Contingencias: un nuevo enfoque sobre las heladas en los cultivos

El autor plantea la necesidad de obtener información a través de mapeos realizados con decenas de sensores distribuidos en los cultivos.

El autor plantea la necesidad de obtener información a través de mapeos realizados con decenas de sensores distribuidos en los cultivos. / Foto: Claudio Gutierrez  Los Andes
El autor plantea la necesidad de obtener información a través de mapeos realizados con decenas de sensores distribuidos en los cultivos. / Foto: Claudio Gutierrez Los Andes

El concepto tradicional para la medición de una helada es a través de termómetros en una casilla de madera pintada de blanco, llamadas casillas meteorológicas, y que generalmente se encuentra cerca del casco o galpón de una finca. Estos termómetros indican la temperatura mínima registrada durante una helada y para obtener la información hay que acercarse a la casilla, ya que no tiene ningún tipo de tecnología digital.

Con el paso de los años, la tecnología fue fundamental para dar un salto cualitativo en la medición de parámetros ambientales, no por la exactitud o precisión del dato en si mismo, si no por la cantidad de información aportada. Así, las renovadas casillas meteorológicas, llamadas estaciones meteorológicas, cuentan con todos los sensores en un espacio acotado. En ellas el sensor de temperatura es digital y se encuentra en una pequeña cazoleta de plástico. Las grandes ventajas de este tipo de dispositivos son la conectividad a la nube y la medición continua (cada una hora por ejemplo) con lo cual se generan gráficos de una buena resolución temporal.

Así como hubo avances tecnológicos, han habido avances en el conocimiento que han dado lugar a nuevos paradigmas. Por ejemplo, hoy se sabe que la temperatura de una propiedad es sumamente variable en el espacio (se lo denomina microclima) y que un solo punto de medición no alcanza ni representa en absoluto la situación térmica de una propiedad. También se sabe que medir las heladas dentro de una casilla, ya sea de madera o de plástico, da “abrigo” al sensor, por lo que se subestima la helada. Y por último, la medición que se pueda hacer cerca de la oficina o galpón de la finca, puede distar considerablemente de las condiciones específicas en el cultivo como el estado del suelo, los verdeos y la topografía.

Entonces, medir con un sensor analógico (de alcohol) es obsoleto y anacrónico a los tiempos que corren. Además, el concepto de registrar una helada con un solo punto de medición, también lo es.

Una helada no es una helada, sino que es una “familia de heladas” dentro de la propiedad. Son decenas de temperaturas mínimas para las diferentes zonas de un cultivo. Este es el concepto a destacar: las temperaturas son muy variables por lo que es necesario registrarlas con alta densidad espacio-temporal con aparatos llamados dataloggers.

La importancia del mapeo

Para entender la dinámica térmica, las consecuencias y los daños producidos, no basta con medir la helada del modo tradicional, si no, que hay que hacerlo desde un paradigma de vanguardia. Así el mapeo es la tecnología más acorde a nuestros días. Para ello se utilizan decenas de sensores (con validación estadística del número adecuado) y se obtienen miles de datos.

Con este conocimiento se pueden tomar las decisiones más efectivas y económicas para “luchar contra las heladas”. Si el cultivo todavía no está implantado se pueden seleccionar los sitios más apropiados para las variedades que mejor se adecúen a éstos, y si el cultivo ya está implantado se pueden generar zonas para la toma de distintas decisiones de control «pasivo» o «activo». A esto se le llama agricultura de precisión, y aunque puede acarrear una inversión en el servicio, al mediano plazo se paga solo con los mayores rendimientos. Ni que hablar de si este tipo de conocimiento se utiliza previo a la plantación y se ahorran futuros dolores de cabeza con heladas que dañan a los cultivos en los primeros años.

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