La convertibilidad europea

Un profesional mendocino residente en Italia nos ofrece su visión de la crisis europea.

La convertibilidad europea
La convertibilidad europea

En el momento en que la Unión Europea recibe el Premio Nobel de la Paz, es precisamente la oportunidad de evaluar hasta qué punto la Unión sirve y si realmente es un premio preventivo -como el de Obama- o realmente merecido.

Quienes son europeístas convencidos y con buenas razones, evalúan la existencia de la UE como un éxito de un mandato histórico que se remonta al republicanismo de la segunda mitad del siglo XIX, con los italianos Mazzini y Garibaldi propugnando la creación de los Estados Unidos de Europa, y a la posguerra mundial, cuando los federalistas como Altiero Spinelli, víctima de años de prisión fascista, creían en una unión de pueblos, progresista y democrática, que frenara la destrucción cíclica de las burguesías nacionales del viejo continente.

Hasta allí, podríamos decir que el acuerdo desde la ciencia política y desde la práctica democrática es unánime.

Sin embargo la Unión no se hizo desde los pueblos ni con un perfil democrático, y es allí adonde incide el escepticismo desde hace años, y es allí, justo allí, adonde la unión de Estados y de sectores de privilegio por sobre la voluntad de los pueblos y del sueño de hacer un continente unido en base a derechos... naufraga.

Una persona que visita regularmente o vive en Europa desde hace tiempo todavía tiene problemas para entender cómo es posible que haya un Parlamento que no tiene iniciativa para legislar; cómo hay una burocracia que responde a los poderes conservadores de los Estados miembro (es decir a la misma burguesía que hacía las guerras y que hoy hace los negocios y aplana conquistas obreras en un rasero que de derechos tiene poco); cómo un comisario salido de una entente de poderosos puede imponer sanciones y recortar decisiones a gobiernos votados libremente con programas a veces opuestos a las políticas de la Unión... y todo mucho más grave en la llamada Eurozona (los países que renunciaron a sus monedas para adoptar el Euro... en los hechos un marco alemán con dibujitos distintos, pero siempre regido por la Banca en Frankfurt).

Para un argentino, esos enigmas no son tan difíciles de intuir sino de entender. Nosotros pasamos ya por la convertibilidad y vimos cómo, en aras de mantener artificialmente el valor de una moneda que no representaba en absoluto nuestra capacidad de crédito ni nuestra estructura productiva, hubimos de renunciar a empresas públicas, pasar por un proceso de desinversión bestial, hacer ajuste tras ajuste y destruir un aparato productivo para volcar esos capitales en el barril sin fondo de la finanza. Un sistema financiero sin objetivo de crecimiento ni de inversión sino estrictamente especulativo y que, al final, implota dejando un desierto, negando derechos, agudizando diferencias sociales y destruyendo educación, Justicia, salud, servicios públicos y todo lo que significa un atisbo o semilla de igualdad de oportunidades entre los ciudadanos.

Los argentinos vimos cerrarse el cerco desde la extrema periferia hasta Buenos Aires el 19 y 20 de diciembre de 2001. Europa lo está viendo, en su ficticia ambición de igualar economías como la griega o la española, a la locomotora alemana. Las burbujas o engaños especulativos van cayendo en un efecto dominó que se acerca peligrosamente al centro. A la “city europea”, a la Plaza de Mayo del viejo mundo.

El sistema político conservador se agota inexorablemente y no es capaz de absorber la protesta. Los socialistas se parecen demasiado a los conservadores y estos a los populistas/fascistas. Las plazas de los indignados, con su aire fresco de barrer con la injusticia manifiesta de un sistema que toma créditos al 0% de la banca europea y los sigue prestando a sus víctimas para seguir agrandando el déficit, cerrando fábricas y expulsando a quien creyó en la posibilidad de comprarse una casa... resultan en la victoria de la derecha que aplica más ajuste y crea más recesión, además de reprimirlos como no lo hizo el socialismo.

El malvado Helmut Scheuble (ministro alemán de la Finanza), versión alemana de Gasalla en silla de ruedas tratando de yegua a Yolanda-Merkel que no quiere forzar a los griegos a vender su menguado patrimonio histórico para pagar las deudas que nadie consultó si querían contraer, en olimpíadas y subterráneos.

O a los españoles en una verdadera crisis identitaria, decidiendo si pagar los catalanes la deuda de la burbuja madrileña o de las cuentas corruptas de una familia real que prefiere safaris a salud pública en Lleida. La respuesta que se avizora es neta. Señores burgueses catalanes, independencia sí, pero republicana y social, no más conservatismo.

En Italia dicen muchas veces como una letanía: “Vamos a terminar como la Argentina”,  y los ajustes de Monti son, como la miopía delarruista, una versión “prolija y aburrida” de los excesos de Berlusconi y Menem.

Nunca estuvo la paz europea más amenazada que ahora desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Nunca como ahora, la situación de la periferia con los neonazis transformados en un Estado dentro del Estado en Grecia, y la violencia y el control autoritario cada vez más patente de los movimientos sociales en todo el continente, más parecidos a los años 1930.

La burbuja financiera, la unión de los poderosos sin el pueblo, están cobrándose su costo brutal en la periferia sur... pero Alemania, con su ilusión de superioridad, acaba de dividir por cuatro sus expectativas de crecimiento para 2013.

Nunca Europa ha estado más unida y nunca más cerca de un abismo general. Jürgen Habermas, el lúcido pensador de la Escuela de Frankfurt lo ha dicho claramente hace menos de un mes: Europa tiene la última oportunidad de transformar esta crisis en la oportunidad de avanzar en una verdadera unidad política. De la alternativa a esa unidad, pocos quieren hablar o pensar. Pero los tiempos se acortan. Peligrosamente.

Las opiniones vertidas en este espacio, no necesariamente coinciden con la línea editorial de Diario Los Andes.

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