Escenario político
Cuando la orden que impera es romper todo
Romper lo que haga falta es para Massa el mantra de su supervivencia política. Todavía, además, no resigna una candidatura presidencial.
Romper lo que haga falta es para Massa el mantra de su supervivencia política. Todavía, además, no resigna una candidatura presidencial.
Cristina quemó sus naves cuando renunció a una defensa técnica y, envalentonada por el regreso al poder, gritó que la historia ya la había absuelto.
Nunca el fútbol estuvo distante del abrazo del oso de las apetencias políticas. Sobran los ejemplos para confirmarlo y para evitar que una venda ingenua distraiga las prevenciones de las sociedades atentas.
Martín Guzmán señaló que Cristina siempre quiso el ajuste ordenado por el Fondo, pero no quería pagar el costo simbólico.
Cristina Kirchner llegará a los veinte años de su cansado proyecto político ofreciendo sólo nostalgia.
En la oposición no todos piensan igual -a veces, ni parecido- sobre lo que conviene hacer desde el Estado con el Estado.
Con la vara baja de sus opositores, ni bien terminó la votacion del Presupuesto, el kirchnerismo saltó con urgencia a voltear las PASO. Cambiar las normas electorales sobre la marcha sólo porque Cristina ha perdido la conducción del peronismo.
Al Presidente argentino lo define muy bien el soneto de Joaquín Sabina: “Hazte un favor, dime que estás herniado de parodiar parodias de tí mismo”.
Massa se imagina como el único candidato presidencial viable del oficialismo en 2023, sólo si logra contener la inflación, aunque sea a la mitad de índice actual.
El recambio de ministros no renovó expectativas. La nueva integración del gabinete no les interesó ni a los aliados más poderosos del oficialismo. El presidente Fernández encara su callejón de salida.
Cristina conduce con la ambigüedad. Siempre hubo un kirchnerismo para protestar y otro para gobernar.
Cristina cree posible estar parada en ambos lados del mostrador:el de los que le echan nafta al fuego y el de los que intentan controlar el incendio
Atrás quedaron las invocaciones místicas y las insinuaciones reflexivas sobre la conveniencia de un diálogo político que encauce los conflictos exacerbados. La convicción restauradora del consenso dejó paso a una ofensiva donde queda expuesto el hueso del pensamiento oficialista, donde entre otras cosas se vincula sin pruebas el accionar judicial que investiga a Cristina Fernández con el intento de asesinado del que fue víctima.
Un pleno del Frente de Todos rezó ayer en Luján. Las oraciones en voz alta fueron por Cristina Kirchner. Las plegarias en silencio, por el éxito del experimento Massa.
Según el oficialismo, el ataque a Cristina la ha devuelto al lugar de víctima que le estaban arrebatando los jueces.
El fiscal Luciani expuso tantas pruebas y documentos que Cristina Kirchner perdió la batalla de la opinión pública. Ni sus seguidores creen en su inocencia. Sólo la justifican por sus objetivos.
Contra la remanida excusa de la multicasualidad del fenómeno inflacionario, cada vez se torna más evidente la incidencia dirimente del exceso de emisión monetaria.
Cristina Kirchner, la jefa política del oficialismo, jamás buscó regresar al poder por el afán de disponer sobre alguna política pública. Cristina regresó para labrar la alfombra de su impunidad. Volver para zafar.
Sergio Massa no tuvo en ese proceso otro mérito que su identidad reconocida: un oportunismo perseverante, audaz y sin principios.
Una fatal moneda de dos caras. Una es la hiperinflación. La otra una conmoción social. La política le teme a ambas porque serían la confirmación de su fracaso sistémico.
La salida del exministro de Economía operó como un foco potente y terminó de iluminar para el gran público el tamaño del desbarajuste oficial. Además quedó en claro que la conducción política del Gobierno quedó definitivamente en las manos de Cristina Kirchner.
La vicepresidenta terminó de desequilibrar en su favor el balance de poder interno del oficialismo. Ya no hay ninguna simetría posible en la disputa con el Presidente. La acumulación del lado de Cristina es tan abrumadora que Alberto Fernández quedó en una situación de extrema fragilidad.
La renuncia de Guzmán abre un escenario de mayor incertidumbre. El peronismo resignó otra vez ante Cristina el liderazgo de las ideas. Una coalición que no gobierna y profundiza la crisis.