nos miramos fijamente. Quedé inmóvil. Por un segundo mi mente viajó hasta no sé dónde; sólo sé que ahí me sentía muy bien. Una voz de golpe dijo: “¡A formar!”, y volví de ese lugar donde me había llevado mi mente. Era mi señorita, que me gritaba desde la puerta de entrada del aula. Corrí con desesperación, pasé por al lado de ella como un relámpago, formé fila y, cuando salimos, tomé la mano de mi mamá y la hice correr a mi lado, buscando desesperadamente aquellos ojos. Necesitaba verlo, tomarlo entre mis brazos, decirle que ya lo quería mucho, pero no estaba, no había nada en la ventana, tampoco había dejado una huella.

Ese día volví a mi casa con mucha tristeza; no pude dejar de pensar en él, en sus ojos oscuros y brillantes, en su pelo. Así, pasaron los días y yo siempre miraba por la ventana, pero él no volvía.

Cuando era pleno invierno y estábamos de vacaciones, fui con mis abuelos a la plaza a jugar. Ese día era 20 de julio y todos celebraban el Día del Amigo menos yo, porque mis amigas habían decidido no juntarse.
Mi abuela Mary quiso pararse frente a una vidriera a ver unos zapatos y yo me puse a su lado. Por el reflejo del vidrio, detrás de mí, lo vi. Ahí estaba, sentado en un banco de la plaza, tiritando de frío. Giré con desesperación, solté la mano de mi abuela, no quería volver a perderlo.

Crucé la calle, lo tomé en mis brazos, lo besé, le pregunté dónde había estado estos dos meses y lo llevé a mi casa.
Hasta hoy, después de dos años, todavía me mira con ojos brillantes, como ese día y me espera ansioso cuando llego del colegio, en un rincón del living de mi casa. Rocco, mi perro y amigo, me hace feliz. / Bianca Álvarez D'Innocenzo

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