Tomate para industria: Valot y Ferreyra, socios en una cosecha récord

Se dedican principalmente a la vitivinicultura, pero decidieron diversificarse. Con riego por goteo y asesoramiento de la asociación lograron 132 mil kilos por hectárea en Rivadavia.

La asociación Tomate 2000 los reconoció este año con el premio “productores revelación”, ya que sus rendimientos asombraron a los industriales. / Los Andes
La asociación Tomate 2000 los reconoció este año con el premio “productores revelación”, ya que sus rendimientos asombraron a los industriales. / Los Andes

En setiembre del año pasado, Eugenio Ferreyra le dijo a su vecino y amigo Roberto Valot que era dueño de la mitad de una finca de 90 hectáreas en Los Campamentos (Rivadavia). Ambos son productores vitivinícolas desde hace años y un tiempo atrás empezaron a diversificar, por lo que en esa nueva propiedad decidieron dedicarse al cultivo de tomate para industria. Como se definen como perfeccionistas y personas a las que les gusta “jugar para ganar”, con su primera producción se alzaron con el reconocimiento de la Asociación Tomate 2000 de “Productores Revelación”.

Eugenio produce uva para vinificar, elabora vinos en su bodega y tiene una empresa de camiones, que dedica al transporte de vinos, principalmente. También, en los últimos años, se dedicó al cultivo de girasol, maíz y centeno. Roberto, por su parte, era productor frutícola, pero se volcó hacia la vitivinicultura e incursionó en la producción de tomate para transporte. Si bien Ferreyra recibe la uva de Valot en su establecimiento elaborador, la finca de Los Campamentos es el primer emprendimiento que realizan de modo asociado.

“Somos vecinos y amigos. Vivimos pared de por medio. Cuando salió lo de esta propiedad, ni se enteró. La compré y le dije ‘te has ganado 45 hectáreas’, porque la finca tiene 90 y somos socios 50% y 50%”, cuenta con humor Eugenio. Como ya venía trabajando con una empresa -con el vino y las semillas-, optaron por plantar 10 hectáreas de tomate para industria.

Pero el tiempo les presentaba un desafío. Y es que, después de realizar un importante trabajo de suelo, para romper las capas endurecidas en profundidad, retirar malezas -porque la propiedad había estado abandonada-, e instalar un sistema de riego por goteo, llegaban a la última semana de plantación en la zona Este, el 11 de noviembre. De hecho, tuvieron que traer variedades de San Juan, porque en la provincia ya no había.

“Cosechamos cuando ya sólo quedaba tomate en el Valle de Uco. Los únicos locos”, cuentan. Pero antes de eso, y por ser la primera vez que incursionaban en el cultivo (Roberto tenía experiencia, pero con otro tipo de tomates), se encontraron con que las plantas no estaban respondiendo como ellos esperaban, ya que la apuesta había sido obtener una buena cantidad de kilos.

“Sabíamos que estábamos haciendo las cosas mal”, señalan, por lo que recurrieron al asesoramiento de especialistas de la asociación y ajustaron los productos, las dosis y sumaron todo lo que les podía ayudar a tener más cantidad y calidad. “En un momento tuvimos ramillete, floración y fruto. Los tres estados al mismo tiempo. Seguían saliendo ramilletes cuando ya teníamos el tomate”, detallan con entusiasmo.

Y si bien reconocen que cometieron algunos errores al momento de la cosecha, porque temían que el clima pudiera afectarles la producción, y tuvieron pérdidas porque la maduración no fue óptima, lograron un rendimiento de 132 mil kilos por hectárea, cuando lo más común para la zona Este es llegar a los 75 u 80 mil kilos.

Los dos coinciden que el reconocimiento fue una sorpresa, porque si bien sabían que estaban obteniendo buenos resultados, se suele otorgar a productores importantes, mientras ellos apenas tenían 10 hectáreas y era su primer intento. “El tiempo nos ayudó, porque no tuvimos ningún accidente climático”, señalan. Pero también plantean que son muy perfeccionistas en todo lo que hacen y se enorgullecen del estado de sus fincas, galpones, bodegas, vehículos y hasta el frente de sus propiedades. “Jugamos para ganar”, añaden.

Aunque señalan que no piensan dejar la vitivinicultura, y que seguirá siendo su actividad principal, también explican que no buscan incrementar la superficie de viñedos, sino que planean seguir diversificando.

Sobre esto, Agustín López, el ingeniero agrónomo que trabaja con ellos, señaló que el modelo vitivinícola implica la necesidad de diversificación y que muchos están erradicando hectáreas de viñedos para plantear alfalfa, frutos secos u otros cultivos, para protegerse de los vaivenes de una producción que, además, requiere de una inversión muy importante.

Afortundamente, Ferreyra y Valot no planean resignar las 300 hectáreas que tiene cada uno. En cambio, para la próxima temporada de tomate crecerán de las 10 hectáreas iniciales a 50, que es lo que les pidió la industria. En cuanto al rendimiento, esperan poder mantenerlo, ya que ahora están más familiarizados con el manejo y la mecanización de las labores les permite producir más y bajar costos. Lo cierto es que aseguran que es un negocio en el que llegaron para quedarse.

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