Sin clímax: por qué Hollywood abandonó los thrillers eróticos

En los años 80 y 90, Adrian Lyne, Paul Verhoeven y Brian De Palma, entre otros, liberaron las hormonas de los espectadores. Pero la sexualidad prácticamente hoy está censurada en el cine mainstream, como si la deconstrucción de la época impusiera un nuevo código Hays.

"Atracción fatal" (1987), "Cuerpos ardientes" (1981), "Doble de cuerpo" (1984) y "Bajos instintos" (1992)
"Atracción fatal" (1987), "Cuerpos ardientes" (1981), "Doble de cuerpo" (1984) y "Bajos instintos" (1992)

De guiarnos por los manuales de historia, el código Hays desapareció formalmente hace casi seis décadas. Pero, en la práctica de los últimos años, el reglamento que limitaba cómo debía mostrarse el sexo, la violencia y la religión persiste implícito en el cine de Hollywood. ¿Para qué arriesgarse a la perversión e inmoralidad si están en juego las jugosas ganancias provenientes del público familiar?

Una de las víctimas de la autocensura de la industria es el thriller erótico, un subgénero potable en la taquilla de los años 80 y 90 que hoy escasea y denota una pérdida de rumbo. Como reciente caso se puede ver “Aguas profundas” (Deep Water, 2022), el fallido regreso del director británico Adrian Lyne tras 20 años, con Ben Affleck y Ana de Armas como protagonistas. Una acartonada película que poco se aproxima a títulos calientes de “antaño” como “Atracción fatal” (Fatal Attraction, 1987) y “Propuesta indecente” (Indecent Proposal, 1993), que defendían de forma acérrima la experiencia teatral y colectiva de ver lo “prohibido” en el cine.

Michael Douglas y Glenn Close en "Atracción fatal" (Fatal Attraction, 1987)
Michael Douglas y Glenn Close en "Atracción fatal" (Fatal Attraction, 1987)

Días atrás, un artículo de la New York Magazine (“Make Hollywood Horny Again”) se viralizó y puso en discusión la ausencia del erotismo en la cartelera de Estados Unidos. No solo se chequea fácilmente en el ranking de recaudación del último año, donde ocho de cada diez películas pertenecen a franquicias de superhéroes y similares, sino también en cualquier catálogo de streaming. Apenas el erotismo funciona como chispa para la discusión volátil en las redes sociales (véase el efecto que tuvo “Aguas profundas”) más que la construcción de lenguaje cinematográfico.

En la era de los thrillers eróticos, la ecuación era sencilla y los costos de producción, bajos. Solo bastaba con alguna femme fatale (Glenn Close, Sharon Stone, Elizabeth Berkley) que comprometiera sexualmente al galán de turno (Michael Douglas, William Hurt, Robert Redford), sumado a algún recurso estimulante (un conejo en “Atracción fatal”), engaños de por medio y desenlaces salvajes.

Si bien era popular desde los 50, el subgénero abundó en la década del 80 frente al conservadurismo de la gestión Reagan en Estados Unidos, cuando el patriotismo y la militarización coparon las expresiones culturales (“Rambo”, máxima insignia). En paralelo, el alquiler masivo y la venta de películas en VHS facilitó el acceso a títulos antes impensados de apreciar en la gran pantalla, que ya llenaba su oferta con los fenómenos ATP tras la desaparición del New Hollywood. Así, también desde casa, se destapaba la curiosidad por el placer ajeno, casi tabú para entonces.

William Hurt y Kathleen Turner en "Cuerpos ardientes" (Body Heat, 1981)
William Hurt y Kathleen Turner en "Cuerpos ardientes" (Body Heat, 1981)

Adrian Lyne se erigió como sello autorizado en lo erótico por tres décadas consecutivas. Desde el romance en “Flashdance” (1983) y “Nueve semanas y media” (9 ½ weeks, 1986) hasta thrillers inolvidables como “Atracción fatal”, “Propuesta indecente” y la injustamente vapuleada “Infidelidad” (Unfaithful, 2002). La mayoría ocupó un lugar en el ranking de los filmes con mayor recaudación en su año de estreno.

Otro director y guionista que dominó el subgénero fue Paul Schrader, con “American Gigolo” (1980) y “La marca de la pantera” (Cat People, 1982). En tanto, el neerlandés Paul Verhoeven grabó en Estados Unidos la memorable -y tantas veces imitada- “Bajos instintos” (Basic Instinct, 1992) y “Showgirls” (1995), mientras que Brian De Palma sentó norma con “Vestida para matar” (Dressed to Kill, 1980) y mezcló pornografía y Hitchcock en “Doble de cuerpo” (Body Double, 1984). Sin olvidar que fue de los pocos en continuar apostando en el nuevo milenio con la ahora de culto “Femme Fatale” (2002) y la chirriante “Pasión” (Passion, 2012).

