Alberto Rovira, un precursor de nuestra historia urbana

En todas las ciudades, en las otras, en la nuestra, una pintura de lo intangible se desparrama entre lo que perdura y lo que se transforma.

Una cualidad sin nombre que, de las costumbres y hábitos de la gente, ha creado sus ritmos, sonidos y olores tan particulares. Cuesta describir con palabras aquello que las imágenes no pueden abarcar, pero visualicemos un día cualquiera de principios de los '80.

Supongamos que decidíamos comprar un disco de vinilo. Seguramente el rumbo era avenida San Martín. Y Casa Galli, Luminton o las disquerías de galerías Tonsa o Piazza, los lugares de destino. Diferente la música, las sensaciones, los ambientes y las personas. Si de libros se trataba, doblando por Rivadavia los silencios de la primera cuadra nos hubieran llevado a librería Argentina o la más tradicional García Santos.

Y en la esquina con España, cómo olvidarla, Cronopios, de Gustavo Salgado, quien desterró el mostrador y dejó libre el paso entre los compradores y los libros. Se podían sacar de los estantes y tocar, abrir, mirar, leer. Comprar un libro tuvo un sabor diferente. Y la costumbre se generalizó. Cuando esos hábitos menores de la vida cotidiana cambian, algo se modifica en nuestra relación con la ciudad.

Hubiéramos necesitado un cronista que los registrara, alguien como Alberto Rovira, el precursor en testimoniar las innumerables transformaciones que se han sucedido en este romance entre la ciudad y quienes la vivimos. Pero para esa época Rovira estaba retirado. Más que eso. Había sido herido de ingratitud y la llaga estaba abierta.

Alberto Rovira nació en Villa Mercedes en 1906. Una familia vinculada a las artes gráficas y el periodismo no le dio alternativas a la hora de definir su profesión. Se formó ejerciendo el oficio, como se hacía en la época. Diversos medios de Mendoza como La Libertad, La Palabra y, en Buenos Aires, Caras y Caretas, Mundo Argentino y Tribuna Libre, contaron con su palabra escrita. Hasta que en 1938 y durante los siguientes treinta y un años, diario Los Andes fue su ámbito natural de trabajo. Llegó a ser editorialista del matutino mientras ejercía funciones en el Círculo de Periodistas de Mendoza. Fue durante su presidencia que se promovió la creación de la Escuela Superior de Periodismo.

Faltaba un lustro para conmemorar los 400 años de la fundación de esta ciudad cuando la Asociación Amigos de la Avenida San Martín organizó un concurso que dejaría documentada la historia de la arteria. Y fue Alberto Rovira quien se alzó con las palmas. Historia de la Avenida San Martín (Talleres Gráficos D'Acurzzio, 1957) es el primer libro que se escribió específicamente para dejar constancia de la historia del urbanismo de Mendoza en su sentido más amplio. Mucho más que un listado de fechas, lugares y obras, es la vida de los mismos lugares, las mismas esquinas, las transformaciones del territorio y las personas a través del tiempo. Un pantallazo de las costumbres, el transporte, la construcción y sus técnicas. De las manifestaciones y las protestas. De las disputas políticas resueltas entre pistolas y fusiles en las calles que hoy pisamos. De los caseríos precarios y los edificios modernos. Del comercio y el entretenimiento. De los nombres de los protagonistas notables y los ignotos. De la vida cotidiana de millones de nosotros desde los orígenes geológicos de un río seco hasta su trasmutación en lo que desde hace mucho tiempo es la principal calle de esta ciudad. Una colección de imágenes escritas que al pasar de una hoja a la siguiente se convirtió en la película de lo que somos.

Fue a principios de los '60 cuando un concurso organizado por la Dirección de Cultura de la Provincia le dio oportunidad para salir de la ciudad y contar la historia de todo nuestro territorio y nuestra gente. Pero modificaciones de último momento en los requisitos pusieron en duda su imparcialidad. Como repudio, los cinco volúmenes que contuvieron sus investigaciones fueron depositados en el Círculo de Periodistas con expresa disposición del autor para no ser divulgados. Pudo haber sido ése el final, pero esta historia no podía terminar en nada. Le tomó veinte años digerir la injusticia. Era enero de 1981 cuando Alberto Rovira logra publicar su segundo libro, "Lo grande y lo trágico en la montaña de Mendoza" (Talleres Gráficos Inca, 1981), un volumen donde condensó sus reflexiones sobre nuestra historia.

Desde la antropología huarpe a la conquista, la gesta sanmartiniana, costumbres, urbanismo, lo que permanece y lo que ha cambiado.

Finaliza con dos capítulos muy particulares, "Historia de la aviación en Mendoza" y la "Historia de los ascensos al cerro Aconcagua". Allí estaban su conocimiento y sus años de esfuerzos comprimidos en un libro generosamente documentado y bellamente escrito. Nada podía fallar. Pero aquella vez los destinatarios de los ejemplares faltamos a la cita. Hicimos de la fiesta un fracaso comercial y a quien había dado todo, le respondimos con indiferencia,

Tengo algunas sensaciones de esos días. Recuerdo estar caminando por San Martín, haber doblado por Rivadavia y en alguna de las tres librerías haber conseguido el ejemplar que dejé en un estante esperando su momento. Llegó unos años después. Lo descubrí buscando las historias de nuestros sitios urbanos. Busqué "Historia de la avenida San Martín" en las librerías de usados. Lo encontré. Cada tanto algún ejemplar aparece. Pero nunca vi "Lo grande y lo trágico" en las compraventas. Un misterio que comprendí cuando me propuse averiguar más sobre Rovira y pude llegar hasta su familia. Supe que la historia se cerró el día que su indignación pudo más que el desánimo y a los libros que no se vendieron el fuego se los llevó.

Alberto Rovira murió en enero de 1985. Cada tanto me cuestiono si esos dos libros son tan interesantes. Si no será un engaño de mis recuerdos. Y siempre ocurre lo mismo. Los busco, los abro y encuentro mucho más de lo que espero.

Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Diario Los Andes.

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