Charada: la película más hitchcockiana que Hitchcock jamás hizo

Con una irresistible química, Cary Grant y Audrey Hepburn lideran esta screwball comedy de 1963, donde el director Stanley Donen se atreve a incorporar un homenaje explícito al maestro del suspense, todavía activo por entonces.

"Charada" (1963) de Stanley Donen con Cary Grant y Audrey Hepburn
"Charada" (1963) de Stanley Donen con Cary Grant y Audrey Hepburn

Años antes de que Brian De Palma honrara el legado de Alfred Hitchcock, Stanley Donen tomó las riendas de una screwball comedy y la llenó de los códigos representativos del maestro del suspense, sin prurito de acercarse al terreno del plagio. Más allá de su juego de identidades, crímenes y persecuciones, “Charada” (Charade, 1963) es un filme de ritmo envidiable, incluso, para los estándares actuales, con unos Cary Grant y Audrey Hepburn apropiándose de una química irresistible.

Regina (Hepburn) es una mujer elegantísima y soberbia que coquetea con un tal Peter Joshua (Grant) en un centro de esquí en los Alpes franceses, justo en medio de una crisis de divorcio con su esposo, Charles Lampert. “Ya conozco a demasiada gente, hasta que muera alguno no puedo conocer a nadie más”, le dice al galán recién llegado. Al volver a París, la joven descubre que su objetivo lejos está de ser posible: su departamento está vacío, su marido aparece muerto en raras circunstancias y ahora es investigada por la CIA estadounidense.

Entre llamadas, amenazas y huidas varias, Regina debe enfrentar a unos matones (George Kennedy, James Coburn y Ned Glass) que le exigen 250.000 francos de una vida turbia que Lampert le supo ocultar delante de sus narices. Y si bien Joshua parece ser de bastante ayuda y consuelo en medio de tanto alboroto, tampoco sus intenciones son lo que aparentan.

La secuencia de títulos de "Charada" (1963) fue creada por Maurice Binder, el mismo de las de James Bond
La secuencia de títulos de "Charada" (1963) fue creada por Maurice Binder, el mismo de las de James Bond

Como en los enredos de su relato, el guion de Peter Stone y Marc Behm pasó por múltiples instancias. Fue ignorado inicialmente por los estudios de Hollywood hasta que salió publicado en la revista Redbook en formato serializado. Donen, quien venía de una comedia romántica algo desapercibida como “La mujer que quiso pecar” (The Grass Is Greener, 1960), compró los derechos para convertirla en una película, con el apoyo financiero de Universal Pictures. De allí que fuera sencilla resolver la ecuación de dos estrellas como Grant, protagonista del filme previo del director, y la angelada Hepburn, antes presente en el musical “La cenicienta en París” (Funny Face, 1957).

Ya con los moldes listos de “Para atrapar al ladrón” (To Catch a Thief, 1955) e “Intriga internacional” (North by Northwest, 1959), el desafío para Donen y sus protagonistas fue lograr la verosimilitud del vínculo amoroso. Grant ya tenía 59 años y atrás habían quedado sus épocas de galán de comedias románticas e ilustre héroe hitchcockiano. La diferencia de 25 años con Hepburn resultaba incómoda para los estándares de entonces. Sin embargo, la química de ambos venció, amén de cierto pulido en los diálogos.

Desde el arranque de “Charada”, el director de “Cantando bajo la lluvia” (Singin’ in the Rain, 1952) deja expuesto su homenaje a Hitchcock. Se dio el gusto de que Maurice Binder, legendario creador de las secuencias de títulos de la saga de James Bond, creara una apertura en obvia sintonía con la de Saul Bass para “Vértigo” (1958) o “Intriga internacional”: líneas irregulares y figuras espiraladas, como anticipo del desequilibrio constante al que son sometidos los personajes del relato. El compás lo marca Henry Mancini, célebre compositor que nada tiene que envidiarle a Bernard Herrmann, pero de quien claramente se inspiró aquí.

El velatorio inicial de "Charada" (1963) es una simple e ingeniosa manera de introducir a los secundarios y su vínculo con el fallecido
El velatorio inicial de "Charada" (1963) es una simple e ingeniosa manera de introducir a los secundarios y su vínculo con el fallecido

Desde el suspense, Donen plasma la curiosidad, la preocupación y la intriga cual juego de mesa. ¿Quién es realmente Charles Lampert? ¿Por qué Regina repite una y otra vez que nada tiene que ver con el dinero, aun consciente de semejante nivel de vida? ¿Es Peter Joshua (o como sea que se llame) confiable? ¿Quién mató a quién? ¿Qué esconde el administrador de la CIA (un simpático Walter Matthau)? Algunas de las tantas preguntas que el guion va cocinando a fuego lento.

Tal como en las sólidas incógnitas que supo mantener el maestro del suspense, avanzamos de la mano con los personajes, reacios a que el clásico rol del detective sabiondo arruine los giros. Justamente, “Charada” prácticamente es una montaña rusa hasta el clímax.

Cary Grant y Audrey Hepburn en una de las escenas más divertidas de "Charada" (1963)
Cary Grant y Audrey Hepburn en una de las escenas más divertidas de "Charada" (1963)

Quien hoy la redescubra o disfrute por primera vez, seguramente se acuerde de un notorio aspecto del final que adoptó una obra tan lejana como la criolla “Nueve reinas” (Fabián Bielinksy, 2000), pero también advierta la explotación de su tono en directores del Hollywood menos iluminado como Guy Ritchie o Steven Soderbergh.

A su favor, “Charada” no se avergüenza de imitar ni tampoco disimula sus referencias torpemente: es una celebración acérrima de homenaje. Y derribando más prejuicios, la oscuridad hitchcockiana cede ante el soso romance, validado por Donen como un arte igual de digno para cautivar al público.

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