El valioso aporte de los clubes de barrio

Muchas veces de estas columnas hemos insistido en la necesidad de mantener y apoyar el servicio de los clubes de barrios o distritales, en general entidades civiles que subsisten con muchos esfuerzos y no pocas penurias. Son albergue y contención de camadas de niños, adolescentes y jóvenes que se forman en el deporte y en sus valores.

Los clubes sociales de barrios, siguen funcionando gracias a sus socios que cada noche concurren para pasar un momento con amigos jugando a las bochas o distintos deportes y juegos de azar.
El club Agustín Álvarez de Godoy Cruz, los socios pueden disfrutar de hermosas canchas de bochas con piso de cemento
Foto: José Gutierrez / Los Andes
Los clubes sociales de barrios, siguen funcionando gracias a sus socios que cada noche concurren para pasar un momento con amigos jugando a las bochas o distintos deportes y juegos de azar. El club Agustín Álvarez de Godoy Cruz, los socios pueden disfrutar de hermosas canchas de bochas con piso de cemento Foto: José Gutierrez / Los Andes

“A pulmón y entre vecinos, los clubes de barrio se reinventan para mantenerse vigentes”, fue el título de una interesante nota de Los Andes (30/7/23) sobre las entidades deportivas y sociales que están dispersas en el Gran Mendoza y el resto de la provincia.

Un tema del que este diario se ha ocupado frecuentemente, con la intención de llamar la atención sobre la necesidad de mantener en actividad a estas instituciones que cumplen importantes servicios en dos extremos de la existencia: niños y jóvenes y los adultos. Para los primeros contención y formación en los valores que definirán sus pasos futuros; en los más grandes, brindar esparcimiento y ámbitos de recreación en personas que ya han hecho sus vidas.

En la entrega periodística a la que nos hemos referido, se describen entidades que, pese a las dificultades económico financieras, se mantienen, especialmente después de los dos años difíciles de la pandemia de Covid 19, que obligó a muchas sedes a cerrar sus puertas, en la mayoría de los casos para siempre.

Lo usual fue no poder continuar con las actividades, dado que los costos fijos de mantenimiento superaban a los aportes societarios y los casi nulos subsidios disponibles.

La provincia de Mendoza perdió muchas entidades de este tipo, en el Gran Mendoza y en los tres oasis del territorio. No pudieron hacer pie y de manera irremediable, se convirtieron en abandonadas instalaciones donde algún cartel despintando recordaba el nombre del club y la época de sus años felices.

Reconforta ver como algunas asociaciones barriales han subsistido y se proyectan hacia adelante, tal el caso del Villa Emilia, que nació en 1930 en pleno centro de Godoy Cruz, precursor del juego de pelota-paleta, o el Club Social Algarrobal, que hace unos días cumplió nada menos que 100 años. Un tercer ejemplo podría ser uno de los escenarios del básquetbol mendocino, Anzorena, en el corazón de la Sexta Sección de la ciudad capital.

En Luján de Cuyo se vio caer a muchas entidades, especialmente en los distritos al Sur del río Mendoza, pero en Mayor Drummond golpea el virtual cierre del club del mismo nombre, que militó en la Liga Mendocina de Fútbol y que el próximo 12 de octubre cumplirá 96 años de trayectoria. Allí entrenaba una gran cantidad de niños y adolescentes.

Un caso para señalar es la realidad de Club Unión Juvenil Luján, ubicado en el límite entre Drummond y la ciudad de Luján de Cuyo. Estuvo a punto de poner cartel de cerrado hace unos años, pero la voluntad y la gestión de algunos veteranos dirigentes y principalmente la intervención de los exjugadores de básquetbol de primera de la institución posibilitaron un renacer institucional, aunque claro…con mucho, pero mucho esfuerzo.

Insistimos entonces en que los clubes de barrio o distritales merecen ser apoyados por el Estado, provincial o municipal. Tienen una función social de gran relevancia, casi insustituible podríamos decir: articular las voluntades de comisiones directivas y asociaciones o beneficiarios y conectar generaciones detrás del deporte y los valores que ellos inculcan. Por eso insistimos en la necesidad de una política de Estado para los clubes de barrio, sobre todo, con ayudar a que se sostenga infraestructura básica de las respectivas sedes.

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