La Virgen del Carmen de Cuyo en la devoción, la historia y la literatura de Mendoza - 2° Parte

Marta Castellino continúa su análisis de cómo esta advocación mariana está arraigada en la identidad mendocina, donde tiene valor histórico y patrimonial.

La Virgen del Carmen de Cuyo, un sentimiento fervoroso que también se plasmó en la literatura.
La Virgen del Carmen de Cuyo, un sentimiento fervoroso que también se plasmó en la literatura.

En la nota aparecida en Los Andes el domingo anterior, mencioné una composición dedicada a la Virgen del Carmen de Cuyo, que cantábamos con unción las alumnas de la escuela “Patricias Mendocinas” en cada celebración sanmartiniana y, por supuesto, el día 8 de diciembre, cuando concurríamos a la basílica de San Francisco para honrar a la Virgen. De paso, no puedo menos de celebrar que la Corte Suprema de Justicia de la Nación haya refrendado la decisión de la Dirección General de Escuelas de Mendoza, en el sentido de volver a celebrar esta festividad mariana en las escuelas de la provincia, ya que es Patrona de la Educación mendocina.

El valor de tal conmemoración, como bien se señala en el fallo del 23 de agosto de 2022, no es solo religioso, sino también histórico y patrimonial. Y acerca de la profunda religación que este culto mariano tiene con la cultura cuyana lo avalan varias manifestaciones poéticas y musicales; muchas de ellas ya pertenecen al acervo tradicional y perviven olvidadas de sus autores. Ya me referí anteriormente al himno “A la Virgen Generala del Ejército de los Andes” que aprendí de niña; había olvidado (o nunca supe) el nombre de sus autores, y hoy he podido recuperarlo: Sor Elena Ema Bellio y letra de Sor Lucía Mondino.

También circula en las redes sin firma una hermosa composición que expresa similar sentimiento: “Creo en ti, dulce Madre del Carmen de Cuyo / Del solar mendocino santuario. / […] / Creo en ti, pues Mendoza te aclama / Generala de Cuyo / porque en ti, se forjó la esperanza / en la lucha, el deber y el quebranto/ […]”.

En cuanto a autores mendocinos conocidos que se acercan a esta temática, podemos destacar a Alfredo Bufano, quien dedica la sección “Danzas argentinas” de su libro “Presencia de Cuyo” (1940) “A la Virgen del Carmen de Cuyo…”. Se trata –es verdad- de un conjunto de composiciones cuyo contenido se refiere más bien a la Virgen en general, pero resulta llamativo que el poeta elija dedicarlas a esta advocación mariana, lo que da cuenta de la enorme devoción y reconocimiento popular que genera, como ya se señaló en la nota anterior.

Se trata de diez poemas cuyos títulos aluden a los bailes folklóricos más tradicionales de nuestro folklore (algunos de ellos ya olvidados): “La Resbalosa”; “El Marote”; “El Palito”; “El Escondido”; “El Triunfo”; “La Arunguita”; “El Llanto”; “Gato”; “Vidala” y “La Firmeza”. No sorprende que esta sección de Presencia de Cuyo (verdadera “summa poetica” de Bufano) esté dedicada “a Juan Draghi Lucero”, entusiasta exhumador de nuestros caudales folklóricos. Pero el mismo Bufano era también un gran cultor de la música tradicional; él mismo relata en su libro en prosa “Aconcagua”, las noches pasadas en las soledades cordilleranas, cantando alrededor del fogón con los paisanos antiguos cantares tradicionales que luego, de algún modo, dejaron impronta en su obra.

Acerca de esta afición, valga aquí otro recuerdo y otro testimonio: hace unos años, con un grupo de alumnos y alumnas del Profesorado de Lengua y Literatura del Normal “Tomás Godoy Cruz” realizamos un viaje a San Rafael como complemento del desarrollo de la asignatura “Literatura Argentina III (Regional)”, en busca de la huellas de varios de nuestros más destacados escritores (Bufano, Burgos, Arias, Susana Bombal…) precisamente en el territorio en que desarrollaron al menos parte de su quehacer literario.

En el caso de Bufano, el deseo de visitar su tumba nos llevó a la Villa 25 de Mayo, a unos 20 kilómetros de la ciudad de San Rafael; este fue el primer asentamiento colonizador de la zona, el núcleo poblacional que dio origen –andando los años- al departamento sureño, y como tal atesora varios tesoros dignos de mención. Uno de ellos es una casa que muy probablemente date de la década del ‘60 del siglo XIX, según testimonios recogidos. En el transcurso de la excursión mencionada, tuvimos oportunidad de entrevistar al anciano propietario actual quien, entre sus recuerdos de infancia conservaba el de las guitarreadas que se realizaban en los higuerales de la propiedad y en los que participaba asidua y activamente, el poeta Bufano.

Sabemos igualmente que la vivencia religiosa impregna la obra de este autor, tanto por una inclinación personal como por el reconocimiento del valor que la devoción mariana tiene para la cultura tradicional mendocina. De esta doble raíz nacen estas danzas que, como dije, se refieren a distintos momentos y aspectos de la Virgen María; la Anunciación del Ángel se narra poéticamente en la primera de las composiciones: “Entre alados serafines, / con alas esplendorosas / se le aparece a la Virgen / Gabriel con cara de rosa” (“La Resbalosa”, p. 871); “El Marote”, por su parte reelabora el conocido episodio de la pérdida del niño Jesús, en este caso “volviendo de Guaymallén” (p.872), o los dolores de la Virgen ante la Pasión: “A mi Hijo lo han desnudado, / ya me lo van a matar. / Yo les pido, hombres perversos, Una uñita de piedad” “El Llanto”, p.875)… y así sucesivamente. En todos los casos, cito por el Tomo III de la edición de las “Poesías Completas”, realizada por Gloria Videla de Rivero en 1983.

Quizás la más relacionada con la temática que nos ocupa sea “El Triunfo”, en la que se saluda a la Virgen como “Generala más linda / que flor del aire”, y en la que el poeta asume la figura de un devoto servidor: “He venido a traerte / ucles del monte / ucles del monte / para que vos me cures / de mis dolores / ucles del monte. / Y aquí se acaba el triunfo, / Virgen del Carmen, / en honor tuyo” (p. 873-874). También se la invoca con este título en “El Escondido”: “¡Ay, Virgen del Carmen, / mendocina, sí; / más linda que el ucle / y el colimanil” (p. 873).

En todas y cada una de estas composiciones, Bufano hace gala de sus conocimientos de la lírica popular tanto en la métrica, en la que predominan versos octosílabos y hexasílabos generalmente agrupados en cuartetas, como en los recursos empleados que son los propios del denominado “estilo tradicional”: reiteraciones, empleo del estribillo, paralelismos, exclamaciones y vocativos, lenguaje coloquial… más una serie de comparaciones y metáforas que toman como elemento de referencia la realidad inmediata y campesina: “Cuando me siento morir / me acuerdo de vos, Señora; / que sos miel para las penas / del alma que sufre y llora” (“El Palito”, p. 872). Un hermoso testimonio de fe y de amor por las manifestaciones más cabales de nuestra tradición comarcana.

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