El Relámpago marcó una era

Hace 20 años, Mendoza recibió su primera pelea por un título internacional: Pablo Chacón ante el campeón, Freddie Norwood.

El Relámpago marcó una era
El Relámpago marcó una era

Aquel otoño asomaba a pleno en Mendoza, seguramente no sería un otoño más en el ámbito deportivo local, alterado de manera extraordinaria por un evento que se anunciaba inolvidable. Tampoco sería un otoño más aquel del 2000 en la vida de Julio Pablo Chacón.

Fueron semanas que en las que el ambiente deportivo local se alteró y el boxeo volvió a ser el centro de atracción como en los viejos tiempos. Todo giró en torno al combate que involucró, en el estadio Malvinas Argentinas, al lasherino y al campeón reinante, el estadounidense Freddie Norwood, por el título pluma de la Asociación Mundial (AMB).

Ya pasaron dos décadas de aquel acontecimiento histórico, que marcó deportivamente el inicio del tercer milenio para los mendocinos.

Suele decirse (los registros y documentos hablan por sí solos) que las veladas que tenían como protagonistas a Pascualito Pérez y Nicolino Locche eran míticas e históricas, con presentaciones multitudinarias. Ambos eran ídolos en el ámbito local y nacional. Algo similar aconteció con Hugo Pastor Corro allá a fines de los años ‘80. Nuestro boxeo siempre sedujo por su estilo, su escuela técnica llena de grandes exponentes, talentos y cualidades, de la mano de Don Paco Bermúdez y Don Diego Corrientes.

Grandes momentos de gloria vistieron a Mendoza, aunque se fueron diluyendo en el tiempo y la década del '90 no tuvo figuras de tanta trascendencia. O casi. Porque tras los Juegos Olímpicos de Atlanta '96, Pablo Chacón se encendió como una referencia ineludible para los años por venir, tras ganar la medalla de bronce y compartir el podio junto a, nada más y nada menos, que Floyd Mayweather.

Pascualito, Nicolino e Itaka Corro fueron campeones mundiales y siempre combatieron por títulos fuera de la provincia o del país. En cambio, Chacón fue el primero en pelear por una faja ecuménica en Mendoza. Fue la tarde del jueves 25 de mayo, en un estadio Malvinas Argentinas que lució colmado como más de 20 mil mendocinos, expectantes de lo que pudiera suceder con el lasherino.

Pablo, un zurdo de guardia invertida, llegaba invicto, con 25 nocauts en 36 triunfos. Era un record que ilusionaba. En aquel entonces, era el mejor boxeador argentino del momento en la categoría pluma, la vedette en el plano internacional, con figuras que deslumbraban como Marcos Antonio Barrera, Jonny Tapia, Erik Morales, Juan Manuel Márquez, Naseen Hamed. Por eso, más de uno se ilusionó con que el mendocino  integrase aquella élite.

Días muy intensos

La pelea por el título mundial fue el tema central en el aspecto deportivo y la expectativa fue creciendo con cada hoja que el almanaque dejaba atrás. Diario Los Andes hizo una cobertura y un seguimiento del día a día, desde el 25 de abril, y hasta el día después. Notas, detalles, análisis y opiniones ocuparon hojas del matutino, que el viernes 26 de mayo salió a la calle con un suplemento especial dedicado a la pelea.

La llegada de Norwood a Mendoza, 15 días antes del combate, movilizó a los medios de comunicación. El talentoso boxeador, quien estaba acompañado de su entrenador Kem Adams (un Teniente militar retirado), posó ante cada pedido y su extrovertida personalidad provocó simpatía. Durante varios días, el campeón mundial entrenó en el mismo escenario que su retador: el gimnasio de la Federación Mendocina. Luego, frente a la gran cantidad de curiosos que se agolpaban para verlo, decidió cambiar de lugar.

Mendoza estaba exultante; volvía a respirar boxeo como en sus mejores tiempos. Y aunque su rica historia había tenido momentos de esplendor, con el estadio Pascual Pérez como escenario de veladas memorables, era la primera vez  que una pelea por el título del mundo se iba a disputar en estas tierras. Era acá y con un pibe nacido en el corazón de Las Heras, quien a los 13 años había llegado al Mocoroa de Don Paco Bermúdez, soñando con ser campeón mundial.

