Los dramas del desempleo y del empleo informal

En La Argentina actual resulta imposible acabar con el enorme empleo informal y además lo más seguro es que en momentos como los actuales tenga aumentos importantes. ¿A cuánto habrá llegado ahora?

Un empleado informal, el día que no trabaja, no cobra / Los Andes
Un empleado informal, el día que no trabaja, no cobra / Los Andes

En la maltrecha economía argentina, las mediciones de las distintas variables que determinan el cuadro general y marcan la tendencia futura continúan arrojando números negativos. No sólo dañan las expectativas generales y erosionan la confianza en los gobernantes. También parecen demostrar, mal que nos pese, que cuanto más tiempo pasamos sin que se logre revertir la caída, más difícil nos resultará conseguirlo.

En estos días, el índice bajo análisis es el de la desocupación, que en el tercer trimestre del año que acaba de terminar, experimentó una leve mejora respecto del segundo trimestre, pero sigue por encima del que teníamos en 2019.

De julio a septiembre, para los 31 conglomerados urbanos que se estudian, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) informó que el desempleo alcanzó al 11,7% de la población, mientras que de abril a junio había sido del 13,1%. A la misma altura de 2019, estaba por debajo del 10%.

Clara que como siempre sucede, hay áreas geográficas donde los índices se ubican por encima del promedio nacional. Y aunque no sean muy significativas estas pequeñas diferencias porcentuales, sin embargo, tienen un fuerte impacto social: entre septiembre de 2019 y septiembre de 2020, la economía argentina perdió dos millones de puestos de trabajo.

Es necesario recordar que el índice de desocupación registra como desempleado a quien busca empleo. Si alguien está sin trabajar pero no busca empleo, este índice no lo abarca.

Si unimos los dos elementos anteriores, advertimos la complejidad del problema: ante una pérdida tan fuerte de puestos de trabajo, a quienes buscan empleo les puede costar mucho más conseguir lo que desean; entonces, habrá muchos que se desalienten y dejen de intentarlo, al mismo tiempo que habrá otros que acepten un puesto informal, con menor salario y sin beneficios sociales.

La economía informal no sólo perjudica a los trabajadores, que, por ejemplo, no reciben el aporte jubilatorio que les corresponde. También afecta a las arcas del Estado, que deja de recaudar numerosos tributos. Por ambos motivos, un país crece siempre y cuando se expanda su economía formal, con la creación regular de nuevas empresas y nuevos puestos formales de trabajo para aumentar la masa laboral, la productividad, los bienes y servicios que se comercializan, etcétera.

En Argentina, hace muchos años, por no decir décadas, que ocurre lo contrario. Es imposible acabar con el enorme empleo informal y además lo más seguro es que en momentos como los actuales tenga aumentos importantes. ¿A cuánto habrá llegado ahora?

Un empleado informal, el día que no trabaja, no cobra.

En síntesis, a este presente estresante, hay que sumarle un futuro angustiante: no tendrá jubilación. Quien esté atrapado en esta realidad, difícilmente crea en esa sociedad que lo condena a la exclusión por más esfuerzos que esa persona realice.

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