Por razones indisimulables de atractivo, el thriller erótico dio varias parejas inolvidables. William Hurt y Kathleen Turner en la pionera “Cuerpos ardientes” (Body Heat, 1981), Jeremy Irons y Juliette Binoche clandestinos en “Una vez en la vida” (Damage, 1992), las enfermizas Jennifer Jason Leigh y Bridget Fonda en “Mujer soltera busca” (Single White Female, 1992) o Tom Cruise y Nicole Kidman en la póstuma “Ojos bien cerrados” (Eyes Wide Shut, 1999), de Stanley Kubrick.

Nicole Kidman en "Ojos bien cerrados" (Eyes Wide Shut, 1999)
Nicole Kidman en "Ojos bien cerrados" (Eyes Wide Shut, 1999)

Sin embargo, en los últimos 25 años, lo tabú dejó de ser tabú. Empezamos a hablar más de lo que nos pasaba y los contenidos sexuales -en todos sus espectros- se pusieron al alcance de un clic. Además, convengamos que si alguien tiene interés por la intimidad de alguna estrella, tranquilamente puede stalkearla en redes sociales, sin necesidad de pagar una entrada.

Los estudios viraron su estrategia y relegaron los filmes de mediano presupuesto: ahora son las familias y los adolescentes quienes definen qué se ve y qué no en los cines. Y debe ser siempre un evento gigantesco.

Adaptado a su contexto y posibilidades, el cine de acción, aventuras y ciencia ficción existe hace un siglo, pero hoy es llamativa la castración de sus seres, teniendo en cuenta la apertura política y social pregonada en muchas temáticas. Basta un romance soso para la trama, un beso para cerrar algún rescate y… paramos de contar. Lejos estamos de volver a ver en el cine mainstream escenas apasionadas como las de Michael Keaton y Michelle Pfeiffer en “Batman regresa” (Batman Returns, 1992), de Tim Burton. Una revista de interiores hogareños es más estimulante que la trilogía de “50 sombras de Grey” (2015-2018).

El director español Pedro Almodóvar, una voz con sobrada destreza en cuanto a la sexualidad, lamentó que los superhéroes -todopoderosos de la taquilla- estén “castrados”. “Tengo la sensación de que en Europa hay mucha más libertad que si trabajase aquí (por Estados Unidos)”. Podría citarse nuevamente a Verhoeven, quien tuvo que grabar en Francia e Italia sus últimas dos películas, “Elle” (2016) y “Benedetta” (2021). Esta última, una sátira religiosa en un convento del siglo XVII con monjas lesbianas, sexo sin prurito y pestes varias, inédita en salas en algunos países.

"Benedetta" (2021) de Paul Verhoeven. Grabada en Italia e inédita en cines de muchos países. Se encuentra fácilmente en digital.
"Benedetta" (2021) de Paul Verhoeven. Grabada en Italia e inédita en cines de muchos países. Se encuentra fácilmente en digital.

Una certeza es que Hollywood no sabe cómo abordar el thriller erótico ni cómo venderlo. Tras el #MeToo, ¿es factible hoy financiar y replicar algo como “Bajos instintos”? A juzgar por los dichos de su protagonista, no. La propia Sharon Stone asegura que Verhoeven la engañó para filmar la recordada escena del interrogatorio y que ella nunca prestó consentimiento para ese plano que la volvió tan célebre. De todos modos, una película de sólida taquilla como “Perdida” (Gone Girl, 2014), dirigida por David Fincher y adaptada de la novela homónima de Gillian Flynn, demuestra que se puede aportar una mirada enriquecedora más allá del mero voyerismo y la violencia. Mejor aún, sin quedarse atada al panfleto tribunero.

La fallida "Aguas profundas" (Deep Water, 2022), el regreso de Adrian Lyne tras dos décadas. No alcanza con Ben Affleck y Ana de Armas al frente.
La fallida "Aguas profundas" (Deep Water, 2022), el regreso de Adrian Lyne tras dos décadas. No alcanza con Ben Affleck y Ana de Armas al frente.

Pero la de Fincher es una anomalía en la cartelera, ya que se debe a su talento intrínseco como cineasta. En el campo de los remakes, por ejemplo, la jefa de series de Paramount+, Nicole Clemens, ya anticipó que el programa basado en “Atracción fatal” reelaborará totalmente los elementos candentes que la convirtieron en un thriller erótico emblemático, neutralizando toda polémica.

Así, la actualidad destaca cada vez más por historias de personajes femeninos donde eviten ser “castigadas” por actuar sobre su libido. Pero minimizar esa liberación sexual, ¿acaso no sería ubicarse más hacia la derecha de aquellos a los que se repudiaba y/o cancelaba no hace mucho tiempo atrás?

Una placa del código Hays, vigente en el cine de Hollywood entre los años 30 y 60.
Una placa del código Hays, vigente en el cine de Hollywood entre los años 30 y 60.

Si en el pasado los censores eran viejos conservadores hambrientos de poder para cuidar sus privilegios, como supo lograrlo William H. Hays, hoy son los jóvenes escolarizados con acceso ilimitado a la información quienes dicen qué no debe mostrarse. Al menos, en otras épocas, el ingenio de los cineastas había vencido: William Wyler, Ernst Lubitsch o Alfred Hitchcock lanzaron sus mejores obras burlando el código, sin contenerse en ningún aspecto.

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