Política nacional
La derrota ante la inflación fragmenta la política
Toda la agenda del ministro de Economía se ordena a tomar prestado algo del próximo gobierno para sostener el pulmotor electoral del gobierno actual
Toda la agenda del ministro de Economía se ordena a tomar prestado algo del próximo gobierno para sostener el pulmotor electoral del gobierno actual
Toda la energía política de Cristina se ha concentrado en dramatizar el tema del traidor y el héroe. Alberto Fernández debe ser visto como el desertor ideológico. Ella misma, en vibrante retirada, como la víctima heroica de la traición. A ver si es posible que Alberto cargue, en la soledad cansada y exclusiva de su espalda, la cruz del fracaso del modelo económico y político de Cristina.
La admisión por Cristina Kirchner del derrumbe social al que condujo su ideología es dramática: por primera vez en democracia coexisten un bajo índice de desocupación (6,3%) con un alto nivel de pobreza (40%). La vicepresidenta le confesó al PJ que bajo la conducción kirchnerista de dos décadas quedó enterrado el paradigma peronista de la movilidad social ascendente.
La lógica de los caudillos provinciales del peronismo se divorció el año pasado de los destinos del gobierno kirchnerista. A tal fin diseñaron complejas ingenierías para la disociación.
De cara a sus contradicciones con Massa y con Fernández, reaparecieron las versiones sobre una eventual candidatura de Cristina Kirchner a la presidencia. La inflación puede esperar. En la principal oposición, Patricia Bullrich desafió a la vicepresidenta a que se presente.
El ministro Massa no se percibe como ministro, sino como presidente de facto, en tránsito posible hacia la presidencia de iure. El caso de la vicepresidenta es distinto. Massa todavía imagina un abordaje al barco; Cristina saluda desde un bote de evacuación.
Del final anunciado del candidato Alberto Fernández, Cristina Kirchner guardó un silencio vengativo, estentóreo. Pudo más su rencor. Eligió no decir nada de lo que el Presidente quiso presentar como un renunciamiento histórico, a la altura de aquel de Eva Perón: a los honores, no a la lucha.
A pesar de la inflación record Massa no sólo continúa en el cargo, sino que tampoco declina una eventual candidatura a la presidencia. En rigor, ninguno de los tres referentes de la coalición de gobierno, ha renunciado hasta el momento a la carrera electoral.
Comienza a generalizarse la percepción de que las principales coaliciones políticas tienen como prioridad sus internas, a espaldas de la crisis social. Como si hubiesen llegado a un único e inesperado acuerdo: beneficiar el discurso antisistémico de Javier Milei.
Conviene leer la audiencia de Fernández con Biden más allá de las urgencias del pedido argentino para que con ayuda del FMI el gobierno puede terminar aún exhausto su mandato. La agenda propuesta por la Casa Blanca es un reflejo de la geopolítica imperante, que tuvo que ver con la visita reciente de Xi Jinping a Vladimir Putin, que habla de una peligrosa alianza.
Los inconvenientes de Macri, Larreta y Bullrich son la consecuencia de haber descartado de inicio cualquier método acordado de resolución de sus diferencias internas, apostando a que todo se defina en las primarias. Sin considerar demasiado la velocidad de la crisis. Porque hay un orden conservador -el del populismo- que está en crisis terminal en la Argentina.
El Gobierno ingresó en la etapa de definición de su oferta electoral rodeado por las condiciones gravosas que pretendía evitar. Cristina Kirchner, Alberto Fernández y Sergio Massa cerrarán su gestión entregando un país que con ellos aumentó sustancialmente los niveles de pobreza.
El mensaje de Cristina Kirchner sobre cualquier candidatura suya sigue atalonado en la retranca y entra en una doble contradicción con su descripción del derrumbe nacional: no sólo tiene responsabilidad presente en lo que describe, sino que deserta de la responsabilidad que ella aconseja para el futuro.
La grosería de atacar a la Corte Suprema con un discurso agraviante y sin derecho a réplica además de la descripción de un país inexistente destruyeron el prestigio del discurso presidencial en el mismo momento de su enunciación.
Si el Fondo Monetario Internacional no flexibiliza la meta de reservar acordadas con Argentina, a la Argentina le estallará el Banco Central.
La mesa no fue política, porque no revisó el rumbo del Gobierno. Ni electoral, porque sólo proyectó indefiniciones. Tuvo para el oficialismo, no obstante, el valor en lo inmediato de la unidad a la defensiva. Y nuevos relatos para embestir.
El radicalismo más ordenado del país -el que gobierna Mendoza- aisló su dinámica propia antes de que la interna nacional destruyera sus posibilidades concretas de retener el distrito. Postuló como candidato a gobernador a Alfredo Cornejo.
En Mendoza, la pelea entre el referente del PRO, Omar De Marchi y el radicalismo, generó preocupación por un posible quiebre de su alianza en ese distrito.
La desesperación frente a la inflación con recesión explica el nuevo giro autoritario que ha resuelto adoptar la tríada Fernández-Kirchner-Massa, cuya expresión más notoria es el intento destituyente contra la Corte Suprema de Justicia.
Sergio Massa cree que Cristina no quiere presentarse para la presidencia y en ello ve una ocasión para él.
Cristina Kirchner regresó del renunciamiento como Alberto Fernández del desacato.
Cristina Kirchner no sólo está empujando al presidente de la Nación a un gravísimo desacato institucional; está tejiéndole con paciencia una telaraña prolija de consecuencias penales para el día después de que entregue el mandato.
Lo curioso es que para paralizar la actividad judicial, el Gobierno también recurrió a paralizar el Congreso, al que se le demandan sancionar leyes esenciales.