¿Qué dijo Cabral al morir?

El legendario soldado granadero Juan Bautista Cabral, a quién los dibujantes de la historia oficial ascendieron,  post mortem, a sargento, era un zambo hijo del indígena guaraní José Jacinto Cabral que llevaba el apellido de su amo como era costumbre y de la esclava de origen africano Carmen Robledo. Ambos estaban al servicio del estanciero Don Luis Cabral en el municipio de Salada, localidad de Corrientes.

Allí nació este Juan Bautista en 1789, tomando también el apellido del amo. Sin duda hablaba guaraní, su lengua materna, usual en Corrientes, siendo de suponer que también hablaba medianamente el español pues si no, no habría podido incorporarse en 1812, a los 23 años,  al Ejército de las Provincias Unidas (más tarde Ejército Nacional).

Siendo que era muy buen jinete fue enseguida destinado al Segundo Escuadrón de Granaderos a Caballo del regimiento que estaba aprestando, el entonces, Coronel Don José de San Martín en los campos de El Retiro en Buenos Aires.

Fue así que al año siguiente, el 3 de febrero, le tocó participar en el llamado Combate de San Lorenzo frente al Monasterio de San Carlos de la Propagación de la Fe, de los padres franciscanos, cerca de Rosario de Santa Fe.

En esta contienda fue que realizó la hazaña de sacar a su coronel de la apretura que le aprisionaba la pierna derecha bajo el peso de su bayo muerto por una descarga de metralla de una pieza de artillería ligera de la infantería realista.

Sobre este corto combate, bautismo de fuego de los granaderos a caballo de San Martín, harto han escrito y siguen escribiendo historiadores y estudiosos.

Todos rescatan las memorables últimas palabras que dijo este bravo soldado Cabral antes de morir por los dos tiros de fusil que le acertaron en el pecho después de auxiliar a San Martín.

Postrado en el refectorio del convento, convertido en hospital de sangre, el heroico correntino agonizaba asistido por su noble jefe al que alcanzó a musitarle con el último aliento: "muero contento porque hemos batido al enemigo."

Esa tarde San Martín, sentado a la sombra de un añoso pino detrás del convento, así lo escribe como colofón al pie de su parte de guerra destacando la hazaña del temerario granadero y lo envía al gobierno triunviro de Buenos Aires.

Por supuesto que las palabras que usó, de lo dicho por Cabral, son una traducción a la lengua culta español andaluzino que San Martín trajo de España, toda vez que el valiente moribundo lo que dijo, lo dijo en su jerga soldadesca en guaraní, lengua que el coronel recordaba de su niñez, allá en el Yapeyú de Corrientes. Estas palabras fueron:

“Muero contento porque cagamos a esos mierdas”.

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