A medida que los días avanzaban, el gimnasio de la Federación sumaba nuevos colaboradores. Claudio Martinet (semifondista frente a James Crayton) fue uno de los sparrings más importantes de Pablo. También estuvieron Claudio “El Tigre” Tapia y el team Corral de Palos, de Córdoba (la Selección Argentina amateurs), que dirigía el Maestro Carlos Tello. Con él llegaron personalidades como Mariano Carrera, Hugo “Pigu” Garay, Ceferino Labarda y Omar Narváez. Todos olímpicos. Los ojos de Mendoza se llenaron de boxeo.

Chacón tuvo en el rincón a su entrenador de toda la vida, Ricardo Bracamonte, pero diez días antes de la pelea se sumó el Maestro Amilcar Brusa, histórico técnico de Carlos Monzón y hacedor de campeones.

Aquel 25 de mayo, Pablo no fue ni la sombra de lo que había sido en sus peleas. Muchos  factores conspiraron. El más claro: la presión de ser el anfitrión.

El contraste era impresionante: el lasherino concentraba en un hotel y hablaba poco con los medios, en tanto que el campeón paseaba por la ciudad y posaba con todos aquellos que le solicitaban una foto. Ese repertorio circense atraía mucho. Sin embargo, sobre el ring expuso su jerarquía.

Aquella vez, Norwood, que estuvo preso antes de ser campeón mundial, realizó su séptima defensa del título de la AMB.

Chacón había trabajado muy duro en lo físico bajo las órdenes del profesor Claudio Capezzone. En lo técnico lo hizo con "Braca", Tello (en Córdoba) y Fuentes (en el Cenard). Y aunque nada podía salir mal, el monarca le hizo sentir su categoría con una zurda que, desde el primer round, marcó el ritmo de la pelea. En el tercer round, un gancho de derecha lo enviaría a la lona. Por  primera vez en su vida, Pablo conocía la lona. Y el estadio enmudeció.

El mendocino, algo estático, fue puro coraje y, aunque en algunos pasajes se animó, la pasó muy mal en el noveno asalto. Sin embargo, fue al frente sobre el final y cerró la jornada dejando el alma sobre el ring. Pese a ello, todos los presentes lo sabían: no había sido suficiente.

El pupilo de don Bracamonte recibió injustas críticas. Nadie podía reprocharle nada. Frente a Chacón estuvo un boxeador de jerarquía, con un sello distintivo y, por entonces, monarca de la categoría.

Aquel día, Julio Pablo Chacón se quedó con las manos vacías, pero marcó un punto de inflexión en la nueva era del boxeo mendocino. Un año más tarde, en Budapest, Hungría, se consagraría campeón del mundo al noquear, en el sexto asalto, a Istvan Kovasc. Sin embargo, esa otra historia.

"Norwood me ganó muy bien"

Sin lugar a dudas que para el lasherino, el de hoy es un viaje en el tiempo. Tras el almuerzo dominguero junto a su familia, ayer, Pablo Chacón comentó: “Me he estado acordando en estos días de la pelea: ¡Es tremendo cómo pasa el tiempo! Claro, hoy tiene 45 años y sonríe al repasar su vida sobre el ring: “Son 20 años y de una carrera espectacular y hermosa. Le agradezco a Dios por eso. Ese día hubieron mas de 20 mil personas. Y a pesar de haber perdido, la gente me siguió queriendo; eso para mi no tiene precio. Tengo los mejores recuerdos a pesar de haber sido superado por un gran rival”, repite.

-¿Que recordás de ese día?

-Tuve un rival de muchísima experiencia; era el  campeón mundial. Llegó a Mendoza 15 días antes y salía a correr por las noches por el centro mendocino. La verdad que fue un fenómeno y me tiró toda la presión encima. “Que le avisen a la madre que le van a llevar la cabeza del hijo”. Me iba a matar_(risas).

“La gente estaba muy eufórica y a mí me jugó en contra la presión del periodismo, la responsabilidad, la familia... Fue muy difícil. Norwood me ganó muy bien”, finalizó.

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