El doloroso recuerdo de Roberto Moldavsky sobre la muerte de su mamá y la despedida anticipada

Roberto Moldavsky es el número del humor. Con una historia que parece de película, el hombre que vendía camperas en el Once, hoy agota funciones de su show en calle Corrientes. Un fenómeno, que como las máscaras del teatro, tiene sus momentos de risa y otros de llanto.

El humorista visitó a Fernando Dente en su programa “Noche al Dente” y entre anécdotas graciosas y gags de comedia, recordó a su mamá y rompió en llanto. En el segmento del programa conocido como “El disco de tu vida”, cada invitado elige algunas canciones que le marcaron la vida.

Una de las canciones que eligió Moldavsky fue “Zamba para olvidarte”, escrita por Daniel Toro y recordada por la inconfundible voz de Mercedes Sosa. Esa canción le recuerda a su mamá, quien falleció hace algunos años, cuando el hombre daba sus primeros pasos en la industria del humor.

UNA DESPEDIDA FELIZ Y EL DOLOR DE LA PARTIDA

Moldavsky recordó que la noche anterior a la muerte de su madre, hubo una reunión familiar multitudinaria. Hijos, nietos y sobrinos coparon la casa de Sara, sin saber que era la última vez que la verían con vida.

Al otro día, según relata el capo cómico, la mujer que cuidaba a la señora lo llamó a Roberto Moldavsky para decirle que no podía despertar a Sara. Urgente, el hombre, corrió a la casa de su madre, pero ya no había nada más por hacer.

Él les pidió a los paramédicos que estaban tratando de reanimarla, si podían dejarlo solo con ella, y allí, según reveló Moldavsky, la abrazó y le agradeció todo lo que había hecho por él. A esta altura del relato, el humorista no podía contener las lágrimas, al igual que Dente, quien perdió a su mamá cuando él tenía 19 años.

SARA, UNA MUJER INCONDICIONAL

Moldavsky recuerda a su mamá como una mujer incondicial. Según recuerda, ella lo llamaba cada noche para preguntarle cómo le había ido en el negocio, si había vendido mucho. Cuando él empezó en el teatro, ella no dejó de hacer lo mismo. Tal vez esa noche no había tenido función, pero él siempre le contaba que la gente se reía.

Profundamente emocionado, Moldavsky reconoció que aún hoy, a los 60 años, le hace mucha falta.

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